Tal vez nunca, en sus sesenta y cinco años de vida, Mauricio Macri haya sido tan maltratado en público como lo fue esta semana. “Inepto”, “tibio”, “cagón”, “olvídate de la hidrovía”, “vas a terminar preso”, “kuka”, “especulador” eran algunos de los elegantes textos que le dedicaron.
Ni 678, en sus peores tiempos, se había atrevido a tanto.
La curiosidad es que los insultos no provenían del kirchnerismo ni de la izquierda, sus tradicionales enemigos, ni tampoco de trolls anónimos. Quienes se dedicaron cuarenta y ocho horas seguidas a insultarlo eran personas con nombres y apellidos cada vez más conocidos: Daniel Parisini, Agustín Romo, Juan Doe y Luciano Cabrera, entre otros.
El primero es el célebre Gordo Dan, reciente ganador del Martín Fierro al tuitero más influyente, y conductor de La Misa, un programa de streaming donde desfilan funcionarios. Dan se hizo famoso cuando le avisó por X a dos olvidados secretarios de Estado que su destino estaba sellado porque se habían atrevido a expresar una idea con un levísimo matiz de pensamiento propio. Agustín Romo es un íntimo amigo de Santiago Caputo, el asesor de mayor confianza del Presidente, y actual jefe del bloque de la Libertad Avanza en la provincia de Buenos Aires. Luciano Cabrera es el militante que está detrás de la cuenta “El Trumpista”, desde donde acusó a nueve periodistas la semana pasada de haber encubierto los golpes de Alberto Fernández a Fabiola Yañez –y fue retuiteado por el Presidente. Doe es un joven tuitero que cobra del Estado como director de Comunicación Digital.
En las últimas horas todos ellos coincidieron en atacar a una persona: Mauricio Macri.
Mientras eso ocurría, La Derecha Diario, otro de los instrumentos mediáticos del oficialismo publicaba una nota titulada: “Correo Argentino: la causa que salpica a Mauricio Macri por defraudar al Estado”. No se había producido ninguna noticia en esa causa. No había razones periodísticas para recordar la cuestión. Sin embargo, ahí estaba.
La bajada de la nota explicaba: “El ex presidente y parte de su gabinete se encuentran imputados por corrupción y administración fraudulenta”. Y la nota: “En el corazón del debate político argentino, la causa judicial conocida como ‘Correogate’ tiene en la mira al ex presidente Mauricio Macri. La investigación gira en torno a la polémica condonación de la millonaria deuda que el Correo Argentino mantenía con el Estado, firmada cuando él estaba en Casa Rosada, que salvó económicamente a sus empresas, generando acusaciones de corrupción y administración fraudulenta. Ariel Lijo, el juez propuesto por el presidente Javier Milei para integrar la Corte Suprema, es el encargado de la investigación. Esto ayuda a entender el nerviosismo que mantiene el ex mandatario por su nominación, y todas las operaciones que está impulsando en contra del gobierno”.
Insultos en las redes por parte de políticos y militantes muy valorados por el Presidente, publicaciones de notas sobre causas judiciales contra Macri en medios vinculados al Aparato de Propaganda Oficial, fueron complementados por la aparición de un abogado de la Secretaría de Inteligencia del Estado en el tribunal que investiga la causa por espionaje ilegal contra políticos y periodistas que compromete a altos funcionarios de la administración macrista.
Todos estos movimientos tan llamativos se produjeron en el contexto de una creciente tensión entre Milei y Macri, que presumiblemente son aliados en la lucha para que la Argentina deje atrás al kirchnerismo, o 70 años de fracasos, o el socialismo, o una combinación de esas supuestas patologías.
En las semanas previas, Macri había dejado en claro que sus enemigos eran Santiago Caputo y Karina Milei, las dos personas de mayor confianza del Presidente. Eso se completó con varias derrotas oficialistas en el Parlamento, que sólo pueden explicarse por el activismo de Macri para que así sucediera.
La primera de esas derrotas ocurrió el miércoles cuando la Cámara de Diputados derogó por una mayoría aplastante el Decreto de Necesidad y Urgencia que le regalaba a la Secretaría de Inteligencia cien mil millones de pesos para que los gastara como quisiera. Esa misma tarde arrancaron las agresiones, amenazas y carpetazos contra Macri. Al mismo tiempo, Javier Milei invitó a Macri a cenar. Lo único que se sabe de esa cena es lo que dijo el Presidente en un reportaje: que le pidió explicaciones a Macri por el voto en la Cámara de Diputados y que a él no le resultaron satisfactorias.
