En las desoladas faldas de los cerros de Pachacútec, Ventanilla, las palas se hunden en la tierra seca, en un intento desesperado de ofrecer descanso a los muertos. Las familias, con gestos pesados por el dolor, cavan en un arenal interminable que parece devorar cualquier esperanza. Cada féretro se cubre con un frágil manto de arena, un manto que, como arenas movedizas, nunca promete estabilidad.
En el ‘cementerio’ Cerro Gorila, ubicado en el asentamiento humano 6 de Abril, no hay certeza de que el lugar donde despiden a sus seres queridos será el mismo al regresar. Aquí, ni la muerte ofrece garantías, y el reposo eterno se vuelve tan efímero como las huellas en la arena.
Siempre se ha creído que los muertos merecen descansar en paz, en una sepultura que honre su memoria. Pero en este rincón desolado, esa promesa parece desvanecerse como el polvo en el viento. A las comunidades vecinas no las desvelan espíritus o leyendas, sino la certeza de que, bajo la arena inestable, los féretros no encuentran reposo.
De un tiempo a esta parte, este panorama se repite en estas tierras que abarcan aproximadamente 7 hectáreas, un extenso territorio donde las tumbas y las lápidas son escasas. En este terreno árido predominan las cruces y cercos de madera, que carecen de la firmeza necesaria para ofrecer un semblante de respeto a los que descansan allí.
Aquí no existe un espacio definido; cada vez que alguien muere, se cava un hueco en cualquier rincón. El ataúd se coloca allí, en la improvisación del luto, mientras el silencio se mezcla con el crujir de la arena bajo los pies. Esta locación carece de un perímetro establecido; apenas una pista, cubierta de polvo y despojos, separa la incertidumbre del reposo de las viviendas que, ajenas al dolor, continúan con su rutina diaria.
Sin embargo, no todos continúan con sus actividades cotidianas. En 2016, los vecinos alzaron su voz de protesta tras ver las cámaras de los medios de comunicación en el lugar en cuestión. El equipo del programa La Batería, que en ese momento se transmitía a través de la señal de Panamericana, conversó con quienes residen cerca del camposanto informal.
“Algunos vecinos han encontrado brazos y piernas en la pista. Las personas del lugar los levantaron y los volvieron a enterrar”, expresó un joven, visiblemente indignado.
El medio de comunicación citado mostró imágenes de una tumba improvisada de un bebé. Lo extraño fue que no se encontraba su cuerpo; a lo sumo, se pudieron hallar algunas prendas y un biberón.
Otra declaración que causó sorpresa fue la de una mujer que afirmó que no todas las personas que entierran a sus difuntos son de Pachacútec. “Vienen de lugares lejanos a enterrar a sus difuntos. No son de aquí, de Pachacútec. Llegan carrozas elegantes, acompañadas de personas bien vestidas”, contó.
El rol que cumplieron las autoridades ante esta situación
En 2016, la Municipalidad de Ventanilla buscó declarar en emergencia sanitaria el ‘cementerio’ Cerro Gorila, debido a la precariedad y las alarmantes condiciones de salubridad que presenta, las cuales lo convierten en un foco de infecciones potencialmente peligroso.
A través de un video difundido en el canal de YouTube de la comuna, el entonces burgomaestre de Ventanilla, Omar Marcos, informó sobre los esfuerzos realizados para brindar tranquilidad a los vecinos. “No son nuestras competencias tomar acciones sobre este terreno. (…) Hemos elaborado reiterados informes y se aprobó enviar documentación al Gobierno Regional del Callao y a diversas instituciones. Hemos realizado inspecciones junto a la Fiscalía de Prevención del Delito, pero no hemos obtenido resultados”, indicó.
Es importante señalar que la administración del terreno donde se ubica el cementerio informal pertenece al Gobierno Regional del Callao, lo que exige una coordinación efectiva entre las autoridades. En este contexto, Marcos Arteaga y el Concejo Municipal han solicitado al Gobierno Central que declare en emergencia sanitaria el ‘camposanto’, que tuvo sus primeros difuntos en 2004.
Con el transcurrir del tiempo, las autoridades competentes no respondieron a los pedidos de los vecinos. Como evidencia de esta desatención, continuaron los entierros de féretros y la profanación de cadáveres. En 2019, durante la gestión de Pedro Spadaro, se llevaron a cabo acciones similares a las que se implementaron mientras Omar Marcos ocupaba la alcaldía.
En un video publicado en la cuenta de Facebook de la Municipalidad de Ventanilla, Spadaro Philipps dio a conocer lo siguiente: “Vamos a solicitar al Ministerio de Salud que declare la emergencia sanitaria inmediata. (…) Segundo, la clausura definitiva de ese lugar y así pueda intervenir el Ministerio Público. (Tenemos que) conocer a ciencia cierta cuántos cadáveres están enterrados en ese terreno”.
No se conoce el número exacto de cuerpos en el ‘cementerio’, ya que no existe un registro de los mismos. Lo que se sabe es que la mayoría son NN. Recientemente, en agosto de 2024, los vecinos expresaron su preocupación al notar un ataúd expuesto a la intemperie. Según Pachacútec TV, habría una disputa entre los familiares del difunto y algunos de ellos desean darle cristiana sepultura en provincia. Esto habría motivado su desenterramiento.
“El cementerio permanece abierto y desprotegido, lo que atrae a personas que vienen a fumar. En la parte inferior del lugar, se acumula basura, y los niños suelen pasar por allí para arrojar sus desperdicios. Los vecinos lidian constantemente con los malos olores”, manifestó una mujer al medio de comunicación citado.
En el ‘camposanto’ Cerro Gorila, los muertos ni los vivos encuentran la paz. Las tumbas son solo montículos de tierra olvidados, y más de una familia siente que sus seres queridos no descansan en un lugar seguro. Los moradores, cansados de esta realidad, miran hacia las autoridades, esperando que se tomen medidas.