Viena, 26 sep (EFE).- Herbert Kickl, líder del partido ultraderechista austriaco FPÖ y declarado admirador del primer ministro húngaro, Viktor Orbán, puede lograr este domingo la primera victoria electoral nacional para su formación y aspirar así a ser el próximo jefe de Gobierno de Austria.
El prorruso FPÖ lidera las encuestas desde hace más de un año, con alrededor del 27 %. Aunque Kickl atrae muchos votos, también es el político más rechazado: el 60 % de los austríacos no quiere que sea canciller.
Kickl, de 55 años, centra su campaña en presentarse como un “canciller del pueblo” (“Volkskanzler”) y define a otras formaciones como “traidores al pueblo” (“Volksverräter”), términos en alemán con claros ecos nazis.
Kickl es un representante de la línea dura del FPÖ y siempre se ha sentido cómodo como una eminencia gris alejada de los focos.
“Si un partido es un barco, prefiero estar en la sala de máquinas que en la cena de gala del capitán”, dijo en una ocasión.
Kickl es un populista radical: ha difundido numerosos bulos como que hay un plan de las “élites” para sustituir a la población europea blanca por inmigrantes o sugirió que la covid-19 salió de un laboratorio y la calificó como “plandemia”.
El político no destaca por su carisma, pero sí como estratega. Durante años escribió los discursos del histórico líder del FPÖ, el ya fallecido Jörg Haider, y luego fue la mano derecha de Heinz-Christian Strache, el exvicecanciller ultra que dimitió en 2019 por un enorme escándalo de corrupción.
Su voluntad de estar alejado de los focos y su carácter reservado son las razones por las que no se sabe mucho de él. Kickl no comparte su vida privada en las redes sociales ni le gusta acudir a eventos, a diferencia de sus predecesores, Haider y Strache.
Algunas fotos ocasionales le muestran haciendo senderismo y se sabe que le apasiona el triatlón. A su boda civil en 2018 no acudió ningún invitado, ni siquiera un testigo.
Kickl creció en una pequeña localidad de Carintia y fue el primero de su familia en llegar a la universidad, donde estudió Filosofía en Viena. No terminó la carrera ni tampoco una formación militar posterior en un comando de montaña.
El ambiente izquierdista de la facultad le generó una fuerte aversión que lo llevó a admirar al líder ultra Jörg Haider.
La oratoria populista de Haider y su crítica a los partidos tradicionales y la inmigración lo convirtieron en el ídolo de Kickl, quien se unió al FPÖ en 1995.
Su talento para escribir y la escasez de personas cualificadas en el FPÖ lo hicieron ascender, y pronto se convirtió en el redactor de los discursos del líder ultra.
Cuando Haider fracturó el partido en 2005, Kickl se mantuvo leal al FPÖ y se unió al nuevo líder, Heinz-Christian Strache, a quien convirtió en una figura popular y llevó al poder en 2017.
En esos años Kickl se volvió indispensable para el partido y, además de sus habituales consignas contra los inmigrantes, lo redefinió como el “partido de la patria social”, con la idea de atraer a los trabajadores austríacos.
Tras los buenos resultados en 2017 el FPÖ cerró una coalición con el Partido Popular de Sebastian Kurz y Kickl aceptó por primera vez un cargo público, el de ministro del Interior.
Su período como ministro, que duró solo dos años, aún tiene repercusiones. Sus cambios en el servicio de inteligencia interior, el BVT, llevaron a que otras agencias extranjeras dejaran de compartir información con él.
Varios responsables, incluidos aquellos que investigaban los vínculos del FPÖ con Rusia o con extremistas de derechas, fueron apartados e investigados.
El actual Gobierno de conservadores y ecologistas tuvo que refundar el BVT y cambiarle el nombre (DSN) para recuperar la credibilidad ante sus socios internacionales.
Tras el escándalo de corrupción de 2019 que hizo dimitir a Strache el partido se hundió en las encuestas, pero Kickl supo de nuevo leer la situación para sacar provecho político.
Con las medidas contra la covid y la vacunación obligatoria, se convirtió en el abanderado contra las restricciones y organizó manifestaciones multitudinarias contra el Gobierno.
En esa época Kickl se negó a utilizar mascarillas en el Parlamento, dijo que nunca se vacunaría y recomendó tomar “Ivermectina”, un medicamento para desparasitar caballos, como alternativa al tratamiento convencional.
En 2021 fue elegido como nuevo líder del FPÖ y radicalizó aún más a su partido, defendiendo teorías de la conspiración y redoblando las críticas a la Unión Europea (UE), al tiempo que califica las sanciones occidentales contra Rusia como “una locura”.
Kickl niega además que el cambio climático sea causado por el hombre, rechaza la Convención Europea de Derechos Humanos y asegura que el aborto es una “arbitrariedad personal”.