La censura en las telecomunicaciones, internet, medios digitales, redes sociales y sistemas de mensajería instantánea al igual que el monitoreo, espionaje y control de los opositores, la población y todos aquellos que alcen la voz en contra son una irrenunciable necesidad de los regímenes que de facto decretan una “dictadura digital”.
La cooptación de los poderes del Estado parece una obviedad al igual que la ausencia de independencia cuando impera una dramática situación como la que atraviesa la querida Venezuela. En paralelo, la censura y restricciones de candidatos junto a la instalación de la cultura del miedo y un clima hostil que provoca incertidumbre permanente corona la “crisis” imponiendo límites y denegación de acceso a observadores externos, incluyendo además la compra de votos y manipulación de boletas, cómputos y resultados.
Los ciberataques en procesos electivos son una novedad reciente y tienen como blanco un amplísimo abanico de objetivos. Existen de formas diversas y complejas, pero en todos los casos los modelos de procesamiento de información para este fin consideran: planes de contingencia, controles digitales y físicos suficientes y satisfactorios, y auditorias técnicamente alineadas a mejores prácticas internacionales.
En mayo último las agencias de seguridad alemanas advirtieron sobre un aumento de agresiones digitales de cara a las próximas elecciones de la Unión Europea. En simultaneo 5 miembros del Parlamento del Reino Unido fueron atacados como parte de una campaña de espionaje, anticipando supuestamente entorpecer la actividad de estos en las elecciones que arrojaron como ganador al Laborismo.
En septiembre de 2017, el Ejecutivo alemán y los servicios secretos advirtieron sobre un probable ciberataque en los días previos a los comicios de aquel año. Alemania decidió incorporar alternativas para la población con una mayor demanda de los votantes por correo, y más del 24% de los alemanes optaron por expresar su preferencia política por ese medio. El mes pasado, el organismo de control de la privacidad del Reino Unido anunció que fallas técnicas y de configuración dejaron la puerta abierta a piratas informáticos chinos que, durante un ataque en 2021, accedieron a información personal, incluidos nombres y direcciones particulares, de personas registradas para votar.
Está claro que gobiernos, políticos, funcionarios y organizaciones como los partidos políticos son “target” permanente para las apetencias de dictadores y estructuras que promueven la desestabilización institucional y democrática. Pero también que las operaciones de “bandera falsa” son y serán una constante, por lo que endilgar y demostrar responsabilidad es una entelequia difícil de alcanzar.
El humor social y la desinformación son componentes activos en esta alquimia. Los algoritmos están puestos al servicio de las noticias falsas: una noticia real demanda seis veces más tiempo que una falsa para que sea incorporada y aceptada, el humano como vector de propagación tiende a difundir y compartir “fake news” en un 70% más oportunidades que si se tratara de una verdadera.
La tendencia es al alza, un incidente justo antes de las elecciones al Parlamento Europeo y la divulgación pública de otro gran ataque a una entidad política alemana, el Partido Socialdemócrata (SPD), atribuido a ciberdelincuentes respaldados por el estado Ruso, se suma a una oleada de ciberataques que alimentan las ambiciones nucleares de Corea del Norte o los 68 ciberataques denunciados por Francia relacionados con los Juegos Olímpicos de París; establecen una tendencia irreversible que será cada vez más frecuente e invariablemente inocultable.
La acusación del fiscal general del régimen de Venezuela sobre María Corina Machado por el supuesto hackeo contra el sistema electoral realizado desde Macedonia del Norte y, en simultaneo, Maduro responsabilizando a Elon Musk por lo mismo, colisiona con la abierta y comprobable declaración de Anonymous que le declara la guerra a Nicolás Maduro y saca de servicio varios sitios web del régimen.
Anonymus, un colectivo sin jerarquías, sin líderes, sin nombres ni caras, que sostiene que el conocimiento es libre, irrumpe como un Robin Hood de la era digital y anuncia: “No perdonamos, no olvidamos. ¡Espérennos!” Y dice: “Dictador de izquierda o dictador de derecha, no existe un buen dictador. Defender a los tiranos es defender a los tiranos sobre los sueños y, a menudo, los cadáveres de las personas sobre las que construyen su riqueza y poder. Estos no son líderes ni gobiernos, sólo criminales empoderados. Si defiendes la tiranía, no importa con cuántas banderas o ideologías te envuelvas, también eres un tirano”.
A estas alturas Anonymus ha hackeado más de 300 sitios oficiales del Gobierno venezolano, evidenciando además ayuda tecnológica por parte de Rusia y China a Maduro y su régimen.
Pero en un nuevo giro dramáticamente bizarro Maduro ha declarado que Whatsapp es una amenaza. Sí, un nuevo frente de combate para el régimen chavista, que insta a los ciudadanos a desinstalarla y que la reemplacen por Telegram o WeChat, fabricadas por “amigos” y con garatías de vigilancia sobre la población, esto claro, luego de que aparentemente Anonymous filtrara el número de teléfono del Dictador generando una interminable casacada de mensajes provenientes de remitentes desconocidos.
El régimen venezolano tiene antecedentes ya de larga data, desarrolló años atrás Venapp, una app dedicada al control y vigilancia social, pero utilizada durante los comicios últimos para monitorear la actividad de los usuarios e identificarlos a la hora de participar en manifestaciones con el propósito de detenerlos y encarcelarlos.
A esta altura y a la luz de los acontecimientos está claro que “La Tecnología” se ha constituido en un arma de gran calibre y alto impacto, todo depende en manos de quien, y cual sea el objetivo final, tanto la ética como los aspectos ideológicos de su empleo debe interpelarnos respecto de que la tecnología no es el problema, sino el humano promedio o mediocre que la diseña y crea, facilitando el acceso y uso sin controles ni límites a ignorantes y Dictadores.