Señalar una asociación entre salud (o edad biológica) y estatus socioeconómico no es descubrir el fuego. Hace décadas que las distintas disciplinas de la Ciencia, desde la Medicina a la Sociología, han apuntado que un entorno social y económicamente bien situado tiene una serie de beneficios para el bienestar general, y viceversa.
Pese a que ya se conocía que este estatus podía transmitirse de padres a hijos en términos de salud, un nuevo estudio ha revelado que este impacto alcanza una generación más, hasta los nietos. La investigación la ha llevado a cabo la Universidad Drexel, la Universidad de California y la Universidad del Norte de California (todas ellas en Estados Unidos) y los resultados ya se han publicado en la revista científica Social Science and Medicine.
Por lo general, tener la oportunidad de dedicar tiempo a la educación se asocia a mayores ingresos, pues se puede “prescindir” de trabajar de forma más o menos temporal y centrar los esfuerzos en adquirir conocimientos. Una situación que se observa más directamente en las generaciones de nuestros abuelos.
De esta manera, las rentas altas suelen ir de la mano de mejores estados de salud debido a factores como la dieta que se sigue, el ejercicio físico, la salud mental… Y esto puede transmitirse a lo largo de varias generaciones, como explica el epidemiólogo Agus Surachman de la Universidad Drexel.
Heredar unas células estresadas
Con el estrés y el paso del tiempo, las células van reteniendo cada vez más secuencias de ADN mediante procesos como la metilación, que es la modificación química del ADN y otras moléculas que puede conservarse a medida que las células se dividen para generar más células. Así, medir los procesos epigenéticos puede reflejar tanto la edad biológica del individuo como situaciones de estrés que provocaron modificaciones genéticas en generaciones pasadas.
Para realizar el experimento, el equipo de científicos se sirvió de encuestas, analíticas de sangre y muestras de saliva de 624 mujeres y 241 de sus hijos, de entre 2 y 17 años. En aquellos niños cuyos abuelos habían ido a la universidad su tasa de envejecimiento fue más lenta y, por tanto, su edad biológica era menor.
Aunque la diferencia entre los niños cuyos abuelos fueron universitarios y los que no no fue excepcional, sí fue observable en etapas de la vida muy tempranas que, más adelante en la vida, podría terminar afectando significativamente incluso en la tasa de mortalidad.
El estudio descubrió que el 14,5% de variabilidad del envejecimiento epigenético estaba influenciada por el nivel educativo de la madre, así como por factores de salud como la salud cardiovascular y la inflamación. Además, se controlaron otros factores como la edad y el índice de masa corporal (IMC).
“El vínculo entre el estatus socioeconómico de un abuelo y la edad epigenética de un nieto es un hallazgo notable a lo largo de las generaciones. Esto abre un sinfín de posibles explicaciones y será necesario replicarlas. Por ahora, sabemos que la peor salud metabólica de la madre es un mediador parcial de esta relación”, explica la profesora Elissa Epel, de la Universidad de California en San Francisco.
El papel de la genética
“Se culpa mucho a la gente por su mala salud”, sentencia el profesor Surachman. Sin embargo, este estudio ha desvelado que “la realidad es que la salud es mucho más compleja que eso”. “Algunos factores simplemente están fuera de nuestro control, como la genética y la epigenética hereditaria con la que nacemos”.
Los científicos responsables del estudio esperan que “esto nos ayude a ser más comprensivos y compasivos con nosotros mismos y con nuestras comunidades”.