Periodistas y medios -generalmente con una opinión contraria al gobierno- se muestran sorprendidos ante el sostenimiento de la imagen positiva del presidente Javier Milei que se presenta como un denominador común en las encuestas que se publicaron a lo largo de los primeros seis meses de su gestión.
Gran parte de esta sorpresa, que se repite ante una imagen negativa que no se ha incrementado de manera significativa, se debe a que no pueden comprender, desde su óptica, cómo la población no ha “reaccionado” negativamente (al menos en las encuestas) a los malos resultados que se reflejan en los indicadores de distintas áreas, principalmente en cuanto al devenir de la economía, en teoría, el área fuerte del Presidente y su equipo.
Frente a este escenario, elaboraron distintos tipos de análisis interpretativos de las más variadas índoles: que todavía el tiempo de gestión de gobierno es poco, que las consecuencias del modelo más graves aún no se profundizaron, que el gobierno tiene una excelente maquinaria de construcción simbólica para justificar su actual situación y desligarse de sus responsabilidades, que falta liderazgo político en la oposición para generar en la sociedad una nueva postura, que son fascistas o antiperonistas o el clásico, que las encuestas fallan.
Para destrabar esta situación es importante analizar los estudios de opinión y cruzar sus resultados con las respuestas que se obtienen de estudios cualitativos o bien simplemente escuchar “la calle”, hablar con las personas que nos cruzamos diariamente, con nuestros conocidos
Foto vs. película
Los últimos datos que estamos relevando y observando de las más recientes encuestas, muestran que la tendencia que se sostuvo durante los primeros seis meses comienza a cambiar, principalmente en los sectores que mostraron ese “apoyo” antes mencionado.
Las preguntas referidas a una evaluación de gestión, a imágenes de los principales referentes del oficialismo, a la aceptación de las medidas propuestas, a los tiempos de espera/tolerancia, etc. comienzan a tener respuestas más negativas.
Esto efectivamente comprueba que el tiempo es realmente un factor fundamental para estos segmentos de la sociedad que realmente creen/creían que era necesario un cambio de gobierno y un tipo de respuesta ante la crisis como la que Milei ha tenido.
Muchas de estas personas ponen fecha límite a su apoyo, son ciudadanos que también manifiestan que están sufriendo las consecuencias de la situación económica, la mayoría no lo niega, pero consideran como necesaria esta situación y creen/creyeron en los dichos del presidente durante la campaña electoral, sobre la necesidad de soportar un tiempo de profundización de la crisis para que en el futuro se pueda estar mejor gracias a la recomposición de los “números” de la macroeconomía nacional.
Un factor importante: la Democracia
La gran mayoría de estas personas consideran a la Democracia como el mejor sistema político. Aquí se puede hacer un parteaguas con el núcleo duro de apoyo de Milei, este sector suele tener comentarios con rasgos antidemocráticos, algo que en cierta medida parte también de los propios dichos del presidente y parte de los integrantes de su fuerza.
Otro factor que nos proporciona certezas sobre el espíritu democrático de estas personas, electores de Milei recordemos, es la respuesta a la pregunta referida a las funciones del Estado y los aspectos que se deben garantizar desde el mismo. Es más, la gran mayoría de aquellos responden que el Estado debe garantizar la seguridad (función que los liberales y también el neoliberalismo creen que es función del Estado) pero también sostienen firmemente que debe proporcionar jubilaciones, educación, salud pública de calidad, e incluso que genere puestos de trabajo.
Recordemos brevemente que el presidente y los integrantes de su partido se autoreconocen como liberales-libertarios (aunque sea de forma discursiva) y sostienen la necesidad de limitar gran parte de las funciones e injerencias actuales del Estado. Milei mismo se proclama como anarcocapitalista (sería algo así como estar a favor de que no exista ninguna clase de institución política que regule las relaciones de los integrantes de la sociedad y que esto recaiga sobre las fuerzas de mercado).
