Hubo una época hace miles de años, en que el hombre primitivo convivió y luchó con mamuts, un género extinto de mamíferos similares a los elefantes modernos, aunque con diferencias notables y, por cierto, más temibles.
Aquellos hombres debían preparar su organismo para una defensa ante estas “bestias” de colmillos largos y curvados, un proceso interno que sucedía gracias al funcionamiento del cortisol y la adrenalina, las cuales les permitían mantener una función cardíaca adecuada, así como la presión y la respiración.
Ese hombre primitivo se enfrentaba a estos estresores llamados absolutos, que no solo se trataba de animales amenazantes, también podia ser el frío o el hambre. Frente a estos momentos, la atención estaba puesta en analizar una toma decisión. Vale la pena hacer un ejercicio, el de pensarnos a nosotros mismos, en ese tiempo y espacio, frente al mamut: ¿deberíamos quedarnos escondidos o enfrentarlo?, ¿cuándo era el mejor momento para una acción?, ¿cuál era la mejor posibilidad?, ¿la vida podía correr riesgo?
Con el tiempo, en vez de tener a ese animal en frente, empezamos a vivenciar estilos de vida completamente distintos, pero que implicaron de alguna manera, enfrentarnos a otros desafíos en la vida diaria. Salvando las distancias y el desarrollo propio del hombre, que ha podido evolucionar y sacar su mejor versión de adaptación y de defensa, ¿cuántos mamuts tenemos que enfrentar por día hoy y qué es lo que eso nos provoca?
Este interrogante, tan metafórico como interesante, se lo hace la doctora Laura Maffei, miembro de la Sociedad Argentina de Endocrinología y de la Endocrine Society, directora de Maffei Centro Médico e Investigación Clínica Aplicada, y autora del libro Alicia en el pais del estrés, a la hora de analizar aquellas situaciones que nos producen las emociones.
¿Una?, ¿dos?, ¿tres por día? ¿Cuántas veces nos aparece este animal intimidante? Desde que el ser humano existe y desde que los seres vivos se desarrollan, han contado con un sistema de adaptación a los peligros y desafíos en los cuales el sistema de estrés ha tenido un rol vital.
“Ahora nosotros nos enfrentamos a estresores relativos, que según nuestra personalidad, el sexo, el género, la edad, nos hace vivirlos más o menos intensamente. Un jefe que nos reta o que nos expone, un divorcio, cruzar una calle, mirar una cucaracha, todos aumentan el cortisol. Los absolutos en general son episódicos y agudos, y los relativos vienen uno tras otro. Y terminan desequilibrando el sistema de estrés”, explica Maffei a Infobae, para acercarse a la temática que aborda esta nota: la tiroides, una diminuta glándula que pude ser —nada más y nada menos— la reguladora del bienestar de todo el organismo.
Analizar el estrés desde este ángulo de la medicina resulta apasionante, se sincera la doctora Maffei, quien explica que a partir de ese momento de tensión graficado por “los mamuts de la vida”, empieza a haber un deterioro porque, puntualizará la experta, “una cosa es tener un pico de cortisol o un pico de adrenalina, que nos pone en nuestra mejor versión, y otra es que esto permanentemente esté activándose”.
Los llamados pensamiento rumiantes, sin duda los protagonistas del decálogo de tantísimas páginas de bibliografía de autoayuda en la era moderna, se instalan y reafirma Maffei, “nos llevan al estrés crónico”. El estrés tiene que ver con este movimiento de las hormonas del cortisol y la adrenalina. “Son extremadamente beneficiosas para nuestra mente y nuestro cuerpo, porque jamás la naturaleza gastaría energía en fabricar hormonas que pudieran ser nocivas para nosotros”, apunta Maffei.
Pero este estrés es una reacción frente a una situación que percibimos como peligrosa sin que necesariamente lo sea. En este contexto, la tiroides aparece como una glándula diminuta pero poderosa que, a pesar de su tamaño pequeño, tienen un impacto inmenso en el bienestar y por ende, en el estrés. Con forma de mariposa y ubicada en la base del cuello, produce hormonas cruciales que afectan prácticamente a todas las células, tejidos y órganos del cuerpo.
