-Cuando dejaste todo para ir a Vélez declaraste que era tu vida. Que de chico no tenías plata para ir de vacaciones y en el club te regalaban el carnet de la pileta. ¿Ahora quedaste a mano, Gallego?
-Yo tenía un par de carnets truchos en Vélez, ja. Estaba flojo de papeles. Todos me ayudaron mucho. Es un buen club, con buena gente. Por eso decidí ir. Me sentía preparado para ayudar. Y gracias a los jugadores todo terminó bien. Pero no sé si te podés sentir alguna vez a mano con el club que te formó. Es difícil ese empate. Más allá de si ganaste títulos, si te reconocieron los hinchas, está la parte en la que vos creciste como persona. Yo entré como un nene y me fui como un hombre. Si todo ese proceso no se lo reconocés a la gente que dio una mano, el ingrato sos vos.
-¿Por eso te emocionaste cuando los jugadores te llevaron en andas frente a la hinchada cuando se terminó la agonía?
-En ese momento sentí un desahogo total. Una mezcla de sensaciones lindas después de muchas cosas feas. Y todo en poco tiempo. Es la satisfacción de saber que tu club va a estar donde tiene que estar. Sabemos lo que significa un descenso en Argentina. Imaginate en Vélez, con toda la estructura que tiene, con lo grande que es como institución más allá de lo futbolístico. Iba a ser una catástrofe. Por todo eso me fui orgulloso.
-¿Lo sentiste como ser campeón o sólo lo que correspondía?
-No. Era lo que correspondía. Nosotros salimos campeones con Vélez en mi época de jugador. Acá también había felicidad. Pero era más un desahogo. Salvarse del descenso fue como sacar la cabeza de la guillotina.
-¿Es cierto que rompiste una pared de una piña el día contra Argentinos, cuando no les dieron dos penales? Faltaba sólo una fecha y Vélez todavía no estaba salvado.
-Estaba muy enojado. Me fui mal de ese partido porque teníamos que haberlo ganado. Ya sentía bronca en la conferencia de prensa. No podía hablar. Respondí dos minutos, pedí disculpas y me levanté. Después, en el vestuario, esperé que se fueran todos y me descargué. Fue como pegarle a una bolsa. No rompí una pared… Fueron como 14. Pero igual eran de durlock. Una cosa es ser muy loco y otra es ser muy boludo, ja.
El Gallego Méndez juega bien entre los extremos. En la cancha era un defensor central duro, capaz de ir a buscar venganza por botín propio si un delantero le iba con mala intención. Como entrenador deja ver el mismo temperamento. Puede gritar un gol como un futbolista más o demostrar que en una cancha no tendría miedo de chocar contra un camión. Es así de sanguíneo al competir. Aunque es sensible en su día a día. Puede emocionarse con el compromiso de sus jugadores y hasta hablar con los ojos vidriosos cuando habla de su Vélez. El campeón del mundo y el que ayudó a gambetear el descenso, en seis meses repletos de angustia y de miedos. Ni siquiera llegó a un semestre en términos rigurosos, fue de fines de junio a inicios de diciembre, pero parecieron una vida. No podía permitirse no rescatarlo. Primero fue la salida cuestionada de Unión, con banderas ofensivas en la tribuna. Al otro día, la asunción en lugar de Gareca, un póster que se dio por vencido después de apenas 12 fechas con penurias. Un mercado de pases necesario, explicaciones a los socios, aprietes de la barra a los jugadores, penales que sólo el VAR no vio. Pasó de todo. Por eso ahora se mueve con la paz de quien le escapó al abismo.
Su semblante es más relajado cuando se sienta a la mesa de un bar en Villa del Parque. Le gusta vivir en un barrio. Pide una gaseosa y mira como ajeno el tránsito de la tarde. Ahora no hay cantitos nerviosos a sus espaldas. Es un pequeño impasse en días en los que disfruta de sus hijos sin dejar de mirar fútbol. “Veo el torneo local, las Copas. Hay mucho de acá y allá. Ahora además sigo la MLS, partidos de Holanda y el de Bélgica que pasan todas las semanas”, enumera mientras espera volver a la jungla. Para alguien inquieto como él, que mira con rebeldía el ocio, 4 meses es demasiado tiempo sin olor a pasto. “Tuve chances de entrenar pero no me convencieron en lo deportivo, que es lo que uno más busca. Si no tenés un buen proyecto deportivo es difícil que funcione, más allá de la plata que te paguen. Obvio, te agarra ansiedad cuando pasa el tiempo. Pero ya llevo mucho tiempo en el fútbol y aprendés. Hay días buenos y otros no tanto. Aunque entendí que no tiene que ser un sin vivir sino un vivir bien.Trato de disfrutar y revisar en qué me equivoqué donde estuve. Cuando te alejás un poco es más fácil el análisis. En el momento todavía está latiendo…”, dice ya sin ningún escudo en su remera.