El jueves las cosas se agravaron cuando el Presidente fue humillado en el Senado. La Cámara alta convirtió en ley un proyecto ya aprobado en Diputados para modificar la ley de movilidad en beneficio de los jubilados. La modificación fue ciertamente moderada. Nada dramático en relación a los números. De hecho, hay economistas como Carlos Rodríguez para los cuales ni siquiera produce un costo fiscal extra. Pero los números fueron terribles: Milei perdió 61 a 8. No hay registros de una derrota de esa magnitud para ningún presidente en la historia democrática argentina.
Por alguna razón que anidará en su alma, Macri necesitó retroceder unas horas después y emitió un largo comunicado donde insultaba a sus propios senadores -que habían contado con su acuerdo para dar el golpe- y apoyó el veto presidencial.
Milei fue lapidario:
-No entiendo. O no maneja la tropa o la tropa no entiende lo que dice.
En el barrio tuitero de Milei había algarabía:
-De llamar a votar a tus legisladores con los kukas para quebrar al gobierno y fundir al país por caprichos personales no se vuelve—auguraba el Gordo Dan.
-Basta Mauricio, no vamos a usar tu pliego para la hidrovía—lo gastaba Romo.
–Mauricio, estás rechapa loko, medicate—se sumaba Oppenheimer, otra de las cuentas favoritas del Presidente.
Dan fue un poco más allá:
-Cerrá el Congreso, Javo. Es ahora!!!
Tal vez Milei tenía un punto en su pelea con Macri. Los diputados y senadores del PRO le produjeron al Gobierno una derrota muy dura en el Parlamento. ¿No éramos aliados? ¿No era que querías ayudarme?, tiene todo el derecho del mundo a reprochar el Presidente. Claro, Macri podría responder que él fue clave para que el Presidente esté donde está y que desde entonces solo recibe ninguneos y desplantes. En cada pelea siempre hay dos versiones. Los de afuera son de palo. En cualquier caso, Milei deja una señal clarísima: cualquiera que se le oponga, sea quien sea, aun cuando tuviera sus razones, recibirá un trato impiadoso. Y eso vale para todos. Que se sepa. El revoleo de viejas causas judiciales es toda una señal al respecto.
Otro ejemplo de las reglas que rigen las disputas por el poder en estos tiempos se puede percibir en la evolución del vínculo entre Milei y su vice, la insumisa Victoria Villarruel. Esta semana, Villarruel faltó a la cena de camaradería de las Fuerzas Armadas, sostuvo que no está de acuerdo con la designación del juez Ariel Lijo y, en la misma sesión del Senado donde el oficialismo fue humillado, se regodeó cuando el jefe de la bancada peronista, José Mayans, utilizó el apodo de “jamoncito”, inventado por ella, para humillar al Presidente. En los mismos reportajes en los que despreciaba a Macri, Milei se distanció claramente de la visita que varios diputados libertarios le hicieron a un grupo de ex militares condenados por gravísimas violaciones de derechos humanos, y sugirió que la culpa de ese episodio es de Villarruel.
Villarruel, mientras tanto, recibía amenazas. La más significativa de ellas provino de Nicolás Márquez, un viejo amigo de ambos. Márquez es el coautor de una biografía muy laudatoria del Presidente. En el prólogo de ese libro cuenta cómo nadaron juntos en la pileta de Olivos cuando fue a realizarle una nota sobre su vida. El vínculo de Márquez con Villarruel es de más larga data. Ambos integran el pequeño grupo -junto a Juan Yofre, el mayor Mercado, el cura Olivera Ravasi o Cecilia Pando- que defiende desde hace más de veinte años a los militares condenados por delitos de lesa humanidad.
Por eso, porque son del mismo palo, las amenazas de Márquez contra Villarruel son significativas:
“ME HINCHE LAS PELOTAS -escribió-. Si algo me saca de las casillas es la deslealtad. Gente que conozco desde hace veinte años, que nunca tuvo un solo voto, y ahora gracias a la generosidad de Milei llegaron a lugares de importancia inimaginables, le pagan siendo inorgánicos y meando agua bendita. En cualquier momento me voy a hartar y les voy a contar sobre ellos. Los conozco muuyyyy bien. Hasta ahora enmudecía por disciplina cívica a un gobierno heroico al que apoyo con énfasis. Pero los traidores merecen que se les exponga al gran público. Uno puede ser muy fotogénico y vender cara de bueno, pero somos muchos los que conocemos a pie juntillas sus miserias humanas”.