Pareciese que para esta visión de la sociedad, los factores que hacen a la vida de las personas, solo se rigen, o deberían hacerlo, por aspectos materiales y mercantilistas.
En este sentido, muchos especialistas creemos que estas nuevas fuerzas que han ido avanzando políticamente en distintas partes del mundo deben ser catalogadas dentro del espectro “derechas radicales y/o reaccionarias” ya que observamos que en ellas se repiten patrones, tanto en su metodología de posicionamiento como en su funcionamiento interno y externo. Entendemos que están dirigidas a desgastar al sistema democrático mediante, entre otras, la exacerbación del odio y la división política.
No debe confundirse, como se le escuchó decir a destacados dirigentes del peronismo, a estas fuerzas con las del tipo “nacionalista” del estilo Donald Trump o Jean Marie Le Pen – que aunque en su mayoría lo son – no es algo que se pueda aplicar al gobierno actual del país. Dicho esto, tampoco se puede obviar que su propuesta social incentiva conductas nativistas, raciales y de desprecio hacia las minorías. Además, de prácticas antidemocráticas como las que ya se han visto en Estados Unidos y Brasil cuando se fomentó la toma de los palacios legislativos.
Pero volviendo a aquellos que todavía apoyan al presidente Milei y que se encuentran fuera del denominado “núcleo duro”, es evidente que no sostienen ideas radicalizadas como las antes mencionadas. Algo que también se observa cuando estos afirman que la oposición tiene conductas desestabilizadoras.
¿Por qué creen esto? Simplemente porque consideran y notan que sectores del progresismo y del peronismo se oponen férreamente a las medidas propuestas por el gobierno. Si recordamos el efectivo relato que Milei generó durante la campaña electoral en referencia al sector político tradicional, clasificado de manera muy efectiva en cuanto a impacto en la sociedad, como una “Casta” que no quiere perder sus privilegios, no sorprende que este grupo concluya que lo que está sucediendo es una reacción de este sector político en defensa propia, porque en definitiva ¿cómo puede ser que no acompañen nada de lo que propone el gobierno?
Esta visión se refuerza cotidianamente con el discurso actual de Milei, que todo el tiempo busca nuevos actores sociales a los que “culpar” por las nuevas problemáticas o fallas que se le van presentando y que son denominados como “enemigos” a los que se debe enfrentar estoicamente.
¿Qué podemos esperar en el futuro?
Las encuestas arrojan que la ciudadanía en general tiene una visión muy negativa de los distintos organismos que integran el sistema institucional argentino como por ejemplo, el Poder Judicial, los sindicatos, los movimientos sociales, los partidos políticos, los medios de comunicación, etc. Algo que el presidente utiliza para desligarse en parte de las responsabilidades por el devenir de su gestión y reafianzar su condición de “outsider”.
Es importante, en este sentido, comprender que son múltiples los factores que influyen en la construcción de la percepción de las personas y que cada uno de ellos actúa con mayor o menor velocidad para volcar o no, la decisión de apoyo a un gobierno.
Sin embargo hay uno que tal vez sea el más importante de todos y este tiene que ver con los resultados esperados/obtenidos y el tiempo en el que los mismos se dan o no se dan.
¿Qué significa esto? Que si por ejemplo, la inflación (eje principal del sostenimiento de la imagen del presidente) comienza a mostrar nuevamente un recalentamiento importante, difícilmente los instrumentos discursivos, retóricos y/o sentimentales que se utilicen puedan influir de manera tal que los votantes de Milei acepten seguir brindando su apoyo al gobierno.
Por más que se busque e incluso se logre tergiversar las razones por las cuales los resultados no son los esperados, no necesariamente el apoyo continuará, y si no, miremos los recientes casos de los gobiernos de Alberto Fernández y de Mauricio Macri.
Macri y Fernández pueden desplegar un amplio e incluso infinito abanico de mecanismos discursivos, teóricos y prácticos, que les permitan transformar las percepciones sobre los motivos de sus fracasos, pero lo que no podrán cambiar, son sus resultados.