-¿Cuál es el verdadero Gallego Méndez: el que se lleva todo por delante, el sensible que se escucha al hablar de Vélez? ¿O los dos?
-En mi trabajo muchas veces soy duro. Pero cuando tengo que ser paternal, también lo soy. Trato de ser lo más justo posible, que es lo más difícil. Pero me reconozco un tipo sensible. No me jode. Lejos de ser un defecto, me parece un valor. Me sigue poniendo contento pequeñas situaciones. Ver que un pibe debuta y hace un gol. Entonces siento que va bien. Yo tenía un compañero en México, que me decía que el fútbol es muy grande para algunas cosas y muy chiquito para otras. Nos conocemos todos. Vos lo ves al Kily González y no podés decir que es mala gente. Por más que yo lo diga como amigo. Si alguien le ve maldad al Kily está mal. Es calentón, se enoja, pero yo lo llegué a dirigir. Es sensacional. Y también lo ves llorando… Pongo el ejemplo de un tipo que jugó en lo más alto: Selección, finales de Champions. Es el mismo que estaba festejando en Unión con sus jugadores. Es genial.
-El Kily fue justamente tu sucesor cuando te fuiste de Unión. Nunca terminaste de contar que te dijo tu papá después de esa decisión.
-Nooo, el Gallego (dice, cierra los ojos y larga el aire)… El piensa lo mismo que yo: que estuvo mal. Pero me entendió. ¿Cómo no me va a entender si es mi viejo? Me banca porque me adora. Lo que yo quiero explicar es que a mí me educaron bien. Porque muchos dicen “eh, Méndez, vos sos un maleducado”. No. De última la cagada me la mandé yo. Tengo 46 años y me hago cargo. Soy responsable. Mis viejos me enseñaron para que haga las cosas bien. Varias veces estuvieron orgullosos y en alguna no. Espero que haya sido más lo primero que lo segundo, ja. Porque ellos me criaron con el ejemplo.
-Lo que más te había dolido fue que no te llamaran los jugadores de Unión. ¿Pudiste hablar finalmente?
-Sí, después pude hablar con ellos. No con todos. Y quizá alguno siga enojado. Pero charlé con el capitán, con Claudio Corvalán. Le expliqué. Y le pedí disculpas. Creo que lo entendió. Si no es así, cada vez que me cruce con alguno de los jugadores de Unión tendré que pedirle disculpas. Eso no me hace menos nada. Al contrario: pienso que me suma porque lo siento genuinamente.
-¿Tuviste miedo de no poder salvar a Vélez?
-Sí. Claro. Siempre tenemos algo de miedo y es normal. Lo escuché de Marcelo (Bielsa), que decía que el problema no era tener miedo sino cómo se lo enfrenta. Y también lo escuché de mi papá: te movilizás o meten una patada en el culo para adelante.
-¿Era temor a quedar marcado? Porque ahí, más allá de valorar el querer ayudar, es darle el apellido al descenso.
-Yo era el que más claro lo tenía. Sabía los riesgos. Era un momento especial. Sentía que podía ayudar a Vélez como nunca antes. O dicho de otro modo: nunca había sentido que el club necesitara de mi ayuda. Lo tomé con orgullo y siempre pensando en qué había hecho la gente que estuvo cuando yo fui jugador. Ese querer ganar, querer jugar en el equipo donde debutaste, querer a la institución en la que trabajás. Ahora es lógico que se pierda ese sentimiento. Si están 6 meses y se van. No se le puede pedir sentido de pertenencia a un jugador que está un año en un club. No es una crítica. Es el mercado, lo que tenemos hoy. Más todo lo que se produce afuera de la cancha. Un mínimo defecto y te condenan. Por eso estoy seguro que jugar hoy es mucho más difícil que en nuestra época. Volviendo a mi llegada, Bassedas me había llamado antes, cuando yo estaba en Tijuana. Ahí fue Ricardo (Gareca). Como hincha me puso contento su llegada. Era lo que debía pasar. Después me volvió a llamar y acepté ir a ayudar.
