Que tantas organizaciones e individualidades consideren necesario exigir a las autoridades -políticas y educativas- que niños ya escolarizados puedan leer y escribir correctamente al entrar a tercer grado dice mucho acerca de la crisis en la cual nos encontramos.
Si, como advierten los impulsores de esta campaña, en 3er grado uno de cada dos niños no entiende lo que lee, significa que la escuela argentina ha perdido su norte y está fallando en la misión que le dio origen y sentido.
#QueEntiendanLoQueLean es el lema con el cual se busca exponer la tragedia escolar actual. Esta Campaña Nacional de Alfabetización, relanzada por más de 180 organizaciones de la sociedad civil y cientos de personalidades, está motivada por ese dato revelador:, un diagnóstico dramático que surge de las últimas evaluaciones internacionales de Unesco -pruebas ERCE 2019- según las cuales en Argentina, el 46% de los chicos de 3er grado no entiende lo que lee y sólo 1 de cada 10 alumnos (14%) se ubica en el nivel de desempeño más alto en lectura.
Estos datos son confirmados por los resultados de las pruebas internacionales PISA 2022, que evalúan a estudiantes de 15 años de edad en 71 países: en Argentina, 7 de cada 10 alumnos de la franja socioeconómica más baja no alcanzan el nivel mínimo en lectura mientras que en el sector socioeconómico más alto son 3 de cada 10 los que tampoco lo alcanzan.
La escuela ya no funciona como motor de promoción social y de reducción de desigualdades.
El mérito de esta Campaña es poner el foco en el principal problema en el que deben concentrarse las autoridades -políticas, legislativas y educativas- si de verdad les importa la educación, como declaman. La finalidad, explican sus organizadores, es alertar acerca de lo que ocurre con la comprensión lectora en la Argentina, para que esto se convierta en prioridad en la agenda educativa y se trabaje en revertir la situación.
“La Argentina atraviesa una crisis en el aprendizaje de la lectura y la escritura que se proyecta a lo largo de la trayectoria de los estudiantes en todos los niveles socioeconómicos”, advierten los promotores de esta Campaña que tuvo su primer lanzamiento, hace justo un año, el 4 de mayo de 2023.
En aquel momento, seis precandidatos presidenciales, incluido el actual presidente, Javier Milei, y 16 gobernadores firmaron el Compromiso por la Alfabetización. El pasado 25 de abril, acompañaron el relanzamiento de la Campaña los gobernadores Ignacio Torres (Chubut), Gustavo Valdés (Corrientes), Ricardo Quintela (La Rioja), Hugo Passalacqua (Misiones) y Claudio Poggi (San Luis), y el jefe de Gobierno de la Ciudad, Jorge Macri. Además, la Secretaría de Educación Nacional y muchos ministerios provinciales anunciaron que implementarán políticas de alfabetización este año.
Marcelo Velázquez, director de Más Voces, destacó la imprescindibilidad de una correcta alfabetización para el resto del recorrido de un estudiante: “Es muy común escuchar en ámbitos educativos que ‘los chicos llegan a la universidad sin hacer una regla de tres simple; o que llegan a la secundaria sin comprender textos básicos’. Hace años que venimos levantando la voz para que toda la sociedad tome conciencia de que la base de todos estos diagnósticos es la alfabetización inicial”.
“La evidencia muestra que en Argentina hay un problema muy serio de alfabetización inicial, sin distinción por nivel socioeconómico”, dijo por su parte Belén De Gennaro, directora de Campañas de Argentinos por la Educación.
En estos días, a raíz de la protesta contra el recorte de fondos a las universidades, tuvimos la ocasión de escuchar, una vez más, rasgarse las vestiduras por la educación pública a los mismos que, por acción y omisión, vienen trabajando en destruirla.
En la impresionante Marcha Universitaria Federal del 23 de abril pasado, la gente, mayormente autoconvocada, demostró hasta qué punto la educación es un valor arraigado en nuestra sociedad. Otra cosa son las declaraciones de los dirigentes y lo que sucedió en el palco.
Un ejemplo bastará: la representante de CTERA saludó la “unidad de la educación pública de las y los estudiantes, de las y los rectores, de las y los profesores, de las y los trabajadores y sus sindicatos”. Un lenguaje impostado que solo revela ideologismo y muy poca preocupación por la excelencia educativa. Eso sí, no se privó de presentarse a sí misma y a los otros jefes de CTERA como adalides del derecho a la educación: “…nosotros y nosotras, los que defendemos la escuela pública…”
Levante la mano el que alguna vez escuchó a la CTERA expresar preocupación el constante vaciamiento de contenidos en los programas escolares, o el que vio a algún sindicalista docente cuestionar el facilismo educativo que llevó a barbaridades tales como eliminar todo tipo de sanciones disciplinarias en los colegios, prohibir la repitencia, dar por aprendidos los contenidos del año de pandemia para todo el mundo, facilitar el tránsito de un nivel a otro de secundaria llevándose un número cada vez mayor de materias, etc., etc.
