En 1974 Acdel Edgardo Vilas era un coronel que estaba en condiciones de ascender a general. No era considerado su ascenso porque era señalado como “nacionalista-peronista” con fluidos contactos con sindicalistas y políticos. A través de un suboficial mayor de la seguridad presidencial logró contactarse con Juan Esquer, jefe de la custodia de Isabel Perón. Por la gestión de este contacto, Vilas logró conversar con la presidente en Olivos. De ese encuentro parte la orden presidencial al Ministro de Defensa, Mario Savino para que el teniente general Leandro Anaya ascienda a Vilas a general de brigada a fines de 1974. En esa misma época la Compañía de Monte “Ramón Rosa Jiménez” del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) en Tucumán había sufrido una crisis interna que obligó a Roberto Mario Santucho a reorganizarla. Designó como jefe al “capitán Santiago”, Hugo Irurzún, un estado mayor en operaciones y 3 pelotones integrados por un jefe y 22 combatientes cada uno. Con estas decisiones, al decir de Santucho en una carta, se intentaba “completar la compañía para iniciar la campaña, terminar la campaña con la compañía experimentada para pasar al batallón.”
El 1º de diciembre de 1974, efectivos de la unidad, bajaron del monte para participar en el asesinato del capitán Humberto Viola. En ese hecho murieron también su hijita María Cristina, dejando gravemente herida a su otra hija, todo ante la esposa embarazada y los padres y abuelos de las víctimas. Con el pasar de las semanas el clima se volvería cada día más angustioso como supo interpretarlo la senadora rionegrina Martha Minichelli de Constanzo: “Ésta de hoy, no puede ser mi Patria.” Ya en ese mes, el Gobierno impartió las órdenes para concretar la futura Operación Independencia.
El lunes 5 de enero de 1975, a las 11 de la mañana, un avión Tween Otter que sobrevolaba la zona de la Quebrada de Aconquija se desplomó a tierra. La máquina transportaba, en un vuelo de reconocimiento, al comandante del Cuerpo III, general de brigada Enrique Eugenio Salgado; el jefe de la V Brigada de Infantería, general de brigada Ricardo Agustín Muñoz y once oficiales de sus estados mayores. Como consecuencia de las pérdidas son designados Carlos Delía Larroca en la jefatura del Cuerpo y Acdel Vilas en la Brigada. Por ese accidente y la calidad de los militares muertos el ERP tomó conciencia de que algo se estaba planificando.
En un agobiante “clima de época”, un informe para los niveles superiores del PRT-ERP revela un detallado recuento de las fuerzas que enfrentarían a partir del Decreto 261/75 de la presidente María Estela Martínez de Perón ordenando: “El comando General del Ejército procederá a ejecutar las operaciones militares que sean necesarias a efectos de neutralizar y/o aniquilar el accionar de elementos subversivos que actúan en la provincia de TUCUMAN”.
Según la inteligencia del PRT-ERP “el 9 de febrero (de 1975) el enemigo inició un nuevo operativo militar con el empleo de un total aproximado de 5.000 hombres, con una fuerza de tarea nucleada en torno a la Vta. Brigada de Infantería de Montaña (3.500 hombres), con los Regimientos 19 de Infantería (Tucumán), 28 de Infantería de Monte (Tartagal, Salta), 20 de Infantería de Montaña (Jujuy), el Grupo de Artillería de Montaña 5, Regimiento 5 de Caballería de Salta, Batallón de Ingenieros de Santiago del Estero, Compañía de Comando de Ingenieros, de Comunicaciones, de Sanidad, pertenecientes a la Vta. Brigada, 3 Escuadrones de Gendarmería, 3 Compañías de la Policía Federal, fuerzas policiales provinciales. Las fuerzas militares actúan reforzadas por oficiales y suboficiales provenientes de unidades de todo el país.” En suma, el general Acdel Vilas comandaba un ejército más numeroso que el del general José de San Martín cuando cruzó a Chile con el Ejército de los Andes.
Al comenzar 1975 el Ejército conocía el plan operativo del PRT-ERP para ejecutar en el país y se sorprendió, por no decir asustó: “En la primera etapa, la lucha armada se reducirá a Tucumán, pero posteriormente se irá extendiendo por todo el Norte hasta llegar a enlazar geográficamente áreas cercanas a regiones urbanas como Córdoba, Rosario, Santiago del Estero, Catamarca, Chaco, Formosa, norte de Santa Fe, etc.” Arnold Kremer, “Luis Mattini”, el sucesor de Santucho, diría años más tarde que “la idea nuestra era una guerrilla rural, que en el caso de Argentina obligara al ejército a ir a combatirla, sacarlo de las ciudades, llevarlo al lugar donde la geografía compensaba las diferencias (…) lo del ERP no se puede calificar de soberbia, pero en todo caso tuvimos una enorme subestimación del enemigo. Y el enemigo no nos subestimó, nos sobreestimó.”