-¿Qué pensaste cuando Bassedas dijo que había que ponerte a la altura de Gareca y hasta de Bianchi?
-Sentí que era demasiado, ja. Entendí que Christian la pasó muy mal. Y él es un ídolo del club. Es campeón del mundo. Ha estado en los momentos más importantes. Primero como jugador y después como manager, en el primer ciclo de Ricardo. Alguna vez puede salir mal… Para él fue un alivio muy grande. Por eso semejante elogio. Pero para estar entre esa gente tenés que ganar. Porque Vélez ya ganó. La gente sabe que el listón quedó alto.
-Alguna vez dijiste “si estoy en el Real Madrid y me necesita Vélez, yo voy”. ¿Eso vale para siempre o ya cumpliste?
-Yo no quiero pensar en la mala. Va a jugar una semifinal con Argentinos y quiero que le vaya bien. Esto de llamar a los malos momentos no me gusta. No quiero ver a Vélez mal porque me duele. Como a cualquier persona que se crió ahí. Lo charlé mucho con ex compañeros, con gente que respeto mucho. Lo repito porque a esa gente le debo mucho. Yo me crié con un plantel ganador, que se forjó a través del esfuerzo y del respeto. Tenemos un grupo de Whatsapp. Con el Coio (Almandoz), con el Turco Asad, con el Rifle (Pandolfi). No hablo mucho con el Lobo (Cordone), pero cuando lo hago es como ver a mi hermano después de un tiempo. Cruzo mensajes con el Chino Zandoná, con el Turco Husain, el Pacha (Cardozo), el Negro Gómez. Voy a ser injusto al nombrar, porque hablo con todos. Los quiero mucho realmente. Me han dado una mano muy grande en lo futbolístico y en la vida. Entonces ayudar a Vélez era mi deber por todos ellos. Son los que construyeron la historia grande del club.
-De esos campeones del mundo del 94, ¿quién era más picante: Chilavert o Trotta?
-Los dos. Cada uno con su carácter era fuerte, picante. Me encantaba jugar con los dos. No me interesa si se llevan bien o si se pelean. Dame siempre a Trotta y a Chilavert. Ser pibe era fácil con ellos dentro de la cancha porque te iban a defender a muerte. Que ningún delantero se acercara a decirte algo porque le iban a comer el cogote… Te daban confianza. De tu lado, vos debías ser muy respetuoso. Quedarte callado y escuchar mucho. Así ibas a aprender. Tenías que estar con las antenitas paradas porque todos los entrenamientos te dejaban algo. Y después, estaba Bianchi con Santella y Carlos Ischia. Ahora los staff son de 40 personas; ellos tres llevaban a todo el plantel… Hacían lo que planeaban de una manera tan artesanal que se ve más lindo a la distancia. Lo recuerdo con mucho cariño. Fue duro, porque el aprendizaje era a los golpes, pero bueno. No te daban explicaciones cuando te sacaban. Si estás caído, levantate. Cuando tenés un grupo que se lleva bien se construye más fácil. Pero esa alquimia a veces no se da porque hay mucho ego. Ahora, encima, existe mucha diferencia de edad. Un jugador de 37 y otro de 17…. ¿Cómo hacés para congeniar 20 años de distancia? Ese grupo de Vélez se llevaba bien, con muchas personalidades fuertes. Y en la cancha era a muerte. Y cuando digo a muerte, era a muerte. Cada vez que perdíamos había 4 expulsados y piñas. Éramos duros. Y a mí me gustaba. Me sentía representado. Respetaba y admiraba a mis compañeros. Esa es la mejor parte: cuando admirás a tus propios compañeros.
-¿Qué pensaste cuando viste que casi se agarran a piñas Chilavert y Bielsa?
-Yo estuve en esa reunión. No fue tan así, ja. No estuvieron tan cerca. Sí se puso tensa la charla en un momento. Igual, no voy a decir mucho más de lo que contaron ellos. Simplemente era un mero espectador, uno jovencito. Hay cosas que pasan en el fútbol porque tienen que pasar. Antes era más común. Ahora lo vemos todo como una locura. Y está bien. No nos lleva a nada cagarnos a trompadas. Pero cuando tenés 20 años andá a entenderlo. A veces tenés ganas de pelear, o el otro tiene ganas de pelearte. Aunque suene mal, lo veo como algo normal. No es tanto problema en el fútbol. No me gusta que se peleen dos jugadores de mi plantel. Pero si se tienen tantas ganas, que se agarren de una vez…
-¿Qué te dejó Bielsa?