Hay cosas que pasan más inadvertidas pero no por eso son menos graves. El 16 de abril pasado, la provincia de Buenos Aires dedicó una jornada entera a la ESI en todas las escuelas. Traducción: durante todo un día se suspendió la enseñanza de lengua, matemática, ciencias sociales, ciencias naturales, etc., para que todos los docentes, todos, dieran contenidos de ESI, la nueva religión progre.
Levante la mano el que escuchó a CTERA u otro sindicato docente protestar por esto. Aparte del tiempo desmesurado dedicado a este tema, ¿con qué derecho las autoridades educativas obligan a docentes de una materia a dictar contenidos de otra?
Excepto lo salarial, los sindicatos no defienden los intereses de sus propios afiliados; sí los apañan en los abusos de los estatutos. Algo que hasta Cristina Kirchner -cuyo liderazgo es reconocido por la mayoría de los sindicalistas docentes- denunció en varias oportunidades.
La ex Presidente lo volvió a hacer el pasado 27 de abril en Quilmes: “En la escuela tenemos que rediscutir todo, sobre todo primaria y secundaria”, dijo. “Yo quise tal vez entablar una discusión allá por el 2012 y me sacaron a los bolsazos. ¿Se acuerdan aquel mensaje del 1 de marzo en donde fui muy criticada?”, recordó, en relación a un discurso de apertura de sesiones cuando hizo suyos todos los argumentos que los gremios denuncian como reaccionarios. Entre el público, estaba Roberto Baradel, secretario general de Suteba.
En aquella ocasión, la entonces Presidente cuestionó el elevado ausentismo -24,18% a nivel nacional- y denunció que eso significaba que un cuarto de la masa salarial se pagaba dos veces, al titular y al suplente. También insinuó que cobraran bastante para “una jornada laboral de sólo 4 horas contras 8 del resto de los trabajadores” y, no contenta con eso, también les espetó los “tres meses de vacaciones”… Pero los gremialistas, muy combativos ante otras críticas, en esta ocasión no replicaron.
“¿Cómo es posible que cada vez que nos reunimos con sus dirigentes tengamos que hablar de salario y no de los pibes que no tienen clases?”, preguntó Cristina Kirchner. Y agregó: “Esto es lo que yo quiero cambiar de la cultura”.
De más está decir que no lo hizo, no usó su ascendiente en ese sector para promover esos cambios. Tampoco hizo nada su ministro de Educación nacional, Alberto Sileoni, presente y aplaudiendo en el recinto, que estaba en el cargo desde 2009 y siguió hasta el 2015 (y desde diciembre de 2021 está al frente de la educación bonaerense, gabinete Kicillof).
Ahora, en Quilmes, volvió a hablar del tema, pese a que las políticas educativas de sus dos gestiones no fueron capaces de combinar equidad con calidad educativa; por el contrario, la inclusión se hizo en detrimento de la excelencia, con el resultado de que se trató de una falsa inclusión. Una estafa. Muchos jóvenes egresan del secundario solo para darse cuenta de que, aunque el título obtenido les permite legalmente inscribirse en la universidad, no han sido realmente formados como para seguir estudios superiores.
Con justa razón pero demasiado tarde, en Quilmes, Cristina Kirchner reivindicó la educación que ella recibió: “Me acuerdo de los nombres de las 6, 7, maestras que tuve, 1er grado, 1° superior, 2° grado, de todas, una maestra por año, nada más, y estudié casi todos los días”. Quien quiera entender que entienda: aludía por un lado al festival de motivos de licencia que tienen los docentes. Cristina hasta se hizo eco de los reclamos del gobernador de Santa Fe, Maximiliano Pullaro, que denunció que debe destinar casi un cuarto del total de sueldos docentes a pagar suplencias. Lo que equivale a decir que un cuarto de los docentes está de licencia.
La otra alusión fue a la gran cantidad de días sin clase: paros, capacitaciones (en su mayoría inservibles), desratización (a los roedores no se los puede matar el fin de semana), elecciones, etc. etc.
“Tenemos que discutir en serio porque si no queremos discutir nosotros vienen otros y nos discuten desde afuera y no es que les interese que los pibes sepan”, advirtió, en alusión a los privatizadores o a los que directamente creen que la educación ni siquiera debe ser obligatoria. Pero tampoco a los suyos les interesa que “los pibes sepan”: lo han demostrado ampliamente.
El antes nombrado Sileoni, aseguró, en una entrevista con Página 12 después de la marcha por la educación pública, que “en democracia no hay adoctrinamiento”. En cambio sí lo había cuando él era “director de educación de adultos en la dictadura”, dijo. Interesante. Luego habló del único tema que parece desvelarlo: “La ESI. Hay padres que se organizan bajo el concepto de ‘con mi hijo no te metas’. Sucede que hay una ley que valida dar en las aulas un conocimiento científico validado a nivel mundial”.
Es cierto que hay una ley. No es cierto que el conocimiento que da la Dirección General de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires que él dirige esté científicamente validado. En febrero de 2024, la provincia de Buenos Aires produjo un documento que declara que la ESI es “política de Estado”, que cita como referencias teóricas a Michel Foucault -demostró “que los cuerpos son un constructo, un producto social y cultural”, dicen- y a Judith Butler que, contra toda evidencia, niega el binarismo sexual.
