Luned Davies, una joven de 23 años de Gales, vivió una experiencia médica que marcó su vida para siempre. Durante tres años, fue tratada por un trastorno alimenticio que nunca tuvo. Los médicos insistían en que su pérdida extrema de peso, la falta de apetito y la sensación constante de llenura se debían a la anorexia. Sin embargo, Luned sabía que algo más profundo estaba ocurriendo en su cuerpo. Lo que los médicos no lograban identificar era que sufría de gastroparesia, una condición debilitante que impide que el estómago digiera adecuadamente los alimentos.
Desde 2020, Luned Davies se enfrentó a una batalla constante con su salud. A medida que los síntomas se intensificaban, comenzó a perder peso de manera alarmante. A pesar de comer, se sentía llena después de unos pocos bocados y, con el tiempo, llegó a pesar tan solo 31,7 kg. Aun así, los médicos persistieron en que su problema era un trastorno alimenticio. Fue referida a un especialista en desórdenes alimenticios, pero la joven estaba convencida de que su diagnóstico era incorrecto. “Sabía que no tenía un trastorno alimenticio y que algo estaba mal conmigo”, explicó Davies a la BBC.
La realidad fue devastadora. Mientras su cuerpo se deterioraba, la incredulidad de los profesionales de la salud y de quienes la rodeaban no hacía más que añadir al sufrimiento físico y emocional. Luned se encontraba cada vez más débil, incapaz de caminar o cuidarse a sí misma. Su madre tuvo que asumir tareas básicas, como bañarla y ayudarla a levantarse del inodoro. Este periodo fue especialmente doloroso, ya que las personas a su alrededor, al ver su apariencia esquelética, asumían que ella quería verse así.
Gastroparesia: la verdadera enfermedad detrás de los síntomas
Lo que los médicos no identificaron hasta tres años después fue que Luned padecía gastroparesia, una condición en la que los músculos y nervios del estómago no funcionan adecuadamente, impidiendo que los alimentos se digieran y pasen al intestino delgado. Esta condición puede ser causada por diversos factores, aunque en muchos casos, como el de Luned, la causa es desconocida, clasificándose como gastroparesia idiopática. Las personas con esta enfermedad sufren de síntomas como náuseas, vómitos, dolor abdominal y, en casos graves, una pérdida de peso extrema y malnutrición.
La falta de conocimiento y atención a las señales de gastroparesia puede ser devastadora. A lo largo de esos tres años, Luned experimentó todos estos síntomas sin recibir el tratamiento adecuado. Los médicos se enfocaron en un diagnóstico erróneo de anorexia, ignorando la posibilidad de un problema subyacente más complejo. Durante este tiempo, Luned estuvo al borde de la muerte en varias ocasiones, completamente dependiente de la alimentación por sonda para sobrevivir.
Síntomas y tratamiento de la gastroparesia
La gastroparesia es una enfermedad crónica sin cura definitiva, pero existen tratamientos que pueden aliviar los síntomas y mejorar la calidad de vida de los pacientes. Entre los síntomas más comunes se encuentran la sensación de llenura poco después de empezar a comer, náuseas, vómitos de alimentos no digeridos, distensión abdominal y pérdida de apetito. Estos síntomas pueden llevar a complicaciones graves como malnutrición, deshidratación y fluctuaciones en los niveles de azúcar en la sangre, especialmente en pacientes diabéticos.
El tratamiento suele incluir modificaciones en la dieta, medicación para estimular los músculos del estómago o para controlar las náuseas, y en casos más severos, la alimentación por sonda o incluso la cirugía. En el caso de Luned, su tratamiento incluyó alimentación por sonda y diversos intentos de medicación para controlar los síntomas, aunque estos no siempre fueron efectivos.
Un futuro académico a pesar de la adversidad
A pesar de los desafíos que enfrentó, Luned no dejó que su condición la detuviera. Durante el periodo en el que luchaba contra la enfermedad, continuó sus estudios en Harper Adams University, enfocándose en la investigación sobre cómo los agricultores podrían producir alimentos para personas con condiciones dietéticas específicas, como la suya. Este proyecto, parte de su Honours Research Project, refleja su determinación de no solo superar su enfermedad, sino también de contribuir al bienestar de otros que enfrentan problemas de salud similares.
Aunque tuvo que tomar un descanso en sus estudios debido a la gravedad de su condición, Luned sigue comprometida a completar su grado y espera graduarse pronto. Este logro académico, alcanzado en circunstancias tan adversas, es un testimonio de su resiliencia y fortaleza.
Un caso similar: Liv Rose y la batalla con la gastroparesia
La historia de Luned no es un caso aislado. Otra joven, Liv Rose, también ha vivido los efectos devastadores de la gastroparesia. Desde que tenía tres años, Liv comenzó a experimentar dolores estomacales y, al igual que Luned, fue mal diagnosticada durante muchos años. Finalmente, fue diagnosticada con gastroparesia a los 17 años y, más tarde, con dismotilidad del tracto digestivo. Hoy, Liv depende de una línea Hickman, que la alimenta directamente a través de su corazón, para sobrevivir.
Liv también ha sufrido de otras complicaciones médicas relacionadas con su condición, como el síndrome del cascanueces, que contribuye a sus dolores gastrointestinales. Su vida diaria gira en torno a la gestión de su condición, que requiere una limpieza regular de la línea para evitar infecciones graves como la sepsis.
Las historias de Luned Davies y Liv Rose ponen de relieve la importancia de un diagnóstico preciso y la necesidad de mayor conciencia sobre enfermedades como la gastroparesia. Estos casos muestran cómo la falta de conocimiento médico puede llevar a años de sufrimiento innecesario y el riesgo de perder la vida.