La tiroides pesa solo 25 gramos, pero las hormonas tiroideas que produce son esenciales para regular el metabolismo. Estas hormonas desempeñan un papel vital en la energía, el ritmo cardíaco y el funcionamiento general del cuerpo.
“Las hormonas tiroideas, principalmente la tiroxina (T4) y la triyodotironina (T3), regulan la velocidad a la que las células utilizan la energía y los nutrientes. Cualquier desajuste en su funcionamiento puede tener repercusiones significativas en nuestra salud. Estas hormonas van a actuar en la zona de la amígdala, que es en la base del cerebro y manejar nuestras emociones”, explica Maffei.
Y sigue: “El cortisol y la adrenalina se disparan a partir de la glándula suprarrenal. Recordemos que las hormonas son sustancias bioquímicas que se liberan en una glándula, van por el torrente sanguíneo y actúan en los diferentes tejidos. El cerebro percibe el alerta y manda la señal a las glándulas suprarrenales. Las glándulas suprarrenales van al pulmón, a la piel, al metabolismo en general, al azúcar, a los músculos. Y también vuelven al cerebro, que es donde tuvieron el primer desencadenante frente a la alerta”.
El hombre moderno se enfrenta a este estrés crónico cada vez con más frecuencia porque tiene la necesidad de responder a los estímulos, que pueden ser tecnológicos, psicológicos, ambientales, laborales, entre otros. Y tal vez aquí está el kit de toda la cuestión. “Esto nos ha llevado a enfermarnos. Hoy nos está destruyendo. Y aparece la obesidad, los problemas de tiroides, la diabetes, el insomnio, la ansiedad, la depresión, así como otros ya muy graves, como el infarto, el ACV, enfermedades autoinmunes y cáncer”, analiza Maffei.
Problemas tiroideos comunes
Los trastornos tiroideos son extremadamente comunes en todo el mundo, pero a menudo no reciben la atención que merecen. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), aproximadamente 750 millones de personas tienen alguna afección tiroidea, y sorprendentemente, cerca del 60% no están al tanto de su situación. Los problemas más conocidos son el hipotiroidismo y el hipertiroidismo, que afectan a millones de personas.
“El hipotiroidismo se manifiesta cuando la producción de hormonas tiroideas disminuye. Dependiendo del origen del problema, se clasifica en primario (falla en la glándula tiroides), secundario (falla en la hipófisis) o terciario (falla en el hipotálamo)”, explica Maffei.
Los síntomas iniciales del hipotiroidismo son generalmente inespecíficos y pueden incluir: fatiga, aumento de peso, estreñimiento, intolerancia al frío, caída del cabello, abortos en el primer trimestre e irregularidades menstruales.
“El hipotiroidismo primario, la forma más común, suele estar causado por la tiroiditis de Hashimoto, una enfermedad autoinmune en la que el sistema inmunológico ataca la glándula tiroides. El hipotiroidismo secundario y terciario son menos comunes y se deben a problemas en la hipófisis o el hipotálamo, respectivamente. Estos tipos presentan síntomas que progresan muy lentamente, lo que puede dificultar su diagnóstico temprano”, agrega la experta.
Por otro lado, el hipertiroidismo se caracteriza por una hiperactividad de la glándula tiroides, resultando en una sobreproducción de hormonas tiroideas.
“Este exceso hormonal puede provocar una serie de síntomas que afectan considerablemente el funcionamiento del cuerpo. Entre los más comunes se encuentran: la pérdida de peso no deseado, nerviosismo y ansiedad, taquicardias (latidos cardíacos acelerados), dolores intestinales, náuseas, sensibilidad al calor, debilidad capilar, dificultades para conciliar el sueño e insomnio crónico”, sigue Maffei.
El hipertiroidismo puede ser causado por varias condiciones, siendo la más común la Enfermedad de Graves, otra patología autoinmune en la que los anticuerpos estimulan la tiroides para que produzca demasiadas hormonas. “Esta condición no solo impacta negativamente en la calidad de vida, sino que también desencadena una aceleración desmesurada en los procesos metabólicos del organismo”, dice la experta.
