Juan José Millás (Valencia, 1946) y Juan Luis Arsuaga (Madrid, 1954) no son amigos, pero acaban de cerrar una trilogía que “estaba llena de peligros” y ha terminado encajando perfectamente todas sus piezas. El diálogo entre sapiens y neandertal (en el que a veces se difumina quién es quién) que se da en su último libro explora las profundidades del cerebro para dar con el mundo del yo, la subjetividad, la memoria y, si se quiere, el alma. La conciencia contada por un sapiens a un neandertal (Alfaguara, 2024) es el proyecto en conjunto más ambicioso de Arsuaga y Millás, que no pretende ofrecer respuestas, sino formular nuevas preguntas. “Lo que a mí me pone son las preguntas, y este libro está lleno de ellas”, aclara el paleoantropólogo.
Más allá del éxito de los tres libros, el escritor presume de que no le debe nada a Arsuaga, que le regaló unas gafas de sol tras su operación de cataratas. “Me dijo que le habían costado 200 euros, no se lo tengo en cuenta porque es su manera de ser. Yo le he regalado una excelente pluma estilográfica de mi colección personal, creo que mi regalo es más caro porque tiene más valor”, explica Millás durante una entrevista con Infobae España. El investigador de Atapuerca se defiende, casi sin dejarle terminar de hablar: “Es una ordinariez, pero le dije el precio para que no pensara que eran de una gasolinera y no las perdiera”.
Pregunta: Al principio del libro introducen el concepto del demonio de Laplace para hablar del determinismo: si algo hubiera podido ser de otra manera, habría sido de otra manera. Pero, si no existe el libre albedrío, ¿qué sentido tiene, por ejemplo, sentirnos culpables si realmente no tenemos ningún poder de decisión en nuestras acciones?
Arsuaga: Yo creo en la responsabilidad de las personas y en el libre albedrío, porque es lo mismo. Estamos condicionados por muchas cosas, por nuestra genética, nuestras familias, nuestros contextos… Lo que pasa es que ahora, ya en el terreno puramente de la ciencia y de la física, es donde el determinismo se discute a nivel atómico y subatómico. En el mundo físico, lo que impide que podamos predecir el futuro es la complejidad. Un ejemplo que suele utilizar Millás es el del tiempo atmosférico. No podemos predecir el tiempo a muy largo plazo, pero si tuviésemos más información lo podríamos hacer. La incertidumbre y lo que llamamos casualidades las crea la falta de información en el terreno de la física. Eso lo puedes llevar al terreno de lo moral y del comportamiento, pero es un problema universal.
P: ¿Una casualidad solo es ausencia de información?
A: Sí. Las casualidades no existen, todo tiene una explicación. Pero eso no afecta al libre albedrío, a las cosas que te pasan ni a las decisiones que tú tomas.
P: El yo es otro de los temas centrales del libro. Escriben que el niño alcanza ese yo entre los seis y los 18 meses. Antes de que eso ocurra, ¿qué diferencia hay entre un niño y un animal?
A: Ninguna. Bueno, que él es humano y el otro es un primate, pero ninguna porque no se reconoce a sí mismo. Se comporta por sus instintos y su aprendizaje. Los animales saben que tú existes, pero no saben que ellos existen. Cuando el coche se acerca a dar de comer a las vacas, solo por el ruido del motor ellas ya saben que viene el pienso. Conocen al que les da el pienso, pero no a ellas mismas.
Millás: Me gusta cómo has formulado la pregunta. ¿Antes de que se alcance el yo o antes de que el yo me alcance?
A: Decía Descartes “pienso, luego existo”. En realidad, en eso se equivocaba, porque existimos porque tenemos recuerdos. Los recuerdos son los que nos hacen humanos. Si tú pierdes tus recuerdos, no sabes quién eres. De ahí la cosa de Blade Runner. El momento más dramático de la película es cuando le dicen a Rick Deckard que sus recuerdos son implantes, porque somos nuestra biografía.