-Mucha curiosidad por aprender más del juego. Me dejó cosas nuevas que no sabía que se entrenaban así. Nos enseñó a jugar de otra manera. En la mitad de la cancha, con 50 metros atrás. Era mucho riesgo. Pero nos convenció. Y una vez que lo logró, fuimos todos de la mano y ganamos un torneo jugando muy buen fútbol. Pero Vélez es antes que eso. Es Bianchi. Sigue con Osvaldo Piazza, con quien también jugamos un fútbol de alto nivel en la Sudamericana. La ganamos muy bien contra 3 brasileros. Son buenos los recuerdos. Yo creo que tuve muy buenos entrenadores: el Maestro Tabárez, Bauza, Manera, Solari, Falcioni, Compagnucci y me estoy olvidando de alguno. Un placer haber aprendido con ellos.
-Hay aprendizaje del juego y del liderazgo. ¿Cómo fue tener que darle explicaciones a los hinchas cuando los resultados no llegaban?
-Tenés que dar la cara. Yo, esa vez, hablé con socios que se manifestaron en el club. Y no me parece que esté mal. Estaban preocupados. Era ir y pedir disculpas si jugaste un mal partido. No se te cae ningún anillo. Obviamente, las formas son el todo. Cuando yo salí entendí que fue una charla normal. Pudimos hablar un rato largo y no lo vi como un apriete ni mucho menos. Con los jugadores eso sí pasó, se supo. Y lo que hicimos fue irnos a Córdoba unos días con el plantel y empezar a rearmarnos. A levantarnos de tantos golpes y ponernos duros.
-¿Fue más difícil al tener varios chicos? ¿Por qué está instalado y hasta se hizo canción que los pibes de Vélez van al boliche? Una vez la hinchada lo cantó antes de empezar a jugar un partido.
-Por Dios… Son chicos de 17, 18 años. Cada vez son más jóvenes en los planteles. Evidentemente uno debe estar encima. Pero yo tengo una hija que va a cumplir 18, un hijo de 22. Entiendo que necesitan salir. Es la edad para hacerlo. El problema es que tienen responsabilidades de gente grande. Unos lo entienden mejor, a otros hay que explicarles de otra manera porque les cuesta un poco más. No porque sean malos o porque lo hagan a propósito, sino precisamente porque son pibes. Y se van a mandar cagadas. Es normal. Es el momento de mandárselas. Y uno tiene que estar para enseñarles. Pasa en todos lados, más allá de quién lo cante o no.
-¿Cómo manejaste la muerte de Palito Manrique, ayudante de Bravo en la Reserva, a horas de jugar un partido? Prestianni, por ejemplo, lo había tenido como entrenador. Lo mismo que otros chicos.
-Pasó de todo en Vélez. Pasó ahora también, aunque por supuesto es otro tema… El plantel recibió cien mil sacudones. Hablamos un montón. De este triste momento y de un montón de temas. Nos ayudó mucho el staff. Malena, la psicóloga. Los médicos, los utileros. En Vélez ayudaron todos. Si no, iba a ser muy difícil zafar. Y ahora hay que seguir ayudando, aunque se ve el promedio mucho mejor. Y la tabla de puntos, Dios quiere que siga así. El fondo se ve como algo más lejano y se empieza a olvidar. Está bien que así suceda. Los quiero mucho a los chicos. La verdad es que me encanta que estén por jugar una semifinal. Estoy feliz por Quinteros, el entrenador, porque le está yendo bien y eso hace que el club crezca.
-¿El día con Argentinos, el de las piñas al durlock, sentiste que te habían querido voltear?
-No, no temí que me voltearan. ¿Sabés qué nos pasa? Porque nos pasa a todos. De hecho, después de que yo dejé de entrenar pasaron un montón de cosas en el fútbol argentino aunque vayan sólo cuatro meses… Estamos sensibles. Y hay mucha suspicacia. Se crea ese ambiente desde todos lados. Desde el periodismo, los jugadores, los entrenadores, las redes sociales. Estamos mal predispuestos. Hay un lateral y lo protestamos a muerte. ¡Y es en la mitad de la cancha! Y si desde ese lateral llega a venir un gol es un quilombo. Lo dije y repito: yo veo a los árbitros dirigiendo en América y son muy buenos. Para mí Tello dirige muy bien, por ponerte un ejemplo. Técnicamente es bueno. Somos jodidos nosotros. Los que estamos en el banco protestamos todo. Y adentro simulamos, somos ampulosos, somos jodidos. Si no lo reconocemos es que somos hipócritas.
