Miguel Ángel Pichetto definió que “un héroe es un traidor que tuvo éxito”. Si el resultado electoral del 25 de octubre de 2019 hubiera favorecido al diputado, convirtiéndolo en vicepresidente, quizás hoy sería visto como un héroe. No obstante, esto no sucedió. Durante los primeros meses de la presidencia de Alberto Fernández, Pichetto fue tildado de ‘traidor’ dentro del Partido Justicialista y considerado un ‘lastre’ en la coalición Juntos por el Cambio. El cálculo de uno de los políticos más experimentados del sistema partidario argentino resultó en un fracaso: apostó y perdió.
La traición es un fenómeno presente en todas las sociedades. Según el filósofo alemán Friedrich Nietzsche, lo que se considera heroísmo o traición depende en gran medida de la perspectiva, y el “éxito” de un héroe podría ser simplemente la aceptación social de sus transgresiones. En esta línea, Nietzsche introduce el concepto del “superhombre” y lo define como aquel individuo que crea sus propios valores y vive más allá de las normas sociales y morales de su época. Este individuo no se ve limitado por las nociones convencionales de bien y mal, y actúa de acuerdo con una moral propia, que a menudo es incomprendida por la mayoría. Desde esta perspectiva, el “traidor” que alcanza el éxito podría ser visto como un superhombre, ya que su éxito sugiere que ha establecido un nuevo paradigma moral o social, convirtiéndose en un “héroe” a los ojos de aquellos que adoptan sus nuevas normas
Ahora, debemos preguntarnos: ¿en la mayoría de los casos, los argentinos aceptan la transgresión del traidor y lo convierten en héroe, o, por el contrario, lo relegan al olvido y a la justicia doctrinaria? Augusto Timoteo Vandor, exsecretario general de la UOM, fue quizás el emblema de la disputa del concepto de traición en la Argentina del siglo XX. Desde la llegada de Onganía al poder, Vandor no titubeó en pactar con el gobierno de facto y promovió una línea disidente dentro de la Central Obrera, buscando un “Peronismo sin Perón”. Sin embargo, el verdadero héroe del siglo XX para el pueblo argentino seguía vigente. Su hazaña no fue más que un refuerzo de la agonía doctrinaria en momentos de revoluciones y saltos adelante. En lo que algunos historiadores han denominado el “Operativo Judas”, una banda difícil de identificar asesinó a la disidencia y avaló al líder: esa transgresión no estaba permitida
¿Es Vandor un incomprendido, como sugiere Nietzsche? ¿O acaso vio la oportunidad de establecer una nueva conducta política dentro de un pueblo moralista? El 1 de mayo de 1974, en una plaza repleta de trabajadores y jóvenes, el general Perón, entonces presidente de la Nación Argentina, pronunció su último discurso por el Día del Trabajador. Entre cantos y empujones, el líder del Partido Justicialista calificó de “imberbes” a la columna de Montoneros que protestaba contra miembros del gabinete, marcando el fin de la relación entre el “viejo” y “la juventud maravillosa”. Curiosamente, el brazo armado acusaba de traidor al creador de la doctrina moral que había dictaminado en el operativo de 1969 que Vandor era un traidor. Y, por supuesto, el sindicalismo más ortodoxo también etiquetaba a estas agrupaciones como traidoras.
¿Por qué es importante este detalle histórico? En un contexto en el que dos gobernadores peronistas apoyan la aprobación de la ley de bases, y figuras importantes del peronismo del siglo XXI, como Daniel Scioli -excandidato presidencial por el Partido Justicialista en 2015-, ocupan puestos burocráticos significativos y defienden fervientemente al gobierno en sus discursos públicos, es crucial entender el origen de estos comportamientos.
Miles de librepensadores, militantes, dirigentes propios y ajenos se están encargando de analizar el comportamiento de los mencionados en tiempo real. No me quiero detener en eso. El análisis macroeconómico, sumado al detalle de la ley bases, es más que suficiente para entender que la agenda pragmática y de políticas públicas del peronismo poco tiene que ver con este gobierno.
No obstante, quisiera sumar un eje en esta caza de brujas. La traición, más que formar héroes, es cómplice de una cobardía producto de la incertidumbre sobre el país y las instituciones. La falta de liderazgo claro dentro del PJ es la grieta necesaria para abandonar la doctrina y abrazar el mesianismo. Con el paso de los años, se hace evidente que a Vandor no lo eliminó una sola agrupación, sino un conjunto de ideas latentes que persistían en la esperanza del líder. El ejemplo de Perón, con 17 años en el exilio, nos enseña que una conducción organizada es el remedio para las grietas y promueve la disciplina intrapartido.