Como relató Jorge Mones Ruiz, un joven oficial de aquella época: “El general Vilas es llamado al Estado Mayor y lo designan comandante de la V Brigada y jefe de la ‘Operación Independencia’. Llega en febrero a su destino con la expresa orden del poder político de “aniquilar” la subversión con métodos convencionales y no convencionales. Él entendió como sea, de allí que instala el primer lugar secreto de detenidos, “la Escuelita”, a tan solo cinco cuadras del Comando Táctico en Famaillá. En “la Escuelita” se llevaban registros a los que no tenían acceso el poder político provincial (gobernador Amado Nicomedes Juri) y Castelli (jefe de la policía). Ni siquiera la Justicia. En una oportunidad, Isabel Perón visitó el puesto de comando y en presencia del general Vilas y todos sus oficiales reiteró que había que aniquilar a la tropa guerrillera y que ‘todo el poder político estaba detrás de él para apoyarlo’. ‘Matarlos y aniquilarlos a todos’, afirmaron ella y (José) López Rega. ¿Por qué había que aniquilarlos? Nos explicaban que todavía no habían instrumentado las medidas legales para combatir la subversión. Porque en la época de Héctor Cámpora, se había disuelto la cámara federal y como no querían volver a una nueva amnistía el poder político ordena aniquilarlos. No prisioneros. ¿Qué juez, luego de la muerte del juez Jorge Vicente Quiroga, asesinado por el ERP-22, iba a condenar a un subversivo? ¿Y cuándo matan los Montoneros al ex Ministro (Arturo) Mor Roig? Fue durante la vigencia de un gobierno constitucional. Antes asesinan al sindicalista José Ignacio Rucci. Como el poder político analiza que no tiene mecanismos legales, ordena su aniquilación.”
En una operación de alto riesgo, la Compañía de Monte RRJ decide atacar el 28 de mayo la sede del Comando Táctico avanzado de la Quinta Brigada en Famaillá. El objetivo era coparlo, fusilar a toda la oficialidad, liberar a los presos y apoderarse del armamento. El éxito del operativo guerrillero tendría un alto impacto psicológico porque el 29 de mayo se festejaba el Día del Ejército. El martes 27 de mayo de 1975, antes de iniciar la marcha hacia el punto de reunión, los capitanes “Aníbal” (Oscar Asdrúbal Santucho, hermano del jefe del PRT-ERP) y “Santiago” (Hugo Irurzún, años más tarde muerto en Paraguay tras el asesinato del nicaragüense Somoza) arengaron al grupo y se dirigieron desde el punto de concentración hasta una finca en Sorteis, situada a unos 18 kilómetros de Famaillá. Apresaron a sus dueños y fue convertida en lugar de concentración de efectivos.
Ese mismo día, la policía de Famaillá detuvo a varios guerrilleros mimetizados con la población con cuadernos que contenían el croquis de la plaza y de instalaciones militares de la localidad. A la vez, un peón de la finca Sorteis, se fuga y denuncia la presencia de los guerrilleros. El general Adel Vilas ordenó que el escuadrón “Jesús María” explorara desde Ante Huerta (40 Km. De Famaillá) al este de la ruta nacional 38 (Bella Vista – Simoca), sin hallar nada. El 28 de mayo a la mañana, los 117 guerrilleros levantaron el campamento y se pusieron en marcha con varias camionetas y camiones, dirigiéndose por un camino secundario a Famaillá. Próximos a la escuelita local en Manchalá, encontraron sorpresivamente un Unimog con dos suboficiales y 9 soldados de la Compañía de Ingenieros 5 de Salta, que estaban reparando el edificio. Si bien los terroristas deberían haber continuado la marcha a Famaillá porque el objetivo estaba cercano, decidieron enfrentar al grupo militar generando un tiroteo. En medio del mismo, intentaron continuar, pero el vehículo de punta (Ford F-100) quedó atascado en un pozo e impedido de avanzar, a la vez que recibía fuego desde la escuela.
