La sala de Antonio Escamilla está llena de ‘encargos’ sea al óleo o en madera. En su casa hay montada ‘sin querer queriendo’ toda una galería de arte. Este maestro de la madera y el tallado es un artista que pinta para vivir, contrario a la voluntad de otros que viven para pintar.
A sus escasos dos años, se mudó al ‘colono de la comuna 17 de Bucaramanga’: el barrio Balconcitos. Y desde entonces, este lugar ha sido el taller donde nacen rostros tallados en madera, patas de sillas con diseños victorianos y bodegones con un gran toque realista.
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Incentivado por el maestro Arley Aguirre, profesor de bellas artes, Antonio aprendió conceptos básicos sobre pintura y escultura. Sin embargo, la madera se convirtió en su especialidad.
“Los cuadros son bonitos, pero los marcos, las patas de sillas y hasta los bustos en madera se venden más que un óleo precioso” manifestó el artista de 62 años.
Para realizar un busto en madera, sólo le bastan dos a tres semanas de trabajo. En este tiempo, el bloque de madera reciclada es tallada, pulida y llenada de barniz por el maestro Escamilla hasta que ‘nazca’ una figura humana o divina.
Los cristos crucificados y cuadros en madera de la Virgen María son de los encargos más comunes. Las obras que realiza usualmente son medianas, pero hay excepciones que ascienden los 50 o 60 centímetros.
Al mirar a los ojos de sus creaciones, da un ligero escalofrío porque el realismo impregnado en ellas hace pensar que Escamilla es un estilo de ‘Medusa’, que convierte a las personas en madera. No obstante, lo contrario: él le da vida humana a los troncos.
Más de una parroquia en la ciudad cuenta con una obra de su autoría. Y aunque ya ‘llegó al sexto piso’ lo cierto es que “hay que continuar con este oficio hasta que haya salud, porque eso ha mantenido mi hogar durante años” manifestó el ‘tallador de santos’.
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