M: Es curioso esto de la identidad, a la que tanta importancia le damos y, sin embargo, es súper frágil. Basta con que se den unas transformaciones de orden químico en el cerebro para que se pierda. El presidente Suárez sufrió Alzheimer en los últimos años de su vida y cuando en un momento determinado entrevistaron a su hijo para preguntarle cómo estaba su padre, él dijo: “No sabe qué es España”. Lo recuerdo porque me asombró mucho.
P: Noam Chomsky estaba en contra de los experimentos que intentaban enseñar a hablar a los chimpancés porque decía que el lenguaje era algo que se heredaba. ¿Qué relación tiene el lenguaje con nuestra identidad?
M: Chomsky decía que nosotros tenemos el cerebro preparado para hablar, que la estructura profunda de todas las lenguas es la misma.
A: Él pensaba que con la gramática generativa podría averiguarse cuál es la base común de todas las lenguas, pero ese proyecto no se ha conseguido.
M: La cosa es que, en cuestión de identidad, el yo nos va alcanzando. Un niño salvaje que se cría con un lobo crece sin yo… o con el yo de un lobo. [Rafael Sánchez] Ferlosio decía que el ser humano es el único animal que carece de naturaleza. Si tú llevas un lobo a casa desde pequeño, tarde o temprano tendrás que devolverlo a su hábitat porque saldrá su verdadera naturaleza y será peligroso para ti. El ser humano, sin embargo, carece de naturaleza o tiene una plasticidad que se adapta a la de quien le cría.
P: Pero esa neocorteza que tiene el ser humano en el cerebro, la amígdala, el hipocampo… ¿No se desarrollaría?
M: Se desarrollaría el órgano, pero no la información que introduce al órgano.
A: No sería un humano estándar, aunque sí tendría subjetividad.
M: Pero la subjetividad sin lenguaje… Tendría la subjetividad de un lobo.
A: No sería un humano como nosotros, porque nosotros también somos un producto de la educación, pero tendría unas estructuras cerebrales diferentes del lobo y parecidas a la nuestra. Esa es una vieja historia. ¿Qué fue antes, el lenguaje o la autoconsciencia? Solamente hay una especie que tiene autoconsciencia y solo hay una especie con lenguaje, y es la misma.
P: Llega cierto punto en el libro en el que se preguntan para qué sirven la subjetividad o el alma. Por buscarle una razón utilitarista, ¿no podría considerarse como un punto de partida para conseguir ciertos derechos humanos? El debate sobre si los nativos americanos debían ser tratados como esclavos surge a partir de que Bartolomé de las Casas comenzara a teorizar sobre si tenían o no tenían alma.
A: Aquí hay que elegir entre dos alternativas. Si la tecnología puede producir máquinas que actúen como seres humanos en todos los sentidos, entonces caben dos posibilidades: una, que la subjetividad no es necesaria porque se puede escribir un libro sin subjetividad, ni alma ni sentimientos; o bien la otra alternativa, que es la de que el ordenador tiene alma o que llegará a tener consciencia. Cuando sean indistinguibles de los seres humanos, habrá que preguntarse si ellos tienen alma, es decir, si tienen yo. Y habrá que preguntarse si el yo es una propiedad emergente, algo que cuando se alcanza un nivel de complejidad, automáticamente se genera. Si hay una máquina que se comporta como nosotros, o él tiene yo o el yo es superfluo. Hay que elegir.
P: ¿Y ya han elegido?
M: Para mí este es un momento tremendo del libro. Estás pensando que toda la biología en el ser humano es adaptativa y, de repente, descubres que una de las cosas que nos definen, que es la subjetividad, no es adaptativa. Si hubiera algo que pudiera hacer lo mismo que nosotros, sin subjetividad, como un robot que se envía a Marte y es capaz de hacerlo todo… ¿Para qué rayos vas a enviar a un ser humano que tiene necesidades, que te va a decir que se siente solo y que tiene que dormir? La subjetividad no se entiende desde el punto de vista evolutivo.
A: La gente y las películas se imaginan a los extraterrestres como seres con antenas y cuernos. Pero sin duda, si algún día llegan a la Tierra, serán máquinas.