Kylie Moore-Gilbert, una académica británico-australiana especializada en políticas del Medio Oriente, vivió una pesadilla de casi dos años y medio tras ser arrestada en el aeropuerto de Teherán en 2018, acusada injustamente de espionaje por el régimen iraní. Durante los 804 días que pasó en cautiverio, fue sometida a condiciones extremas, incluyendo largos períodos de confinamiento solitario, privación sensorial y tortura psicológica en las temidas prisiones de Evin y Qarchak. Sin embargo, en medio de este oscuro panorama, Moore-Gilbert encontró una forma ingeniosa de preservar su esperanza y su humanidad: a través de un pantalón rosa.
Un acto de desafío en medio de la desolación
Este pantalón rosa formaba parte del uniforme obligatorio que Kylie debía llevar en la prisión de Evin. El uniforme, compuesto por una túnica hasta la rodilla y unos pantalones holgados de calicó, ambos en un rosa brillante, tenía como objetivo deshumanizar a las prisioneras políticas y socavar su dignidad. Pero Kylie, en lugar de rendirse ante esta humillación, convirtió el pantalón en un símbolo de resistencia y esperanza.
Desde el inicio de su encarcelamiento, Kylie fue confinada en una celda de 2 por 2 metros sin luz natural, aislada del contacto humano. Con el tiempo, su salud mental comenzó a deteriorarse. Consciente de que debía encontrar una manera de mantener su cordura, reveló a The Sydney Morning Herald, ideó un método ingenioso para comunicarse clandestinamente con otras prisioneras, utilizando esos mismos pantalones como herramienta.
El origen de los “pantalones viajeros”
El aislamiento en la prisión era casi absoluto, pero Kylie descubrió que las escasas oportunidades de lavar su uniforme en una lavandería compartida ofrecían una posibilidad de conexión. En una de esas ocasiones, observó que una prisionera liberada había dejado sus pantalones. Tomando esos pantalones, Kylie concibió una estrategia audaz: usarlos como un medio seguro y efectivo para intercambiar mensajes.
Según contó al emdio australiano, con gran cuidado, abrió la costura de una de las piernas del pantalón e insertó un pequeño mensaje en su interior. Luego, mojaba el pantalón por completo, excepto en la zona donde se encontraba la nota, para que pareciera que había sido lavado. Una vez seco, el pantalón se colgaba en la lavandería, donde otra prisionera lo recogía y leía el mensaje oculto.
Pronto, otras prisioneras entendieron que esos eran los “pantalones viajeros”, una vía secreta para intercambiar notas y mantener el contacto en medio del aislamiento. Este sistema le permitió a Kylie y a otras mujeres enviarse mensajes y fue un salvavidas emocional en un entorno diseñado para quebrarlas.
La creación de los pantalones viajeros demostró la profunda necesidad de solidaridad y apoyo entre las prisioneras. Para Kylie, los mensajes ocultos en la costura del pantalón representaban mucho más que simples palabras; eran un constante recordatorio de que no estaba sola, de que otras mujeres compartían su dolor y su lucha.
Cada vez que recibía una nota, contó al TSMH, sentía una renovada sensación de esperanza. Estos intercambios fortalecieron su determinación de resistir y sobrevivir. En un entorno donde la desesperación era una constante, el simple acto de ocultar y descubrir un mensaje en un pantalón rosa se convirtió en una poderosa forma de resistencia contra el sistema opresivo.
Un desenlace inesperado
A pesar de las inhumanas condiciones que soportó, Kylie Moore-Gilbert fue liberada en noviembre de 2020 como parte de un intercambio de prisioneros entre Irán y Australia. Su historia, que podría haber pasado desapercibida entre tantas tragedias en las cárceles iraníes, destacó por su capacidad de resistencia y cómo un simple pantalón rosa se convirtió en una herramienta para desafiar su situación.
La experiencia de Kylie en Irán demuestra cómo, incluso en los momentos más oscuros, el ingenio humano y la necesidad de conexión pueden transformar un objeto común en un símbolo de resistencia y esperanza. Los pantalones viajeros, modestos en apariencia, fueron cruciales para que ella y otras prisioneras mantuvieran su dignidad y humanidad en medio de una de las pruebas más difíciles de sus vidas.