11.500 toneladas de metal giran alrededor de la Tierra. Esa es la masa de los más de 17.000 satélites que el hombre ha lanzado al espacio persiguiendo diferentes objetivos: telecomunicaciones, de observación, meteorológicos y militares, entre otros. Sin embargo, muchos de ellos -alrededor de 2.500- están muertos, es decir, orbitan nuestro planeta fuera de control una vez inoperativos. En otras palabras, se han convertido en basura espacial.
Los desechos que generan las cada vez más numerosas misiones estelares son una de las mayores preocupaciones del sector, no sólo por su afán de volver sustentable el estudio del cosmos, sino por el daño que pueden ocasionar las partículas metálicas al impactar, a una velocidad de siete kilómetros por segundo, contra la costosa tecnología espacial. De hecho, la Agencia Espacial Europea (ESA) ha endurecido su política de gestión de residuos y ahora obliga a los responsables de los satélites a eliminarlos dentro de los cinco años siguientes a su deceso, cuando antes daba un plazo de 25 años para hacerlo.
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Por esta razón, la ESA ha confiado en la empresa española GMV para diseñar un sistema capaz de limpiar el espacio de los satélites fuera de servicio. La compañía, con sede en Tres Cantos (Madrid) ha hecho una demostración este jueves a un grupo de periodistas, entre los que se encontraba Infobae España, de su sistema Cat, la tecnología en que ha trabajado durante los últimos dos años y en la que ha invertido cerca de un millón de euros, una suma que, aseguran en GMV, despierta la envidia de otras firmas del sector dadas las capacidades alcanzadas con tan bajo presupuesto.
El juego del gato y el ratón
A grandes rasgos, Cat (gato, en inglés) es una garra capaz de atrapar satélites que va montada sobre un vehículo espacial capaz de aproximarse, de forma sincronizada y segura, a su presa. Esta nave, aún por desarrollar, “será capaz de estimar la posición del satélite muerto para acercarse correctamente a él”, algo vital para el éxito de la misión, dado que “el sistema difunto no es cooperativo, no puede realizar maniobras ni proporcionar información alguna”, según ha explicado Fernando Gandía, jefe de la sección de Robótica y Autonomía a Bordo de GMV.
Tras la captura, Cat conducirá al satélite desechado de regreso a la Tierra, desprendiéndose de él una vez que la gravedad comienza a arrastrarlo hacia la superficie terrestre. Al ingresar a la atmósfera, el sistema se desintegrará. Por su parte, Cat permanecerá en el espacio listo para realizar más capturas. “Para que el sistema sea eficiente, si yo fuera un operador que quisiera brindar este servicio, intentaría que se pudiera reutilizar entre cinco y diez veces”, ha apuntado Mariella Graziano, directora de estrategia y desarrollo de negocio de Ciencia, Exploración y Transporte de GMV.
No obstante, para que Cat pueda llevar a cabo su cometido, los satélites tendrán que estar equipados con la otra parte del sistema: Mice (ratón, en inglés), el anclaje al que la garra debe engancharse para llevar a cabo su misión. En este sentido, Graziano ha destacado que cuatro de los seis nuevos satélites del programa Copernicus de la ESA integrarán Mice para, llegado el momento, facilitar su eliminación. Desde GMV han querido demostrar que su compromiso con la sustentabilidad de la actividad espacial va en serio, por lo que han liberalizado el diseño de Mice para que pueda ser construido sin necesidad de contar con su autorización. “La estandarización abarata los costes”, ha asegurado Graziano, sobre una de las ventajas de permitir la libre fabricación del Mice.
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A falta de más estudios en tierra, GMV prevé que las pruebas de demostración de su diseño en el espacio puedan llevarse a cabo a finales de 2027, lo que convertiría a España en pionera en cuanto a la limpieza espacial en Europa. Para conseguir este hito, desde la compañía pretenden liderar este proyecto de la ESA, cuya licitación será lanzada dentro de dos semanas. GMV planea asociarse con hasta otros siete países de la UE, uno de los cuales deberá encargarse de desarrollar el vehículo en el que se integre Cat. La firma española ha presentado una propuesta que asciende a los 50 millones de euros, de nuevo una cifra muy por debajo de lo que suele desembolsar la Agencia Espacial Europea en sus iniciativas.