Los partos en casa son hoy una opción minoritaria en España: en 2017, supusieron apenas un 0,32% de todos los nacimientos registrados. Pero esto no siempre fue así, recuerda la matrona Montserrat Angulo. “El hecho de que en su día se trasladara todo al hospital fue un poco por comodidad y es verdad que, hasta entonces, había situaciones de riesgo en casa”, reflexiona. “Los embarazos no estaban controlados, las mujeres no iban a su médico de cabecera a decir que estaban embarazadas, iban cuando ya estaban de cinco o seis meses. Ahora hay un control y un seguimiento”.
Así, en los últimos años, parece haber crecido el interés por este método de dar a luz. “La pandemia creó un pensamiento de que el hospital era un sitio donde no era tan sano ir”, recuerda la matrona alicantina, lo que ha podido avivar el fenómeno. Más allá de la tendencia hacia los procesos naturales y el efecto que puedan tener las influencers, las experiencias negativas de otras madres en los hospitales hacen que alguna se lo piense dos veces antes de entrar a un centro sanitario.
Un estudio realizado con más de 17.000 mujeres en 2018 reveló que un 34% de ellas sentían haber sufrido violencia obstétrica. Sin embargo, “hay estudios más recientes que incluso han encontrado porcentajes superiores, casi del 70%”, apunta Susana Iglesias, matrona gallega y una de las autoras de ¿Violencia obstétrica en España, realidad o mito? 17.000 mujeres opinan. En este trabajo, las entrevistadas describen diversas prácticas que sufrieron durante el parto y que consideran como episodios de violencia: cesáreas sin necesidad, impedimento de moverse libremente, ser separadas de su bebé sano, administrar biberones al recién nacido sin consentimiento, maniobras como la de Hamilton o la de Kristeller…
“Los procedimientos que se realizan en un hospital en el parto no son ni buenos ni malos”, aclara Iglesias. “Si estamos cuidando a cinco mujeres, una necesita cesárea y no se la hacemos, le estamos haciendo daño a ella y a su bebé. Pero si, por si acaso, le hacemos la cesárea a las cinco, le estamos haciendo daño gratuito a cuatro mujeres que no necesitaban esa intervención, y están asumiendo sus riesgos”. El problema que tiene España es que, en ocasiones, “se está abusando de ciertas prácticas y si se les hacen a mujeres que no las necesitan, les hacemos daño”. En este escenario es cuando surge la violencia obstétrica.
Pasa así, por ejemplo, con el uso de fórceps o ventosas. Están indicados en un porcentaje pequeño de los nacimientos, “cuando el bebé presenta signos evidentes de sufrimiento fetal y necesita que se le ayude de una manera urgente”. Pero cuando no son necesarias, las consecuencias pueden ser brutales tanto para la madre, que puede sufrir daños en el suelo pélvico, como para el niño, que puede presentar daños en la superficie de la cabeza.
¿Por qué se realizan estas prácticas cuando no están indicadas? “Muchas veces lo que hay detrás son ganas de que el proceso sea más corto. En algún momento de la historia hospitalaria de España a lo mejor esto fue necesario, porque había muchos nacimientos. Ahora está totalmente injustificado”, asegura la matrona. Igual puede suceder cuando se usa la epidural “de una manera abusiva”, en concentraciones mayores a las necesarias. “A veces la mujer se queda totalmente anulada en el plano motor”.
El parto en casa: ¿una opción segura?
Para la matrona Montserrat Angulo, el parto en el domicilio es una práctica “totalmente segura” siempre que se dé “en un embarazo y parto de bajo riesgo” en el que “no ocurra ninguna complicación”. “Hay suficientes estudios de evidencia científica que dicen que, en un parto de bajo riesgo y en un embarazo de bajo riesgo, donde no se interviene para nada, las posibilidades de que todo acabe bien son muy altas y el riesgo es el mismo que el de otro parto que ha sido llevado a un hospital en las mismas circunstancias”.
Ahora bien, “durante el parto, en cualquier momento, el bajo riesgo se puede transformar en un riesgo”, por lo que es esencial contar con “una profesional sanitaria adecuada” durante el proceso. “Lo más importante es tener contacto con el profesional sanitario que te va a acompañar antes de la semana 30 del embarazo”, insiste Angulo, “y tiene que ser un profesional que acompañe habitualmente nacimientos en casa”. Actualmente, resalta la enfermera, solo existen dos perfiles capacitados para ello: la matrona y el obstetra. Debe darse, además, con la equipación adecuada. “Se deja en el domicilio cuando se prevé que se acerca la fecha del parto y hay unos requisitos y unas condiciones para que todo siga bien en casa. En el momento en el que alguna de estas condiciones no se cumplen, hay que cambiar los planes e irse al hospital”.
Sin embargo, estudios recientes parecen apuntar a lo contrario: una investigación de 2019 elaborada por la Ben-Gurion University del Negev y el Soroka Medical Center en Israel mostró que dar a luz en casa podía ser hasta tres veces más peligroso que en un hospital. Entre los nacimientos estudiados, aproximadamente 15 de cada 1.000 bebés nacidos en entornos no hospitalarios estuvieron en riesgo de muerte, comparados con únicamente cinco de cada 1.000 nacidos en un hospital, apuntaron los investigadores.
En este mayor riesgo puede influir, según Iglesias, la falta de respeto a estos procesos desde el ambiente hospitalario. “Ahora mismo en España, cuando hay un parto en casa y la mujer necesita ser trasladada, muchas se lo piensan porque saben que van a recibir muy mal trato en el hospital. También las matronas que atienden partos en casa lo dejan por el bullying por parte de sanitarios que no están de acuerdo”, relata la matrona. “Eso no es justo ni seguro”, defiende.
“Lo importante es que la mujer para donde se sienta segura”
Tanto el proceso hospitalario como el domiciliario entrañan sus ventajas y sus riesgos. “Una mujer con un embarazo sano debería tener el derecho a decidir dónde quiere parir, si en casa o en el hospital”, esgrime Iglesias. “Lo importante es que la mujer para donde se sienta segura”. Pero el miedo a sufrir violencia obstétrica no debería ser la razón para elegir uno u otro escenario. “Si pares en casa por ‘escapar’ del parto hospitalario violento, que no es raro, no estás en el lugar que tú querías”, lamenta Iglesias. “Es malo, injusto o innecesario que una mujer que quiera parir en el hospital lo haga en su casa. Y también al revés: una mujer que quiere parir en casa no debería parir en el hospital”.
Para solucionar estos episodios de violencia, según Angulo, hay que mantener “una buena comunicación con la paciente”. “A veces, desde el estamento médico parece que cuesta acercarse a la mujer de tú a tú. Creo que es uno de los errores que cometemos los profesionales sanitarios en algunas ocasiones: no explicar, no hablar, no perder dos minutos para explicar a la paciente qué es lo que le vas a hacer y por qué”.
En el hospital, “ninguna intervención es buena o mala, sino que es su abuso lo que es perjudicial para la salud de la madre y del bebé”, insiste Iglesias, tanto en el corto como en el largo plazo. La matrona recomienda a las mujeres que estén preocupadas por estas prácticas “conocer las estadísticas de los hospitales, que deberían ser públicas, en lo que a resultados perinatales se refiere”. “Si ven que un hospital tiene un 70% de inducciones, habría que sospechar”, pone como ejemplo. Durante la atención al parto, existen otras señales de alerta, como que no se solicite el consentimiento informado para realizar prácticas que ponen en riesgo su salud o que, al recibir el alta, “la mujer se vaya de un hospital con una episiotomía o una cesárea y no te sepa explicar por qué se lo hicieron”.