La tiroides y el estrés
Así como la convivencia con el mamut que tuvo el hombre primitivo sirve para gaficar la sensación de un evento que nos estrésa, para ubicar un punto de quiebre reciente que represente quizás como el estrés domina nuestro tiempo, Maffei esboza desde la sintáxis una referencia bíblica: “Antes de la pandemia y después de la pandemia. Fue tan fuerte el impacto que tuvimos y tanto nos afectó de alguna manera, que creo que este es un ítem muy interesante para hablar del estrés”.
—¿Cuándo considera que hay una cronicidad peligrosa o compleja con el estrés?
—No es un tema de tiempo. La sensibilidad al estrés, la reactividad, tiene que ver con diferentes factores, inclusive puede tener que ver con la vida intrauterina. Se ha comprobado en situaciones de posguerra, que los chicos que fueron gestados en esas épocas, teniendo muy poco alimento, su organismo se preparó para ser metabólicamente activo desde la vida intrauterina. Luego, cuando esta vida general mejoró y todo el mundo pudo comer adecuadamente, estos chicos que habían nacido en esta situación, empezaron a tener una hiperreactividad metabólica. Es decir, que asimilaban mucho más y estaban preparados para un momento de hambruna. Ese organismo se desarrolló en un momento de estrés permanente. Por eso el estrés crónico depende de muchas cosas, incluso puede depender de la vida intrauterina.
—¿Y qué sucede con el género?
—Depende también, claro. Las mujeres tenemos una reactividad diferente a los hombres. Somos más reactivas al estrés y tenemos mayor registro de las enfermedades que se relacionan, más impacto de esas enfermedades relacionadas con el estrés, en particular a nivel emocional. A diferencia de los hombres que tienen más tendencia a las adicciones y otro tipo de reacción frente al estrés.
—¿Y con el adulto y el adulto mayor?
—El cerebro del adulto mayor es más sensible a los niveles de cortisol. No siempre el mismo nivel de cortisol va a actuar de la misma forma según la edad. Entonces estas personas mayores, cuando sienten algo que los descompensa, se sienten desapegados y mal frente a la situación de cambio. Esto puede afectarlos mucho. Para un adulto mayor implica una sensibilidad al estrés mucho mayor y un impacto en su salud que en cualquier otra edad. ¿En cuánto tiempo se puede hacer crónico en una persona mayor? Y es muy corto, dos o tres impactos y ya se puede estar mal.
—¿Cómo relacionamos el estrés con el hipertiroidismo y el hipotiroidismo?
—El estrés es algo que me ha interesado mucho desde siempre y la endocrinología tiene una función integrativa muy importante de coordinación y organización de las funciones del organismo. El cortisol impacta a través del sistema inmune en el funcionamiento de muchos órganos, incluyendo la tiroides. También a nivel del ciclo sexual, en el control de la diabetes. En el caso de la tiroides, en una situación de estrés, eso lo vemos en enfermedades mencionadas como el hipotiroidismo o el hipertiroidismo, uno ya tiene una predisposición y pasa a una situación importante. Esa predisposición hace que empiece a fabricar anticuerpos que van a inflamar la glándula tiroides. Esto deteriora las células y va disminuyendo su función.
—¿Cuáles son los tratamientos frente a estos dos tipos de enfermedades?
En el caso del hipotiroidismo, pensar que en el siglo pasado, los pacientes quedaban internados en instituciones psiquiátricas. Estaba tan hipertiroideo que se lo consideraba un deprimido. Hoy en día es muy sencillo porque tenemos la posibilidad de administrarle al paciente la misma hormona que fabrica el organismo, que es T4 en dosis adecuadas para alcanzar un nivel normal. Es relativamente sencillo.
—¿En el caso del hipertiroidismo?
—Tenemos diferentes alternativas. En cuanto a los medicamentos que nosotros utilizamos, que hacen que la tiroides deje de fabricar tantas hormonas tiroideas, lo que hacemos es ir ajustando la cantidad de hormonas necesarias. Luego esperamos. En realidad el hipertiroidismo sabemos que es cíclico y ondulante, que estos anticuerpos pueden aumentar y disminuir. A veces, no podemos esperar con medicamentos tanto tiempo, pero intentamos ver si se calma un poco la situación. En caso de que no sea así, podemos requerir una dosis de yodo radioactivo. Siempre les digo a los pacientes que esto no es Chernobil, que no se asusten. Engañamos a la tiroides. Sabemos que las tiroides se hacen con yodo. Cuando decimos T4 es porque tiene 4 átomos de yodo. Cuando décimos T3 es porque tienen 3 átomos.
