(Desde Washington, Estados Unidos) La Organización de Estados Americanos (OEA) debatió la crisis institucional de Haiti, que exhibe una profunda anomia política, la impunidad de poderosas bandas delictivas y una grave situación económica con significativos porcentajes de pobreza y desempleo
“La policía nacional, en particular, sufre niveles alarmantes de desgaste. La anarquía y la brutalidad alcanzaron niveles sin precedentes en marzo, cuando bandas armadas lanzaron una serie de ataques coordinados contra instituciones estatales, hospitales, bancos e infraestructura crítica”, sostuvo Jenca Miroslav, subsecretario adjunto de Asuntos Políticos para Europa, Asia Central y América Latina de Naciones Unidas (ONU), durante su presentación ante la OEA.
Y completó el subsecretario de la ONU: “Las bandas armadas continúan utilizando la violencia sexual como arma para infundir miedo. Sólo el año pasado se denunciaron miles de casos de violencia sexual. Sin embargo, es probable que la cifra de verdad sea mucho mayor, ya que las víctimas no denuncian por temor a represalias o a la vergüenza. La mayoría sufre en silencio en esta crisis. Los niños son especialmente vulnerables dada la gravedad de su situación y el número de grandes violaciones denunciadas y verificadas en Haití en veintitrés años”.
La descripción que hace Jenca no es un hecho teórico. El subsecretario de la ONU estuvo en Haití hacia mediados de octubre de 2023, y quedó sorprendido por los niveles de delincuencia, pobreza y corrupción que conoció durante su tiempo en el estado caribeño.
La crisis humanitaria en las calles de Haití se transforma en crisis política cada vez que el Consejo Presidencial delibera para exhibir cierta cuota de poder institucional.
Este Consejo tiene siete miembros con facultades para designar al Primer Ministro de la transición hasta los comicios generales. Hace una semana deliberaron para nombrar a Fritz Belizaire, que era ministro de Deporte y apenas junto cuatro votos.
La inestabilidad de Haiti es una constante que preocupa a la comunidad internacional, y así apareció durante el debate en la OEA. Los representantes de Argentina, Estados Unidos, México, Brasil y Costa Rica enfatizaron la presencia de bandas que operan con impunidad, describieron la actual situación económica, denunciaron el tráfico de armas en la isla caribeña e instaron a la cooperación multilateral.
“Brasil está junto a Haití. Es necesario combatir la pobreza, el desempleo y la inseguridad alimentaria”, sostuvo Benoni Belli, representante del gobierno de Lula da Silva ante el foro regional.
A su turno, la embajadora de la Argentina ante la OEA, Sonia Cavallo, planteó en la audiencia: “El impacto humanitario de la violencia armada en Haití se profundiza día a día a través de continuas violaciones a los derechos humanos en especial de sectores vulnerables como mujeres, niños y migrantes”.
El discurso más vibrante del debate fue protagonizado por Washington Abdala, embajador de Uruguay frente a la OEA. Abdala cuestionó la ausencia de soluciones concretas diseñadas por la comunidad internacional para resolver la crisis perpetua del estado caribeño.
Abdala ejecutó una presentación de barricada, que hubiera merecido una reacción positiva de sus colegas diplomáticos. Sin embargo, nadie lo aplaudió.
“¿Cuántas veces hemos abordado el tema de Haití?. ¿Cuantas veces? No lo sabe nadie. (…) Y esto es una señal de algo crónico, algo crónico. El no camino hacia un momento democrático, es un fracaso de todos nosotros”, enfatizó Abdala cuando promediaba el debate entre los embajadores asignados en la OEA.
La posición final de la Organización de Estados Americanos sobre Haití será tratada en su Asamblea General que Paraguay organiza en Asunción. La región aportará sus recursos económicos y su logística, pero nada cambiará si las potencias globales no se comprometen con fondos millonarios y la seguridad de sus propias tropas.
Las bandas de narcos, traficantes de armas y contrabandistas ya controlan el ochenta por ciento de Haití. La ONU respalda una misión hacia la isla caribeña que lidera Kenia, un país del África que tiene fuerzas de seguridad limitadas respecto al poder de fuego de las pandillas que asolan Puerto Principe y otras ciudades de Haití.
La tarea de Kenia es difícil y con epílogo incierto. No será la primera vez que tropas apoyadas por la ONU abandonen Haití con el olor a fracaso en sus uniformes.