Por las empinadas calles de La Cumbre, baja el único Renault Cuatro en el que se cocinan ‘churritos’ y buñuelos.
Quien conduce este vehículo gastronómico es Jorge Enrique Fernández Gómez, quien cumple el rol de chef y publicista de su emprendimiento móvil. La idea se ‘cocinó’ cuando Fernández terminó contrato con una importante empresa generadora de energía en Villavicencio y el retorno a casa se convirtió en el camino con menos huecos.
En Bucaramanga lo esperaba un apartamento en el barrio Comuneros, el cual tuvo que vender cuando el dinero de la liquidación se esfumó. Para generar ingresos, Jorge se hizo con una máquina embutidora y, gracias a un creciente gusto por la cocina, se animó a preparar chorizos por su cuenta.
El negocio le dió ‘por la tripa’ debido a que el producto no se movía como él lo esperaba y el esfuerzo de hacerlos a mano tomaba su buen tiempo. En búsqueda de un método más práctico, Fernández se dedicó a ‘comer libro’. “Pasé mucho tiempo viendo vídeos de YouTube para aprender a cocinar algo sencillo y rico” confesó el dueño del ‘churro-móvil’.
Fue entonces cuando vio cómo de la embutidora que había adquirido, se podía dar la forma de churro a cualquier masa que realizara. La única ‘pega’ era el cambio de la boquilla del artefacto.
Una cocina ambulante
Con la boquilla adecuada y la receta aprendida, sólo había que llevar la cocina a todo lugar al que se desplazara el emprendedor, porque los ‘churritos’ fríos no saben igual que unos recién salidos del baño de aceite. La mejor opción que encontró Jorge Enrique consistía en cuatro ruedas y en modelo ‘todoterreno’.
Dicha opción costó seis millones de pesos, los cuales pagó con la ayuda de su hermana menor, Azucena. Ambos hermanos compraron un Renault Cuatro modelo 86, color crema.
Aquel ‘amigo fiel de los colombianos’ pasó por el taller tan pronto fue entregado, su nuevo diseño cuenta con una unidad de cocina metalizada en el baúl, en las puertas se exhiben los precios y opciones de acompañamientos para las frituras y en el techo se luce el nombre oficial del vehículo: El Renault de lo churros.
A pesar de que las modificaciones lo hicieron un automóvil único en su especies, lo cierto es que a los dos meses se tuvo que cambiar el clutch y arreglar una avería en la caja de cambios. Luego el auto pidió un retoque del cableado y también la bobina ‘pidió lo suyo’. Motivo por el cual el conductor del clásico y antiguo, tuvo que camellar incansablemente todos los días sin descanso. De lunes a lunes, se dedicaba a frecuentar colegios y parques de ‘la ciudad bonita’.
Las paradas de ‘churro móvil’
De lunes a viernes, el ‘R4’ se estaciona en el Colegio Cajasan a las 7:00 de la mañana y cuando asoma el sol de mediodía se moviliza hasta el Instituto Rafale Pombo en Lagos II. Finalmente, se acerca de nuevo al colegio ubicado en la calle 25 con carrera 7 de 3:00 de la tarde hasta agotar existencias. En dicha estancia, su clientela estudiantil disfruta de la promoción d3 churros por dos mil pesos.
Toda promoción ofrece dos salsas a elección del cliente, dentro de las opciones resaltan el arequipe, chocolate, mora, leche condensada y capuchino. Pero si tiene una sugerencia de sabores, puede comentarle al chef, quien también es el chofer.
Los fines de semana y festivos, el ‘churro móvil’ llega hasta el parque de La Cigarras en Real de Minas y los buñuelos rellenos se suman al menú. Desde cinco mil pesos, las familias pueden degustar los ‘amasijos’ fritos que se cocinan en el auto.
Hay clientes tan fieles al trabajo de ‘piloto del sabor’ que le solicitan una orden de churros congelados para tener en la casa.
Dicha fidelidad y cariño por parte de sus comensales ha sorprendido a Jorge, quien con solo una llave encendió el motor de su rebusque y también puso en marcha un camino de aroma dulce y textura crujiente.
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