El soldado apostado en la puerta de la escuelita cayó herido y se generalizó el combate. Los guerrilleros intentaron copar la escuela sin éxito. La radio de los defensores fue inutilizada por un disparo, quedaron incomunicados y rodeados. Un suboficial logró eludir el cerco y se dirigió al Comando Táctico para solicitar apoyo. Éste se encontraba a 18 kilómetros y Vilas resolvió comprometer a gran parte de su comando para poder apoyar a los efectivos que se defendían. Luego de varias horas de combate, el ERP, al ver el convoy militar que se aproximaba inició la retirada y, como resultado de este combate, los guerrilleros sufrieron la baja del “teniente Dago” (Domingo Villalobos Campos, un chileno incorporado al ERP en agosto de 1974), Ricardo (Juan Carlos Irurtia) y heridos a “teniente Pedro” (Héctor Burgos) y el “Hippie”(Ramiro Leguizamón). Santiago Irurzún fue herido en una pierna y dejó la jefatura de la Compañía en manos de Lionel Pato Mac Donald. El fracaso afectó nuevamente la moral de combate de la unidad del monte y su imagen ante la población. También cayeron en manos del Ejército numerosas armas que eran transportadas en los vehículos; importante información sobre planes del ERP y organigramas de la organización; listas de sus integrantes y 40.000 dólares en efectivo. En el combate de la Escuelita de Manchalá pelearon, conducidos por dos suboficiales, un grupo de soldados conscriptos de la Compañía de Ingenieros de Montaña 5, con sede en Salta. Como ellos me lo han recalcado lo hicieron por la bandera y el gobierno democrático de la época.
A varios de ellos los conocí en mayo de 2015 en la ciudad de Salta, cuando presenté la película “La Escuelita de Manchalá”, de Sandro Rojas Filártiga. El acto se realizó cuando aún se discutía la demolición del monumento que recordaba el combate, por iniciativa de un concejal (cuyo nombre ya pasó al olvido) y la actitud mendicante del entonces comandante de la Brigada de Infantería de Montaña. Pero además del concejal y el general –hay que decirlo—existió una generalizada actitud silente, pasiva, del gobernador de Salta y gran parte de las fuerzas vivas.
Participaron en la defensa de la escuelita y resistieron al ERP los suboficiales Reynoso, Serafín Lastra y cabo Gerardo Lafuente (el más importante), y a los soldados clase ‘53 y ‘54: Osvaldo Alcalá, José “Pepe” Romero, Rodolfo Demayo, Sergio Oñativia, Adrián Segura, Roberto Mamani (herido), Luís Peñaranda, Jesús Pucapuca, Luís Arce, Juan Sulca, Pardal y Villalba. En estos años transcurridos, donde muchos de los terroristas que atacaron fueron reparados económicamente y homenajeados con un monumento, a los soldados se les dio vuelta la cara. Juan Sulca, por ejemplo, seguía trabajando por escasos pesos por día; Carranza realizaba tareas menores en una finca tabacalera; otro fue echado del trabajo y es vendedor ambulante. Los demás se defendían económicamente como podían. Algunos pensaban que han hecho algo malo. Otros sostienen “no me cambien la historia”. Aún recuerdan los gritos del jefe erpiano que les gritaba: “Ríndanse, la cosa no es con ustedes es con los oficiales”. Mentira, también mataron soldaditos, menores de 20 años. Como evaluó el general Vilas tras duros combates, “desarticulado en la ciudad, barrido de su periferia industrial, cercado en los cañaverales, perseguido en el monte, sin abastecimientos, sin suministros, sin capacidad ninguna de reclutamiento, el ERP estaba derrotado. Así lo comprendió su estado mayor que a partir de San Gabriel comienza la desmovilización de los contingentes que debían comenzar su marcha hacia Córdoba y el Gran Buenos Aires”.
El 15 de diciembre de 1975, Vilas fue reemplazado por el general Antonio Domingo Bussi porque no estaba en sintonía con la nueva conducción que ejercía Jorge Rafael Videla. “Mi actuación en Tucumán, escribió Vilas, no había sido del agrado ni del Comandante en Jefe, Teniente general Jorge Rafael Videla, ni del comandante del III Cuerpo de Ejército, general de división Luciano Benjamín Menéndez. Las causas no las conozco, aún cuando las intuyo. Hice entonces todos los intentos que fue posible para quedar al frente de la Vta. Brigada, pues sabía que la interrupción del desgobierno justicialista era cuestión de días o a lo sumo de un par de meses y que casi con seguridad -como luego ocurrió- el comandante de la brigada también sería nombrado gobernador de la provincia”.