La Garrotxa es sinónimo de tierra de volcanes. Esta comarca situada en la zona nororiental de Cataluña, se caracteriza por su aspecto misterioso y su belleza especial. Esta región, situada en Girona, es una de las más especiales y espectaculares de toda la comunidad autónoma. Gran parte de ese atractivo se debe a los 40 volcanes que recorren su territorio y las coladas de lava que forman un paisaje suave y sin demasiados desniveles, protegido por el Parque Natural de la Zona Volcánica de la Garrotxa.
Son muchos las villas que se reparten en esta región, a sólo una hora de Barcelona, pero hay un rincón que parece sacado de un cuento de hadas y destaca sobre todas ellas: Santa Pau. Con su núcleo medieval y rodeado de exuberantes volcanes y naturaleza, invita a explorar una experiencia encantadora y única en La Garrotxa.
Un paseo por otra época
Pasear por las calles adoquinadas y casas de piedra de Santa Pau transportan a una época pasada. El pueblo conserva ese recinto de la villa vieja con una fisionomía y unas características medievales muy marcadas. La iglesia gótica y el castillo dejan sin habla al visitante por su arquitectura imponente y las increíbles vistas panorámicas.
La fortificación de Santa Pau fue la residencia de los señores desde la creación de la baronía con el mismo homónimo en 1278. Desde ese año en adelante se fue construyendo a su alrededor el recinto amurallado que supuso la formación de la villa. Su curiosa plaza Mayor, de trazado irregular, antiguamente conocida como Firal dels Bous, era el punto neurálgico de la vida en el municipio durante la época medieval. El complejo arquitectónico que forman el castillo, la iglesia y la plaza fue declarado Conjunto Histórico-Artístico en 1970. Los callejones estrechos de su casco antiguo dirigen al portal de Mar, un mirador con vistas espectaculares al valle del Ser desde el que se pueden distinguir pequeñas iglesias románicas.
El gran atractivo de Santa Pau
Pero, si hay algo que distingue a Santa Pau de otros pueblos medievales es su entorno natural. Está enclavado en un valle rodeado de frondosos bosques y trece volcanes, dormidos desde hace miles de años. Entre ellos, destaca el Croscat. Es el más joven y se caracteriza por su singular cráter en forma de herradura y del que se puede ver el interior. Entró por última vez en erupción hace 11.500 años.
Un municipio rodeado de cascadas y ríos
Otra de las características que hacen de este lugar único son sus cascadas y ríos. Muy cerca del núcleo urbano encontramos algunos de los parajes más espectaculares de la Garrotxa, el Sant de Can Batlle, una increíble cascada formada por dos piscinas naturales con varios saltos de unos seis metros de altura. Un oasis rodeado de vegetación con encinares, robledales y hayedos. Para llegar hasta él habrá que recorrer un camino ideal para los amantes del senderismo y la naturaleza que según avanza va regalando unas vistas impresionantes.
Cómo llegar
El trayecto en coche desde Girona es de aproximadamente una hora circulando por la GI-254, desde Barcelona, en cambio, se tarda un poco más, una hora y 45 minutos por la C-17.
