La guerra del Estado contra el narcotráfico, principalmente contra el cartel de Medellín que era liderado por Pablo Escobar, dejó cientos de víctimas en todo el país y a pesar de que antes de 1984 se habían registrado asesinatos de jueces y otros funcionarios, fue el magnicidio del entonces ministro de Justicia lo que comenzó el capítulo más sangriento del capo contra las autoridades.
En 1982 Escobar no era considerado un criminal, estaba lejos de ser señalado el mayor narcotraficante de Colombia y hasta compartía en eventos públicos con políticos y celebridades sin problemas, esto permitió que el representante a la Cámara Jairo Ortega lo invitara a sumarse a su campaña política de cara a las elecciones de 1982 como su suplente.
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La propuesta recibió el rechazo del candidato liberal a la Presidencia de la República Luis Carlos Galán y su dupla vicepresidencial, Rodrigo Lara Bonilla, que luego de que se anunciará la llegada del “empresario” al mundo político desmintieron que este recibiría su apoyo.
Tras los comicios de 1982, Galán no alcanzó el umbral para ser presidente, por lo que Lara Bonilla recibió la invitación del presidente Belisario Betancur para ser ministro de Justicia y su positiva gestión terminó siendo lo que lo condenó a ser asesinado.
Luego de llegar a esta cartera, Rodrigo Lara Bonilla realizó una acción que para la fecha era insólita, el ministro denunció nexos entre clubes profesionales del fútbol colombiano y varios narcos, lo que para el presidente de la Dimayor, Jorge Correa, fue tomado como un insulto.
Correa aseguró que el ministro no contaba con las pruebas para comprobar sus afirmaciones y aunque el presidente de Colombia ordenó que los clubes presentaran sus libros de contabilidad, la investigación no avanzó debido a que los capos tenían intervención en los equipos mediante terceros.
Sumado a eso, Rodrigo Lara Bonilla expuso públicamente a Pablo Escobar, reveló de dónde provenía la fortuna del paisa, que en modo de respuesta le pidió al ministro retractarse.
“Quiero informar a la opinión pública que el señor ministro de Justicia tiene un plazo de 24 horas para que presente las pruebas concretas de la sindicación que me hizo”, declaró Pablo Escobar ante la prensa tras las afirmaciones de Lara.
Posteriormente, se conoció la denuncia realizada por el periodista Guillermo Cano, que reveló la fotografía que confirmaba que Pablo Escobar había estado preso, meses más tarde al capo le fue cancelada la visa y fue obligado a retirarse de la política semanas antes de ser señalado por la DEA de narcotraficante.
Mientras la opinión pública aplaudía la labor de Lara Bonilla, el líder del cartel de Medellín nunca le perdonó haberlo expuesto de esa forma. En el libro Vida y muerte del cartel de Medellín de Carlos Ledher, el que fuera uno de los miembros más relevantes del grupo criminal, expuso que Pablo Escobar “era alérgico” a que pronunciaran el nombre del entonces ministro.
“Su respuesta fue tajante: la decisión la había tomado una noche en que vio a Lara alardeando de la extradición y acusándolo a él de todo. Eso lo había emberracado, por lo que ahí mismo había llamado al Chopo y a la Yuca ‘para que acabaran con ese hijueputa’, y prometió regalar una casa nueva a cada muchacho que participara en esa vuelta”, afirmó Ledher.
La orden de Escobar fue cumplida. El 30 de abril de 1984 se registró el asesinado de Rodrigo Lara Bonilla, un crimen que aún sigue sin ser esclarecido por completo y por el que fueron llamados a declarar Jairo Ortega y Alberto Santofimio, los padrinos de Escobar en la política.
Con el magnicidio del ministro, Colombia conoció la verdadera cara de Escobar, en ese momento se acabaron con las versiones en las que se le mencionaban como un empresario y durante casi 10 años se registró una guerra entre el capo y el Estado que terminó con el criminal abatido en el tejado de una casa de Medellín.