En Bogotá se ha evidenciado una preocupante tendencia de estafas telefónicas que involucran a bandas criminales altamente organizadas. Estos delincuentes se hacen pasar por representantes de reconocidas empresas, emplean libretos cuidadosamente elaborados para engañar a los ciudadanos y despojarlos de sumas significativas de dinero a través de complejas artimañas.
Según un trabajo periodístico que realizó El Tiempo, la Policía Metropolitana de Bogotá, a través de investigaciones de inteligencia, ha expuesto la existencia de protocolos detallados y guiones preestablecidos que estos criminales utilizan para sonar creíbles al momento de ejecutar sus robos.
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Estos son los escenarios que usan los estafadores
Una modalidad recurrente implica llamadas en las que los delincuentes, fingiendo ser supervisores de carga de aeropuertos conocidos, informan sobre paquetes que supuestamente exceden el valor permitido para el comercio libre en Colombia, establecido en 3.700 dólares. Los contactos los consiguen con bases de datos irregulares y establecen un diálogo ya escrito que permita envolver a la víctima. Muchos de estos se realizan desde cárceles.
A partir de la premisa de evitar problemas legales por evasión de impuestos o contrabando, piden a las víctimas el pago inmediato de multas que, aunque parezcan menores, son completamente ficticias.
Así suelen ser las conversaciones
Algunos de los mensajes que conoció el portal informativo nacional suelen ser muy estructurados, con las variables que puedan derivar de la conversación con la potencial víctima.
“Buenas tardes, usted se encuentra comunicado con (nombre inventado) supervisor de carga del área de despacho del aeropuerto (nombre del aeropuerto de la ciudad). El motivo de mi llamada es para preguntarle si usted está esperando un paquete», dice el primer párrafo del diálogo”, escribió el medio.
Mientras se desarrollan los eventos, los delincuentes buscan acceder a los datos del teléfono celular de las víctimas, utilizando información obtenida de bases de datos ilegales, de individuos que esperan algún envío. Les preguntan a las víctimas si pueden confirmar el nombre del remitente y, acto seguido, afirman tener ya esa información, y proceden a inquirir sobre el contenido del paquete.
Durante la llamada, los criminales indican que el paquete ha excedido el valor permitido para la libre importación –los 3.700 dólares–. Si la víctima desconoce el contenido, el timador se ofrece a informar, bajo la premisa de cumplir con su obligación cuando un envío ingresa al país. Argumentan que, tras verificaciones de seguridad en aeropuertos internacionales, detectaron -por ejemplo- que el paquete contenía varios artículos tecnológicos y de lujo. La enumeración de estos objetos puede variar según lo que realmente esperaba recibir la víctima y los datos que los criminales ya hayan recopilado.
A continuación, los estafadores aseguran haber establecido conexión con la víctima y proceden a tranquilizarla diciendo que no hay problemas con el paquete, pero es necesario revisar aspectos aduaneros y fiscales. Explican que todos los productos tienen factura de pago y la procedencia no es el problema; el asunto radica en una supuesta anomalía en el boleto de envío, ya que el paquete superó el monto de libre comercio.
Esto marca el inicio de la estafa real, afirmando que exceder el monto permitido puede considerarse evasión de impuestos por tratarse de un acto de contrabando. Instruyen a las víctimas a pagar una multa inmediatamente para evitar acciones legales que podrían llevar al embargo de bienes.
Los delincuentes, en fingimiento de agentes de call center y en virtud del temor infundido, solicitan el envío de datos personales y de ubicación, así como el comprobante de pago de la multa, a través de WhatsApp. También han empezado a utilizar números internacionales, con la compra de sim cards de distintos países para evadir el seguimiento de las autoridades.
Un caso destacado
El Tiempo expuso el caso de una ciudadana a la que identificaron como Marta Castro, una ciudadana de 57 años. Tras recibir múltiples llamadas, Castro cayó en la trampa de una supuesta compañía que le indicó había ganado tiquetes aéreos y alojamiento hotelero. La estrategia de los malhechores se centró en ganarse su confianza para, finalmente, persuadirla de que compartiera un código de seguridad crítico, lo que culminó en el acceso indebido a su cuenta bancaria.
Los investigadores señalan que estos criminales tienen acceso a bases de datos con información de ciudadanos y utilizan números telefónicos registrados en otros países, como Chile, China, Perú, y Venezuela, para evadir los controles policiales y de seguimiento.
Pese a los esfuerzos por educar al público sobre los riesgos y señales de las estafas telefónicas, se estima que el 66 por ciento de estos delitos se originan desde centros carcelarios dentro del país, lo que subraya desafíos significativos en términos de seguridad y control penal.