34 años han pasado desde el crimen de Puerto Hurraco. El pequeño pueblo de la pedanía de Benquerencia se vio envuelto en una espiral de odios y rencores entre dos familias, los Cabanillas y los Izquierdo, que acabó con una masacre perpetrada en plena calle y a vista de todos.
El 26 de agosto de 1990 Puerto Hurraco estaba viviendo un típico domingo de verano, cuando la calma fue rota por un Land Rover que estacionó en el centro del pueblo. En él viajaban Antonio y Emilio Izquierdo (de 53 y 58 años), que ataviados con equipos de caza y dos escopetas, salieron y comenzaron a disparar contra la gente que allí se encontraba.
En un principio su objetivo eran solamente los miembros de la familia Cabanillas, pero cómo más tarde reconocieron, en un punto simplemente comenzaron a disparar a todo lo que se movía. Tras una agónica media hora, nueve personas fueron asesinadas, entre ellas dos niñas de 12 y 14 años, y otras 15 resultaron heridas. Ni siquiera la llegada de los dos primeros guardia civiles frenó el ataque, que recibieron varios disparos.
Los dos tiradores escaparon del lugar y no fue hasta el día siguiente, y gracias a un despliegue de casi 200 unidades, acompañadas de perros de búsqueda y varios helicópteros, que fueron detenidos en un monte cercano en el que se habían escondido. “Que sufra ahora el pueblo como he sufrido yo”, fueron las únicas palabras que pronunció uno de los hermanos mientras le ponían las esposas.
El juicio contra los hermanos
Tuvieron que pasar tres años para que diera comienzo el juicio contra los dos detenidos. Con nada de margen para intentar demostrar la inocencia de los hermanos, su abogado, Javier Luna, basó la defensa en demostrar que sus clientes eran unos enajenados mentales que habían llevado a cabo los asesinatos estando fuera de sí.
Emilio se esforzó en demostrar esta versión durante todo el litigio, declarando que “no sé lo que pasó. Salimos mi hermano y yo de casa, pero no íbamos con ninguna intención de matar. Mi cabeza se quedó en blanco, no se lo que hice. Tampoco recuerdo si iba armado, solo que nos dirigimos al campo, pero sin idea de matar. Cuando me empecé a dar cuenta de lo que ocurrió fue cuando me despertó un Guardia Civil”, según lo recoge el diario ABC. Sin embargo, durante todo el proceso no fue capaz de esconder el gran rencor que tenía a Puerto Hurraco por la muerte de su madre.
Por otra parte, Antonio tuvo mejor memoria, pero aseguró que se había sentido obligado a acompañar a su hermano, pero no disparó a nadie. “La Guardia Civil la ha tomado con nosotros. Realicé varios disparos al aire para avisar a la gente. Disparé para avisar al personal. No sabía que iba a una matanza, si llego a saberlo no habría ido con él”, declaró. Nada de esto les valió y los dos acabaron ingresando en prisión.
La suerte fue diferente para las otras dos hermanas, Luciana y Ángela, de los asesinos, que según la gente del pueblo serían las verdaderas instigadoras del crimen. Pese a sus testimonios, en los que tuvieron muchas contradicciones, las pruebas contra ellas no fueron suficientes para enviarlas a la cárcel. Sí para que el juez las mandara a internar en en el Psiquiátrico de Mérida.
La muerte de los Izquierdo
Aunque en diferentes instituciones, los cuatro acabaron entre rejas. Luciana. apodada la ‘Víbora’, tras pasar casi una década internada, fue la primera en fallecer el 13 de enero de 2005 a los 77 años. La siguió su hermana Ángela, en noviembre de ese mismo año y con 62 años.
Emilio falleció en diciembre de 2006 en la cárcel de Badajoz por un problema cardíaco. Antonio fue al entierro de este y se despidió de él con una frase que resonó en todos los diarios: “Hermano, te vas al cielo con 74 años, pero te vas con la satisfacción de que la muerte de tu madre ha sido vengada” . El último de los Izquierdo relacionados con Puerto Hurraco se ahorcó en 2010 tras saber que le había sido denegada la condicional y que estaba obligado a pasar unos años más en la celda.
El comienzo de la historia
La historia de los Izquierdo, conocidos como los ‘Patas Pelás’ , y los Cabanillas, llamados ‘Amadeos’, comenzó en los años 60, años de posguerra en los que la escasez económica desgarraba pueblos como el de Puerto Hurraco. Unos problemas con las tierras fue el detonante que llevó a Jerónimo Izquierdo a apuñalar hasta la muerte a Amadeo Cabanillas.
Jerónimo acabó en la cárcel, pero nunca olvidó su odio contra los Cabanillas. La tensión creció cuando el 18 de octubre de 1984 se desató un gran incendio en la casa de los Izquierdo, que acabó con la vida de su matriarca, Isabel Izquierdo Caballero. La investigación no demostró la culpabilidad de nada, pero los hijos de la fallecida tenían una teoría clara.
Dos años más tarde fue el propio Jerónimo, que ya había cumplido su condena, el que volvió a atacar con un cuchillo a otro de los Cabanillas. Esta vez no consiguió acabar con su vida, pero si obligó al resto de sus hermanos a irse del pueblo a Monterrubio, a diez kilómetros del pueblo.
Este nuevo lugar no hizo más bien que avivar las llamas del odio contra los Cabanillas y, en su mente, cristalizó las sospechas de que el accidente había sido un asesinato. Además, sacó a relucir, según los vecinos que convivieron con los hermanos, los problemas mentales de Luciana y Ángela. “Decían que el ruido del contador de la casa les molestaba, llegaron al extremo de cortar la luz por este motivo”, confirmó uno de ellos a TVE. No se puede saber con exactitud qué es lo que pasó en esa casa durante esos años, pero el 26 de agosto de 1990 Emilio y Antonio salieron de ella, cargados con sus escopetas, para volver una última vez a Puerto Hurraco.