Todo comenzó cuando un grupo de pequeños acudió a su casa pidiendo ayuda para realizar una llamada. Al prestarles su teléfono, Hortensia escuchó cómo solicitaban dinero para comprar útiles escolares. “Mañana comenzamos colegio y no tenemos ni para los cuadernos”, fue la frase que marcó el inicio de su proyecto. Ese día, ayudó a 15 niños a adquirir los materiales que necesitaban.
Lo que empezó como un acto de solidaridad se convirtió rápidamente en una misión de vida. A la semana siguiente, los niños regresaron buscando apoyo para sus deberes escolares, y pronto la casa de Hortensia se llenó de pequeños con ganas de aprender.
Además de enseñarles materias básicas, les ofreció actividades recreativas como cine, piscina y partidos de fútbol, brindándoles experiencias que antes no tenían.
La Fundación Coloreando Ilusiones se ha convertido en un oasis en un entorno marcado por problemáticas como el microtráfico. Hortensia tiene claro su propósito: “La principal función de la fundación es sacar a los niños de esas problemáticas por las que pasa el barrio”.
A pesar de las amenazas que ha recibido por frenar estas dinámicas, sigue adelante con valentía.
Hortensia cuenta con el respaldo de la Policía de Infancia y Adolescencia, la Policía Comunitaria y grupos como la cívica infantil y juvenil, que le brindan a la fundación animación y actividades recreativas para los niños.
Sin embargo, la falta de un espacio adecuado para realizar las actividades es una limitación constante para pedir ayudas económicas a la alcaldía. Por ahora, las reuniones y talleres se llevan a cabo en su casa o en espacios improvisados frente a ella.
Impacto en las familias
La labor de Hortensia no solo beneficia a los niños, sino también a las familias de la comunidad. Rosalba Balaguera, madre de una niña de 13 años que lleva dos años en la fundación, resalta el impacto positivo en su hija: “Ha mejorado en sus notas, en su comportamiento y le ha interesado más el entorno natural. Sería excelente que más mamás se integraran”.
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