La historia y la geografía de Francia aparecen en estos días con ciertas inexactitudes entre el pueblo argentino. Y también entre la clase política. Varios dichos desafortunados generaron esta serie de errores y pequeños atropellos entre ambos países.
El embrollo proviene de un cántico hecho en la cancha y para la cancha que alguien tuvo la decencia de “cortar en vivo” al escuchar su contenido discriminatorio y soez. Este canto tiene una letra ofensiva contra la selección de fútbol francesa y contra su estrella Kylian Mbappé.
Nuestro fútbol no es simplemente un deporte popular sino un símbolo argentino. Se identifica con nuestra nación y en cierta medida se exporta. El problema viene cuando “el símbolo”, léase la Selección Argentina, transmite este lenguaje de clara violencia verbal. Y justo se trata de un jugador UEFA, es decir, que trabaja para una federación de fútbol de dicha entidad, entre los que está también la Federación francesa de fútbol, de siglas FFF.
Primera confusión, la FFF es una federación deportiva privada, no es el Estado francés. Su estatuto es de simple asociación civil sin perjuicio de sus misiones de utilidad pública (Ley de Asociaciones Civiles de 1901). Formalmente, Francia como país no nos recrimina nada. Al menos no aún.
Para mayor desdicha del jugador argentino, que tardó menos de 24 horas en disculparse públicamente por haberse filtrado el cántico en su propia cuenta Instagram, nuestra Vicepresidenta, en un arrebato poco feliz, trató a Francia (no a la FFF) de “colonialista”, oponiéndola a nuestro país donde, en sus dichos, nunca tuvimos “colonias ni ciudadanos de segunda”. Y que “ningún país colonialista nos va a amedrentar por una canción de cancha ni por decir las verdades que no se quieren admitir”. Seguramente sin intención, la Vicepresidenta hundió al jugador arrepentido en un mayor escándalo.
En tal escenario, y ante aquellos comentarios, un simple cántico xenófobo nos ha puesto a las puertas de una revisión ridícula para resolver si la Nación Argentina es más “humana” que Francia. Con sólo 214 años de historia nacional el comparativo será siempre pobre (recuerdo aquí que la Galia que antecede al Reino de Francia existió hace más de 2000 años).
Quizás sea útil recordar que Francia fue colonia del Imperio Romano. Su pueblo ha luchado contra invasores prácticamente toda su historia. Caminar por París es recordar que hace sólo 80 años, sus ciudadanos salieron a defenderla a pecho descubierto de los alemanes que la ocupaban. Hubo muertos y varios muy jóvenes (Lapierre y Collins, 1964).
Y, sí, Francia puede ser considerado un país colonialista. Sin tener que adentrarnos en las dificultades de la conocida guerra de independencia de Argelia (historia por lo demás apasionante), existen hoy territorios franceses llamados de ultramar. A diferencia de los Departamentos de Ultramar (Guadeloupe, Guyana, Martinica, Reunión), los Territorios Franceses tienen un estatuto de autodeterminación disminuido. Son Mayotte, Polinesia (francesa), Saint-Barthélemy, SaintMartin, Saint-Pierre-et-Miquelon y Wallis-et-Futuna (Constitución Francesa del 4 de octubre de 1958).
La política francesa de algunas colonias pasadas y de territorios de ultramar actuales está centrada en la preservación de intereses económicos sin abandonar ciertos valores. A diferencia de EEUU o del Imperio Británico, para quienes en toda extensión de dominio territorial primó la relevancia económica, sin imponer valores, e ignorando, por ejemplo, la opresión de jeques árabes sobre el pueblo, y la Sharia sobre las mujeres, al Estado Francés le cuesta abandonar los intereses republicanos (Couderc-Morandeau, 2020).
En definitiva, y en tanto hoy los intereses económicos franceses están protegidos debajo del paraguas de la Unión Europea, el mal llamado colonialismo francés se limita a un dominio de ideas de civismo y principios republicanos. He ahí el interés del gobierno galo en los territorios de ultramar. Incluso cuando a muchos de sus nacionales esa visión les quede corta.
Breve comentario merece nuestra propia lucha por esos valores. No es cierto que en Argentina no haya habido ciudadanos de segunda. Los esclavos antes de la Declaración de Independencia de 1816, los hijos extramatrimoniales, las mujeres por más de un siglo, los cónyuges separados mientras no existía el divorcio, y tantas otras personas argentinas han sido discriminadas y sometidas en la historia argentina. Desconocerlas, es minimizar su coraje. Cuando el rigor de las leyes y tradiciones despoja la autonomía y la identidad de una persona, surge la lucha por establecer un cambio y fortalecer la dignidad humana.
Nuestros valores nacionales están, en este sentido, no sólo inspirados en la Revolución Francesa, sino también congraciados con las ideas de libertad, igualdad y fraternidad de ese país donde murió nuestro Gran Prócer.
Amerita aquí corregir algunos errores del cántico futbolero: Angola nunca fue colonia francesa. Fue portuguesa. Otro error: la madre del jugador Mbappé, estrella de fútbol francés, no es nigeriana, es francesa. Son los abuelos maternos del jugador los argelinos. Nigeria y Argelia tienen poco en común (sólo 5 letras de sus respectivos nombres). Son diferentes sus colonizadores, orígenes, creencias y lenguas. Podrán tratarse de precisiones intrascendentes para el público futbolero, pero una vez que se conocen es difícil dejarlas pasar.
Mbappé es conocido como la leyenda de Bondy y no creo que haya existido otra persona tan célebre criada en dicha aglomeración de los suburbios de París. En Francia, se reconoce la perfecta semántica, riqueza de vocabulario y dicción del ídolo que lo destacan, tanto como sus proezas en la cancha (Europe 1, 2018). En el folklore, Mbappé simboliza a una Francia mestiza, deportista, educada y exitosa. Enfatizo que, respecto al cántico, el jugador francés no ha realizado (que se conozca) ningún tipo de queja formal.
La equivocación del lado de la Federación Francesa de Fútbol es poner sobre el tapete este cántico que recuerda, vivamente, el propio conflicto sociopolítico de su país. Las últimas elecciones legislativas francesas fueron convocadas en una maniobra difícil del presidente francés Emmanuel Macron con el objetivo de frenar la popularidad del partido comúnmente referido como Frente Nacional. Es este grupo político el primero en criticar los ancestros africanos de sus jugadores de fútbol y es tal partido el que pregona cerrar fronteras y denegar o retirar nacionalidades a árabes y otros que esa agrupación considera no suficientemente “franceses”. El Frente Nacional, concebido por la familia Le Pen, grupo de extrema derecha, es singularmente un aliado de varios partidos afines del mundo, incluidos los libertarios.
En suma, pareciera que la Federación Francesa (FFF) enfrenta mayores peligros xenófobos en su propia nación que un canto futbolero argentino lleno de errores de conocimiento general.
Esperemos que al final del día, todos, argentinos y franceses, aceptemos los beneficios de la tolerancia. Y también los de las enseñanzas de la historia y la geografía.
“En este momento en que deberé lanzar la lucha más grande de mi vida, no voy a albergar ningún tipo de odio contra nadie” (Gandhi, 1942)
[La autora es abogada en París y Buenos Aires]