El amor podría definirse, a grandes rasgos, como el sentimiento que nos atrae hacia otra persona y que genera una reciprocidad que nos alegra y da energía para comunicarnos y convivir.
La convivencia es un aspecto esencial en muchas relaciones amorosas, es que vivir juntos no solo significa compartir un espacio físico, sino también unificar proyectos de vida y construir un futuro común.
El proceso de mudarse puede variar en duración y circunstancias: algunas parejas deciden dar el paso después de varios años, mientras que otras lo hacen en un período más corto. La decisión puede estar influenciada por factores como la estabilidad emocional, la situación económica y los planes a futuro.
De cualquier manera, este momento marca una nueva etapa, llena de expectativas y ajustes necesarios para una vida compartida.
En ese sentido, en diálogo con Infobae, la psicóloga y escritora Beatriz Goldberg, especialista en crisis individuales y de pareja, introdujo: “Es fundamental que los acuerdos en la pareja sean bilaterales y auténticos. Hoy en día, las relaciones requieren negociación, ya sea para decidir a dónde ir o cómo pasar el tiempo libre. En la convivencia, estas decisiones y acuerdos se ponen a prueba, revelando la importancia de tener un consenso claro sobre aspectos cotidianos, desde quién paga algo hasta cómo se organizan las tareas del hogar”.
La convivencia y el proyecto de vida
Para Goldberg, “la convivencia revela aspectos que pueden pasar desapercibidos durante otras etapas del noviazgo, como los hábitos diarios y las reacciones ante situaciones cotidianas. Es una oportunidad para conocer a la otra persona de manera más profunda, algo que acelera el proceso de decidir si esa relación tiene potencial para un proyecto de vida a largo plazo”.
“Al inicio de la convivencia -enfatizó la psicóloga- es común que surjan conflictos si no se han establecido previamente pautas claras. Por eso es fundamental evitar suposiciones y asegurarse de que ambos estén conformes con los acuerdos, no solo en términos económicos, sino también en cuanto a las costumbres y rutinas diarias. Un acuerdo real y claro puede reducir las posibilidades de crisis y evitar que uno de los dos se sienta forzado a aceptar situaciones con las que no está cómodo”.
En segundo término, Goldberg apuntó: “La convivencia es un proceso que requiere adaptación y madurez. No se trata solo de compartir un espacio físico, sino de establecer una dinámica que permita a los dos sentirse cómodos y respetados. Con el tiempo, y con los acuerdos adecuados, se puede fortalecer la relación, aunque también puede revelar incompatibilidades que no se manifestarían en un noviazgo sin cohabitación”.
Otra profesional consultada por Infobae fue la licenciada Agustina Fernández, psicóloga y coordinadora del Centro de Estudios Psicoanalíticos Dr. José Bleger de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).
“Convivir con otro y compartir las alegrías y las penas, es decir, sostenerse mutuamente en un lazo, nos da alegría y un sentido distinto para la vida. A veces, la convivencia nos ordena los horarios, las comidas e, incluso, el sueño. Tener a alguien que te observe y te diga que no estás durmiendo bien, por ejemplo, también nos hace reflexionar. Siempre el otro nos trae algo diferente y externo que nos aporta. De lo contrario, estaríamos encerrados en nosotros mismos, como células unicelulares que no conviven con otros. La convivencia con otros necesariamente nos hace crecer”, consideró Fernández.
Y añadió: “En el caso más idealizado de aquellas personas que eligen hacer una experiencia de convivencia con otro a quien eligen y aman, que no son todas las parejas, lo lindo es dejarse llevar por la aventura e ir descubriendo de a poco de qué se trata. No presionarse, no precipitarse y no apurarse son preceptos fundamentales, ya que no todo se resuelve de un día para otro. A veces, hay que tomarse tiempo para ir, de a poco, conociendo qué es lo que le gusta al otro”.