-Hay jugadores que más que protestar, quieren comerse al árbitro. Como si fuera más que una sospecha.
-Nadie tiene certeza de nada. Cuando te perjudican, te calentás. Y cuando te cae a favor no pasa nada… Aunque a mí en esta última etapa no me pasó muchas veces, ja. Sí me acuerdo una jugada de hace muchísimos años. Yo jugaba en Banfield. Godoy Cruz nos hizo un gol, Villar fue. La pelota pegó en el travesaño y entró medio metro. Ellos se jugaban el campeonato. Y no se lo cobraron. Después dirigí allá y entendí qué había sentido toda esa gente. A mí me dio vergüenza ese día porque fue evidente. Pero hasta un poco te alegrás porque decís “no me lo dieron en contra”. No es así. Vos tendrías que haber perdido 2-1. ¿Qué te quiero decir? No me hace sentir bien cuando me dan un fallo así a favor. No es que meas agua bendita, pero lo mejor es ganar por las buenas.
-¿Es tan difícil como se dice la Platea Norte de Vélez?
-Ja. Es exigente. Es como nos sentimos todo el día. Vivimos mal, estamos como el culo. Y después vamos a la cancha y nos enojamos. Si hacés un cambio ya el hincha se enoja… También la de Independiente tiene su fama, la San Martín de River tampoco es fácil. A medida que los clubes ganan en jerarquía, en títulos, la gente se pone más exigente. Pasa en todos lados. La Norte tiene la fama como otras plateas. De jugador los escuchaba y de entrenador los tenía atrás. Pero yo nunca voy a hablar mal de ellos. Entiendo que son hinchas y por más que a veces te duele lo que te dicen, es parte del trabajo.
-¿Bragarnik iba a la Norte o a la popular?
-Una época iba a la popular y después a la Norte. Yo lo conozco de la época en la que era jugador. Pero me representa desde Godoy Cruz, desde 2016.
-¿Qué tiene de ventaja y qué de desventaja que él te represente?
– Yo no creo que ningún presidente haga algo por obligación. A mí Christian me ayudó. Siempre fue muy claro y correcto. Tengo una muy buena relación. Después, que hablen es habitual… En el fútbol tenés que ponerte una coraza porque van a hablar siempre. Hagas lo que hagas. Es el juego que tenés que jugar. Y si no estás preparado para esto, te tenés que ir. Igual, el fútbol argentino siempre va a tener algo que me va a gustar. Yo trabajé en otros lugares y lo disfruté. Acá es algo distinto pese a sus problemas. Llamale masoquista… Pero yo jugaba en España y me quedaba para ver los partidos. Aunque nadie te lo dijera, todos los compañeros de esa época miraban el River-Boca. Por lo diferencia horaria eran de madrugada. Al otro día íbamos dormidos al entrenamiento pero todos te hablaban del Superclásico. Los jugadores del Madrid también ven el Superclásico y los jugadores del Barcelona ven el Superclásico. Es así.
-¿Creíste que ahora ibas a tener club más rápido? ¿Puede pasar que te cobren cómo te fuiste de Unión?
-No, no creo. Me han llamado clubes de acá ahora. Hablé con los presidentes. Si no se dio fue por otras razones. Hace mucho que estoy en el fútbol. Y la gente me conoce antes de que me fuera de Unión. Sabe que soy un tipo sanguíneo, calentón, pero no mala gente. El que me conoce lo sabe.
-¿Qué te guardaste de Diego?
-Una cadenita. Veníamos perdiendo y un día, de la nada, Diego nos regaló una cadenita. Nos dijo que iba a traer suerte. Ahí la guardé para no perderla y que nadie sin querer se la llevara, ja. También me quedé con fotos y un montón de historias. Aunque me faltó algo…
-¿Qué?
-Mi papá tiene en su casa una foto en la que yo estoy jugando contra Diego. Y siempre me dio vergüenza llevársela para que me la firmara…
-¿Por qué te dio vergüenza?
-Porque yo trabajaba con él. Me daba cosa decirle “che, Diego, ¿me la firmás?”. Igual, a él le encantaban los autógrafos. Cuando no venían los chicos por dos o tres días, te decía “¿qué pasa acá?”.