Milei podrá argumentar con cierta razón que su vice no le es leal. De hecho, ella se retiró del acto de asunción cuando él hablaba, le objetó la designación de un juez, disintió con él sobre el aumento de dietas y le estampó un apodo hiriente, que era toda una desautorización –o un intento, al menos- hacia la figura presidencial. Ella dirá que le prometieron que se encargaría de Seguridad y Defensa y la desplazaron sin explicarle por qué, que la destratan en cada acto público, que la han corrido de las reuniones de gabinete, que han difundido que Milei la apoda “bicha cruel”, y que las huestes tuiteras de la Casa Rosada se han metido hasta con su vida privada.
Todos ellos –Macri, Villarruel, Milei- tienen sus argumentos. Pero lo más relevante, en este caso, es la decisión de Milei. Ante el conflicto, arremete sin piedad. Parte de esa estrategia incluye la humillación pública. Lo otro significativo es que no se mueve del esquema de poder donde se siente cómodo. Él, Santiago Caputo y Karina Milei son el triángulo de acero. Todo lo demás se verá. Y si a Macri o a Villarruel no les gusta, verán que hacen.
La lógica de estas cosas se explica por una frase muy profunda que Parisini ha destacado en la apertura de su cuenta de X: “Todo aquel que cuestione el más mínimo detalle de lo que hace Javier Milei es un pelotudo y, fundamentalmente, un hijo de puta”. Textual.
No se trata de un clima especialmente liberal donde las ideas puedan ser toleradas y circulan libremente, y conviven unas con otras. Se trata, en cambio, de una idea de cómo ejercer el poder, donde hay un líder infalible y cualquier disenso debe ser castigado como una traición imperdonable, con todas las armas disponibles. La agresividad presidencial contra periodistas, economistas o políticos que lo enfrentan se transmite hacia adentro en un clima de terror interno donde cualquiera puede ser castigado en cualquier momento hasta por las razones más desconocidas y arbitrarias: desde personajes relevantes como Mauricio Macri o Victoria Villarruel hasta otros de jerarquía menor como las diputadas Lourdes Arrieta o Marcelo Pagano. En el medio, pueden rodar decenas de cabezas: Carlos Maslatón, Carolina Píparo, Carlos Kikuchi, Nicolás Posse, Fátima Florez, y así hasta el infinito.
Ese estilo se ejerce sin ninguna vergüenza. Hay varias páginas de El Mago del Kremlin, esa novela de Giuliano Da Empoli, que muchas personas han oído recomendar a Santago Caputo, donde se recomienda hacer estas cosas y dejar que se sepan para que en el cuerpo social se vaya expandiendo el miedo a hablar, a discutir, a publicar cosas indebidas, a disputar poder con el Líder. La sociedad argentina, desde 1983, le ha puesto límites a métodos similares, cuando eran impulsados desde otras trincheras ideológicas. Para Mauricio Macri -y tantos de sus seguidores que se erigían como garantes de las libertades individuales cuando gobernaba el kirchnerismo- es todo un desafío. ¿Seguirá fieles a esos principios liberales o será hora de validar métodos que en otros tiempos repudiaban porque sostenían que provenían del chavismo?
¿Le servirá todo eso a Milei? ¿Logrará disciplinar a una sociedad que suele ser, tarde o temprano, rebelde? Quién sabe. A juzgar por lo que ha construido, podría ser. Nadie construyó poder tan rápido casi en ningún lugar. Pero si se mira lo que ha pasado en el Parlamento, el método Milei puede producir derrotas calamitosas. Si un Presidente pierde una votación 61 a 8, es evidente que no hizo las cosas como debía. Y si el día anterior es derrotado 150 a 40, más aún. Y si en medio, pierde la presidencia de la comisión que supervisa a la SIDE a manos de un declarado enemigo, ni qué hablar.
Por fuera de todas estas minucias, tiene su lógica que el Líder aplique castigos ejemplares contra los díscolos.
Él lo ha dicho cada vez que se lo preguntaron:
“Con las cucarachas no se discute. ¿Usted discutiría con una cucaracha? No. Se avanza y ya está”.