Los primeros indicios del uso del perfume como aromatizante se remontan al antiguo Egipto y a Mesopotamia, dos territorios que crecieron destacando como grandes civilizaciones. En Egipto, la población utilizaba el aroma de las materias primas para aromatizar las tumbas y sepulcros de los fallecidos, mientras que en Mesopotamia, concretamente las mujeres, comenzaron con la creación de uno de los productos más cotidianos de la actualidad.
La palabra “perfume” proviene del latín “per fumum”, que significa “por o a través del humo”. Se cree que los aromas fueron descubiertos gracias al importante descubrimiento del fuego, en el que los habitantes de aquellos años de la prehistoria tomaron la decisión de quemar elementos naturales, como la madera o la resina, dando como resultado el desprendimiento de aromas que surgían de estas materias primas.
En Mesopotamia, allá por el año 3500 a.C, vivía la civilización conocida como los sumerios, una de las más avanzadas de la época, y en el 1200 a.C, durante el reinado de Tukulti-Ninurta, se encontró una tabla que revelaba el nombre de la primera perfumista, Tapputi-Belatekallim. Esta creadora logró introducir sus fragancias como elementos medicinales.
Los egipcios ya conocían algunas técnicas para la creación de fragancias, como el enflorado, la maceración en aceite o la extracción por presión. Entre otros usos, los perfumes se utilizaban en ceremonias religiosas, ritos funerarios y la momificación, así como para el embalsamiento de los cadáveres. Las mujeres de la alta sociedad solían colocarse un perfume en un recipiente con forma cónica y grasa impregnada, liberando el olor con el calor corporal y el paso del tiempo.
Los diferentes tipos de perfumes
En la actualidad, los perfumes se clasifican según su concentración de aceites esenciales y alcohol. Esta clasificación determina la intensidad y duración del aroma, lo que permite elegir el tipo de perfume adecuado para diferentes ocasiones y preferencias personales.
Perfume: es la fragancia con más concentración en el mercado, con una concentración entre el 20% y el 30% de perfume puro, es decir, aceite mezclado con fragancia.
Eau de Parfum (EDP): contiene entre un 10% y un 20% de aceite perfumado puro. Tiene una duración de entre ocho y diez horas. Es perfecto para un día de trabajo o la universidad.
Eau de Toilette (EDT): tiene una concentración de 5% a 15% de aceite mezclado con alcohol. Es ideal para el verano y tiene una duración de 3 a 5 horas.
Eau de Cologne (EDC): tiene una menor concentración de aceite mezclado con alcohol, entre 2% y 4%. Su duración es alrededor de 2 horas y cuando se aplica por primera vez tiene un fuerte olor a fragancia.
Las familias de olores
Además de la concentración, los perfumes se clasifican en diferentes familias olfativas basadas en sus notas aromáticas predominantes. Estas familias permiten identificar y describir la naturaleza de una fragancia.
Cítricos: son fragancias frescas, limpias y muy volátiles. Composiciones basadas en esencias de frutas cítricas como el limón, la naranja, el pomelo, la mandarina y la bergamota.
Florales: fragancias cuyas notas giran en torno a una o un bouquet de flores, siendo el jazmín, las rosas, las violetas, el narciso, los lirios y el geranio, las materias primas más destacadas.
Orientales: elaboradas a partir de aceites balsámicos, vainillas, resinas, especias y maderas. Son fragancias muy intensas, sensuales, cálidas y dulces.
Cuero: de origen natural o sintético, son fragancias secas y muy intensas, normalmente acompañadas de notas ahumadas, atabacadas o amaderadas.
Fougère: evoca olores de bosque, musgo y encina, combinados con notas de lavanda y bergamota. Son fragancias tradicionalmente masculinas.
Chypre: combinación de bergamota, flores, pachuli, musgo, ámbar y almizcle. Fragancias muy sensuales, unisex y de larga duración.
Amaderadas: elaboradas a base de notas extraídas de maderas como cedro, abedul o sándalo, musgo, vetiver y pachuli. Suelen ser perfumes para hombre.