De acuerdo a Fernández, “la convivencia verdadera es aquella en la que las dos partes se procuran su propio sostén económico y establecen sus propias reglas en un espacio común que eligen, de acuerdo con las posibilidades que cada uno tiene en ese momento. Es posible que al principio del proceso surjan crisis. De hecho, es posible que surjan crisis en todos los momentos de la vida, porque vivir en pareja nunca es fácil y porque las personas, a medida que vamos creciendo, vamos cambiando y necesitando nuevas cosas”.
Pareja y libertad
“La cuestión principal en relación a las crisis de pareja tiene que ver con el narcisismo, con lo que cada uno está dispuesto a priorizar de lo propio o acceder y acompañar al otro”, comentó la experta.
A su turno, Silvina Buchsbaum, psicoanalista y miembro de APA, postuló en conversación con Infobae: “Una pareja inteligente es aquella que comprende que convivir requiere libertad. Estar en pareja no significa estar en prisión, y convivir implica que ambos puedan disfrutar de su libertad, permitiendo al otro hacer sus actividades, compartir con sus amigos y desarrollar sus intereses. Es fundamental expresar claramente este concepto”.
No obstante, para Buchsbaum, “la libertad no es libertinaje ni hacer lo que uno desea sin considerar al otro: la verdadera libertad se ejerce con responsabilidad. Estar en pareja no es una restricción, sino la posibilidad de elegir, de decidir qué hacer y qué momentos compartir. Es esencial establecer desde el inicio lo que cada uno necesita y respetar esos límites para evitar malentendidos”.
“Cuando elegís una pareja, la persona tiene determinadas características que quizás no te gustan del todo. Es muy difícil intentar cambiar a alguien solo porque uno lo desea en la convivencia. Obviamente, algunas cosas pueden cambiar, pero aquellas características que te molestan seguirán molestando, probablemente. Cambiar es complicado. Entonces, cuando uno forma una pareja, debe aceptar que esa persona es como es: o la respetás o decidís dejarla, pero no podés intentar cambiarla”, enfatizó la psicoanalista.
Al tiempo que resaltó: “Es necesario hacer acuerdos sobre lo que cada uno quiere y necesita en la pareja, sobre lo que está dispuesto a aceptar y a dar. Si después se cambian algunas reglas, eso puede generar conflictos y malestar”.
En tanto, Beatriz Goldberg retomó: “Es importante que la decisión de convivir no se tome durante la fase inicial de enamoramiento, cuando la percepción de la otra persona puede estar idealizada. Convivir implica enfrentarse a la realidad de una persona que no siempre se ajusta a la imagen que uno ha construido en su mente. Por eso, es aconsejable establecer pautas claras antes de dar este paso, lo que puede incluir desde aspectos tan simples como quién se encarga de determinadas tareas, hasta cómo se gestionan los espacios compartidos”.
Agustina Fernández aportó: “Convivir no es fácil con nadie, ni siquiera con la pareja que uno elige. Sin embargo, ya que se elige y se está dispuesto a lanzarse en esta aventura, lo mejor es tomárselo con calma y darse suficiente tiempo para conocerse. De a poco, aunque alguien pueda estar de novio o conocer a otra persona durante mucho tiempo, la convivencia nos enfrenta con aspectos del otro que no se conocen de otra manera, solo conviviendo, enfrentándonos con lo más íntimo del otro”.
Y para cerrar, Buchsbaum desarrolló: “Convivir con la pareja muchas veces conlleva una crisis. Al principio todo es mucha ilusión, proyecto, y se tiende a pensar que la pareja todo lo puede. Pero, con el tiempo, te das cuenta de que está constituida por dos personas, que es necesario conformar un psiquismo común, y que cada uno tiene sus propios deseos e historias. Es necesario tiempo para que dos personas se puedan amalgamar y empiecen a entenderse y aceptarse mutuamente en lo que es la convivencia”.