El documento cuestiona la “perspectiva biologicista”, es decir, la naturaleza. “La desprivatización (SIC) de la sexualidad -dice- implica un claro distanciamiento del silencio pedagógico. Instalar esta discusión como algo público (…) habilita —y obliga— a las escuelas a trabajar sobre sexualidad, pero a no hacerlo de cualquier modo (…), sino desde determinados enfoques, ejes y contenidos”.
O sea: en la escuela hay que hablar de sexo. En todos los niveles, en todas las materias. Y con ideología de género: “Se propone una perspectiva que abra la mirada y desafíe los binarismos, (…) que no insista en una matriz varón-mujer y homosexual-heterosexual”.
La consigna, textual, es “queerizar la escuela, la clase, el conocimiento, las metodologías”.
Los chicos no entienden lo que leen pero se les dirá que pueden cambiar de sexo a su antojo. Nada de esto es conocimiento científico validado ni está en la Ley 26150 en la cual pretenden escudarse.
Cristina Kirchner demostró tener en claro un aspecto de la crisis educativa, pero para nada lo esencial del problema. Ella enumeraba también en esos discursos los logros de su gestión: más inversión en educación y extensión de los años de escolaridad obligatoria, secundario y sala de 4.
En el comunicado de la Campaña Nacional por la Educación, se cita a Viviana Postay, una docente cordobesa muy activa en redes y especialista en gestión educativa: “Revisar las puestas en acción de la alfabetización en la escuela argentina es, probablemente, la prioridad número uno de cualquier política educativa en la actualidad. Esto requiere desmontar ciertas frases hechas y observar, por ejemplo, la eficacia real de políticas tales como la unidad pedagógica, la posible circulación de interpretaciones erróneas del constructivismo como procrastinación sistemática o la necesidad de repensar la construcción de ambientes alfabetizadores en tiempos de cultura digital”.
En 2012, el Consejo Federal de Educación decidió considerar al 1° y 2° grado de primaria como una “unidad pedagógica”. Traducción: como la escuela ya no era capaz de enseñar a leer y escribir en primer grado y como era políticamente correcto mostrar una reducción de la repitencia, eso se solucionó fácil: lo que antes se aprendía en un año ahora se aprende en dos y todos contentos. Ningún pibe repite primer grado, por lo que no afianza lo más elemental, lo que le va a servir para el resto de su escolaridad, que es la lectoescritura. Además, al pasar muchos de ellos a segundo, sin haber adquirido los conocimientos necesarios, eso retrasa al conjunto de la clase, como bien sabe cualquier docente. La unidad pedagógica es la resignación al fracaso.
Lo otro de lo que habla Postay es del método, del constructivismo mal aplicado, que lleva a la “procrastinación sistemática”. Esa idea de que el niño aprende solo, construye su propia trayectoria pedagógica, con su propio ritmo, etc. No se debe corregir la ortografía para no coartar la libre expresión del pequeño, etc. Y, más en general, la idea de que la repetición, la memorización, es todo negativo. Si combinamos esto con el deterioro de la autoridad del docente, tanto en lo disciplinario como en lo pedagógico, tenemos la receta perfecta para el fracaso. Como lo vienen señalando muchos especialistas, hay que volver al método fónico tradicional: a cada sonido corresponde una letra y las palabras están formadas por letras; así de sencillo, y de probada eficacia.
La Campaña Nacional por la Educación, impulsada por más de 180 asociaciones -entre ellas, Argentinos por la Educación, Conciencia, Educar y Crecer, Más Voces, Enseñá por Argentina, Fundación Leer, AMIA y Fe y Alegría-, ha sido respaldada por numerosas personalidades del arte y del deporte, como Julio Bocca, Manu Ginóbili, Ricardo Darín, Gabriela Sabatini, Diego Torres, Eduardo Sacheri, Mario Pergolini, Humberto Tortonese, Nito Mestre, Carlos Rotemberg, Amalia Granata, Mariana Fabbiani, Lizi Tagliani, Adrián Suar, Gustavo Yankelevich y otros. Lo hicieron compartiendo en redes fotos, en las que se los ve leyendo, solos o en familia, y el hashtag #QueEntiendanLoQueLean.
También, como vimos, muchos políticos se han comprometido a reforzar la alfabetización temprana.
Sin embargo, está visto que desde el sistema poco y nada sucederá. Sobre todo sin presión del conjunto de la sociedad civil. Si Sileoni menciona a las familias que protestan y se escuda en una ley, es porque la presión de los padres lo afecta. Es por ahí. Es la sociedad toda – pero en especial las familias- la que debe activarse para exigir educación pública de calidad para todos los niños y adolescentes.
El principal y gran aporte de la Campaña Nacional por la Educación es haber llamado la atención sobre este flagelo, haber apuntado a lo prioritario -incluso urgente- y haber comprometido públicamente a las autoridades responsables. A aquellos que tienen en sus manos las herramientas para empezar a cambiar esto.
Hay que aprovechar el impulso así generado y exigir que la escuela vuelva a ser un motor de ascenso social y para ello lo primero es enseñar.