-¿Diego te recordaba algo de tu época como jugador?
-Un día, él estaba hablando de tiros libres con Adrián González, el otro ayudante. Yo me arrimé y al instante me dijo que me fuera porque de patear no sabía nada. “Vos le pegás muy mal a la pelota, Gallego”, me tiró. Y tenía razón, ja. Pero le gustaban los centrales duros como yo. Porque a él lo cagaban a patadas. Si hay un jugador al que le pegaron fue a Maradona. Estaba todo roto. Le gustaba jugar fuerte. Y de cagón no tenía nada. No digo de pelear, que también lo tenía, si no de encararte siempre. La volvía a pedir y la volvía a pedir. Era un distinto en todo. Tengo mensajes y de vez en cuando los escucho. No siempre porque me pongo triste. Lo extraño… Fue genial. Es genial, en presente. Va a estar siempre en nosotros, en nuestra generación. Y ojalá que en la que viene. Mi hijo, Santi, lo conoció. Y sabía que su papá trabajaba con una de las personas más famosas del mundo.
-¿Cómo está tu hijo? Fue conmovedor cuando contaste en televisión que dejaste todo para acompañarlo a él en su enfermedad.
-Santi está bien. Está estudiando el Profesorado de Educación Física en Vélez. Y nosotros tranquilos y orgullosos de su vida normal. Gracias a Dios ya pasó.
-Hace un tiempo dijiste, hablando de las Sociedades Anónimas Deportivas, que ir a comer un asado al club con tu hijo también genera ese sentido de pertenencia. ¿Tenés opinión formada sobre el tema?
-Trabajé en SAD y lo hice muy bien. Hay clubes donde puede pasar. Yo no lo veo en Vélez. ¿Vos te imaginás un dueño en River o en Boca? Como variante, se habla de un sistema mixto, con ingresos de capitales. Lo que sea recurso para los clubes es bueno. Tenés que pelear la Copa Libertadores contra los brasileros. Pero no veo dueños totales de clubes con una masa de socios tan grande y con una historia de clubes sociales tan grande. Y está la otra parte: acá los hinchas salvan a los clubes, eso no lo cuenta nadie. Como le pasó a Racing, Comunicaciones y otros más… Porque en España, o en muchos lugares, desaparecen. No es estar a favor o en contra. Sólo digo que vivimos en un país en el que Boca tiene más de 300 mil socios. Después, igual, el Real Madrid es social, el Barcelona también. El Bilbao, con lo que representa y me gusta. No sé si nosotros como hinchas aceptaríamos tener un dueño. No quiero que genere polémica porque no es el punto. Mi mirada va desde tratar de mejorar. El otro día escuchá a Verón. Si ingresan capitales vos podés pelearle a los demás y podés hacer mejor la cancha, mejor el equipo, mejor el club para los socios. Es para contemplar.
-Ahora no para comer un asado si no para ser otra vez el DT, ¿te gustaría volver a Vélez en la buena?
-Sí. Pero no me gusta postularme. Supongo que se dará. Y si no, yo estuve cuando tenía que estar.
-La última. Siempre se pregunta por los mejores jugadores. Yo quiero que me digas las 3 mejores personas que conociste en el fútbol.
-Uno se llama Gabriel Leanza, que fue mi entrenador desde los 5 años hasta los 13 en el baby fútbol. En San Martín de Mataderos y en Brandsen de La Matanza. Pichi es su sobrenombre. Nunca lo digo en ninguna entrevista y es injusto. Encima es hincha de Vélez. Sin él no hubiese jugado. Un tipo íntegro, que gana dos mangos y se desvive. Otro fue Toto Calvanese. Me terminé de formar con él. Lo tuve en Novena, Octava. Una institución en Vélez. Un tano cabrón que me echó un montón de veces de las prácticas. ja. Me fue moldeando. Yo era bastante bravo, no por malo pero siempre estaba en algún quilombo. El me trató bien, me cuidó. Los quiero y no son los más conocidos, pero fueron los que hicieron que yo llegara a jugar. Después, muchos compañeros de Vélez. Fede Domínguez por la edad; al Chino Zandoná y al Negro Gómez los adoro. Si me hacés decir sólo uno, te diría el Rifle Pandolfi. Lo conocí muy joven. Lo quiero ver bien siempre. Me ayudó mucho más de lo que él piensa. Es un tipo muy valioso. Yo lo amo.