No se tiene certeza de cómo Gaspar Flores, un soldado acostumbrado a las adversidades del Nuevo Mundo, recibió la noticia de la muerte de su hija, Isabel Flores de Oliva, conocida como Santa Rosa de Lima. Los padres, por naturaleza, no están preparados para perder a un hijo; es un sufrimiento antinatural que desafía la misma esencia de la vida. Para Gaspar, el dolor debió ser aún mayor al saber que su hija había dedicado su vida a ayudar a los demás y que muchos creían que había realizado milagros.
Al recordar a Isabel, quien desde joven se destacó por su fervor religioso y su espíritu de sacrificio, Gaspar probablemente sintió una mezcla de orgullo y tristeza. Aunque su vida como soldado lo había familiarizado con las pérdidas, nada podría haberlo preparado para el vacío que dejó su hija, quien se convirtió en una guía espiritual y en una fuente de consuelo para muchos. Saber que Isabel, a través de sus acciones, había influido en tantas vidas, quizás le ofreció un pequeño alivio.
Habiendo comentado esto, surge naturalmente una pregunta: ¿quién fue el padre de Santa Rosa de Lima? Esta interrogante abre la puerta a otras dudas sobre su origen, el oficio que desempeñó, y si llegó a ser consciente de los milagros atribuidos a su hija. Al explorar la biografía de una figura histórica o de un santo, es común que la atención se centre en las virtudes de la persona, mientras que el papel de los padres suele quedar en la penumbra, sin recibir la debida importancia en la narrativa histórica.
Gaspar Flores, el soldado que creía en los milagros de Santa Rosa
En la página web de la Real Academia de la Historia figuran datos relacionados a la vida de Gaspar Flores que son dignos de destacar. Por ejemplo, se señala que en 1557 obtuvo plaza de alabardero en la guardia del virrey del Perú y que pudo vivir más de 100 años.
“Tenía su casa en arriendo a la espalda de lo que sería Hospital del Espíritu Santo, en la calle de Santo Domingo, donde se veneraba la imagen de Nuestra Señora del Rosario que habían llevado hasta allí los primeros dominicos que llegaron con Pizarro”, se lee en el portal web citado.
Estos datos, aunque aportan cierta información, no nos brindan una imagen clara de quién fue realmente Gaspar. Por lo tanto, es necesario acudir a otras fuentes que nos permitan obtener una visión más amplia y, de este modo, ofrecer un panorama más detallado de su vida. Solo a través de este enfoque podremos entender mejor el contexto familiar que dio origen a una de las figuras más veneradas en la historia del Perú.
Para empezar, es preciso señalar que investigadores como Rosa Pérez y Juan Meléndez señalan que Gaspar Flores fue natural de San Juan de Puerto Rico. Su padre fue, según la indagación de Pérez, Luis Flores y era hidalgo de la villa de Baños de Montemayor, en Cáceres, Extremadura. El abuelo de Isabel Flores de Oliva tuvo nueve hijos, y uno de ellos residió en Indias. Esta información refuerza la versión de los investigadores mencionados anteriormente, quienes indicaron que Gaspar nació en un territorio que pertenecía a las Indias.
En cuanto a las labores que realizó desde la juventud, se sabe que fue soldado y sirvió a la Corona española. En el libro “Santa Rosa de Lima” de José Antonio del Busto Duthurburu, se plasma las actividades que llevó a cabo en el Perú. “Pasó a Tierrafirme en 1545 y llegó a Panamá cuando era allí gobernador el sevillano Pedro de Casaus. En Panamá presenció la rendición de la armada gonzalista de Pedro Alonso de Hinojosa, sentó plaza de soldado en el ejército del Rey y pasó al Perú con el presidente de la Audiencia limeña Pedro de la Gasca, con quien concurrió a la batalla de Jaquijahuana, en la pampa de Anta, el 9 de abril de 1548, punto final de la rebelión de Gonzalo Pizarro”, se lee.
En 1552, durante su estancia en Lima, Gaspar se asoció con el capitán Pedro Luis de Cabrera y el hidalgo Juan Ramírez Zegarra. Sirvió como criado o escudero de Cabrera, con quien viajó a Potosí. A su regreso a Lima, fue testigo del arribo de los derrotados de la batalla de Chuquinga. Por estar postrado en la cama, no pudo participar en la captura de Toribio Galíndez, un soldado que planeaba sublevar la armada y entregarla a los rebeldes gironistas liderados por Francisco Hernández Girón.
Sin embargo, una vez recuperado y reintegrado al campamento de Ate, Flores se unió al general Pablo de Meneses. Participó en la derrota de Villacurí en Ica el 31 de marzo de 1554 y, posteriormente, combatió con el ejército de la Audiencia en la batalla de Pucará el 21 de mayo de 1554, una acción decisiva en la región puneña que marcó el fin de las guerras civiles entre los conquistadores.
En su libro, Del Busto Duthurburu dio a conocer las guerras decisivas en las que participó. “Lo cierto es que se reintegró a su plaza soldadesca y fue uno de los arcabuceros escogidos para la famosa visita de la sierra peruana que realizó el virrey Francisco de Toledo. Integrándose participó en la guerra de Vilcabamba contra el inca Túpac Amaru, en la que intervino en la toma del puente de Chuquichaca y de la fortaleza de Huaina Pucara. Antes de volver al Cusco, asistió a la fundación de San Francisco de Vilcabamba”, indicó.
En otro apartado de su libro, se puede leer que Gaspar era pobre en algunos momentos de su vida, pero se codeaba con familias conocidas de la capital. Guillermo Lohmann Villena indicó que “para ayudarse actuó como intérprete de los indios ante la Real Audiencia en 1602, hecho que nos hace ver que el soldado sabía la lengua quechua”.
Del Busto Duthurburu también se refirió a la situación económica del padre de Flores de Oliva. “El 20 de abril de 1618 ―ocho meses después de fallecida su hija Rosa― elevó un escrito al Rey solicitándole mercedes dada su precaria situación económica. Expuso haber servido a la Corona durante 78 años, ser el último sobreviviente de la compañía original de arcabuceros del virreinato, y añade los méritos de su difunta hija Rosa”, escribió.
“Por los muchos milagros que hizo en vida y muerte”, habría dicho el progenitor de Santa Rosa de Lima. Esta cita fue señalada por Lohmann. “El arcabucero tenía entonces, hacia 1618, más de noventa años y estaba próximo a cumplir los cien”, aseveró el autor de “Santa Rosa de Lima”.