—¿Y qué es lo que sucede con el yodo?
—Le damos un poco de ese yodo radioactivo, de manera que la tiroides lo chupa y en parte se quema, impidiendo que los anticuerpos impacten más. Esto es algo muy habitual. Si llegamos a pasar a un hipertiroidismo es algo más manejable que el desgaste que produce el hipotiroidismo. También podemos operar a la paciente. A veces preferimos el yodo radioactivo antes de la cirugía.
—¿Cómo es la intervención quirúrgica?
—La mandamos a hacer una cirugía sencilla para que el lóbulo restante fabrique la cantidad de hormonas necesarias. Es mejor empezar un embarazo por ejemplo, con un funcionamiento normal que hipertiroideo, que puede provocar la pérdida o una dificultad para quedar embarazada. Para saber qué pasa con la paciente, pedimos análisis de sangre y vemos cómo está el funcionamiento tiroideo. También pedimos anticuerpos. Tenemos que palpar la tiroides siempre de todas formas. A veces no es necesario una ecografía incluso. Otras si, para ver si la paciente tiene un nódulo y estudiarlo más profundamente.
El camino del bienestar y la longevidad
La ciencia recomienda, para bajar el estrés, la ansiedad y la angustia, un pilar fundamental que se basa en la buena alimentación, el buen descanso y el ejercicio físico diario. A esto hay que agregarle tener una vida activa, sociabilizar y tener proyectos. Está comprobado, además, que poder compartir nuestros problemas con otra persona, mejora también la oxitocina, la hormona del apego, que ayuda a bajar el nivel de cortisol.
A estos concejos, Maffei suma un par más: “Buscar la risa. Los ejercicios de risa aumentan los neurotransmisores y se baja la situación de estrés. El hecho de tener una actitud positiva, ayudar a otros, la solidaridad por ejemplo. Ayudar a una persona a cruzar la calle. Son todas acciones que nos permiten gestionar nuestro estrés. Hacer algo que nos guste. Es realmente muy positivo. Tenemos que saber que las relaciones sexuales mejoran mucho el entorno del estrés también. Todo aquello que mejore la relación con el estrés, va a ser una prevención en cuanto a aquellas personas que tienen antecedentes familiares o generales de problemas tiroides”.
Después, claro, hay que ver como esto influye en la tiroides. “Pero una vez que está desencadenado, ya está. Como yo te dijera: por una situación de estrés puede darte una gastritis. Es así, pero una vez que ya está la gastritis, una vez que ya está el hipertiroidismo o el hipotiroidismo, tenemos que recurrir a cuidar y tratar ese órgano en sí. Y, por supuesto, bajar todo lo que tenga que ver con el estrés según la patología, por ejemplo, la gastritis, para que no se produzca otra”, recomienda Maffei, quien remarca el punto: “Cuando ya está desencadenado, por ejemplo un hipertiroidismo, por más que meditemos, que realicemos respiraciones, por más que hagamos una pausa activa, por supuesto las posibilidades de que estos anticuerpos vayan mejorando serán reales, pero vamos a necesitar medicación. No nos podemos exponer a no tratarlo”.
Se trata de una regulación, como se dice, todo en su justo equilibrio, una “receta” que parece simple desde la enunciación, pero que muchas veces se vuelve algo compleja en la práctica de la vida actual. “Tener un background de hormonas adecuadas y equilibradas y en buen funcionamiento, impactan en un montón de órganos. Las hormonas tiroideas, por ejemplo, cuando están en déficit, posiblemente tengamos, entre otras cosas, impactos a nivel metabólico como por ejemplo, el colesterol que puede aumentar. Esto va a impactar en nuestro riesgo cardiovascular y a largo plazo va a impactar en la longevidad”, dice Maffei.
Y cierra: “Son todos equilibrios a mantener. Tenemos la suerte de vivir en el momento que vivimos, donde si bien es probable que nos cruzamos con varios mamuts, hay tal cantidad de posibilidades diagnósticas, de tratamientos, que no hay que tenerle miedo, porque realmente van a apuntar a sentirnos muchísimo mejor y a tener un mejor control de las funciones de nuestro cuerpo”.