Habían pasado unos pocos minutos de las nueve y media de la noche del jueves 13 de junio cuando alguien llamó al 911. Alertó sobre la presencia de un hombre que andaba por los techos de la avenida Corrientes entre Uruguay y Talcahuano. En esa zona conviven negocios, restaurantes y, por supuesto, las principales salas teatrales de la ciudad de Buenos Aires.
La mujer había visto desde la ventana de su departamento cómo un hombre entraba por los techos a las instalaciones del teatro Metropolitan. Cuando llamó al 911a las 21.34 pidió que mandaran un móvil a Corrientes 1343. Allí queda el complejo en el que esa noche se estaba representando una función de la obra Un barco llamado Loperman con Charo López y Adrián Lakerman.
La función transcurría normalmente hasta que comenzaron a escucharse unos gritos: “Estoy acá”, decía una especie de fantasma, en este caso no de la ópera, sino del teatro. “Estoy acá”, volvió a escucharse. Entonces se detuvo la función. Los empleados del Metropolitan inmediatamente supieron que había un hombre colgado de la parrilla del escenario desde la que se mueven las escenografías. Esa estructura de madera a su vez sirve para que se cuelguen las luces que iluminan a los intérpretes. Allí, arriba del escenario, insólitamente, estaba el hombre que gritaba. Tres minutos después del llamado, policías de la Ciudad llegaron al escenario y bajaron al hombre. La función continuó. Lo notaron un tanto borracho. Un poco desarreglado a pesar de que vestía saco negro, camisa blanca, pantalón negro, zapatillas y no usaba corbata. No tenía antecedentes. Entonces como lo único que había hecho era llegar por los techos -porque había quedado una puerta de la azotea del teatro abierta luego de una reparación- y meterse en la parrilla del escenario, lo dejaron ir.
Pero allí no terminaría la noche. Ni para los policías ni para la gente de los teatros.
Un rato más tarde otro llamado al 911 hizo llegar a la policía a la misma zona, pero esta vez hasta Corrientes 1283, donde está el Multiteatro Comafi. Una vecina de la calle Talcahuano al 400, cuarto piso, había alertado a los uniformados a las 23.23. Dijo que había un hombre -que creía borracho- que desde el techo del teatro le pedía ayuda para bajar porque no sabía cómo había subido hasta allí. La mujer había ido a avisar a los empleados del teatro antes de llamar al 911 pero el lugar estaba cerrado, a oscuras y no había nadie adentro.
Llegó la policía y los empleados del teatro Lola Membrives, situado frente al Multiteatro, avisaron a sus colegas de la presencia del patrullero en la puerta. Mientras un par de agentes policiales subieron por los techos gracias a la vecina que llamó al 911, la gente del Multiteatro llegó al lugar. De ese modo los policías pudieron entrar. Reinaba el silencio. Revisaron minuciosamente cada rincón de las cuatro salas del teatro ubicadas en el subsuelo, la planta baja, el primer piso y el segundo piso. No hallaron a nadie. El hombre que andaba por los techos no aparecía. Todavía.
Siguieron la búsqueda por las instalaciones del tercer piso donde no encontraron nada. Luego subieron hasta el cuarto piso. Allí está la oficina de Carlos Rottemberg, dueño del Multiteatro. En la oficina del empresario hallaron el vidrio de una ventana roto y unos papeles revueltos. Pero tampoco había nadie. La intriga aumentaba.
Los policías salieron a una especie de patio que hay a un costado de la oficina de Rottemberg y encontraron a un hombre escondido, acostado entre unas macetas. Intentó no ser hallado. Pero no pudo. No tenía nada que no le perteneciera. Es decir, no había robado.
La sorpresa de los policías fue grande cuando descubrieron que era la misma persona que había sido bajada de la parrilla del escenario del Metropolitan. En el segundo caso estaba en las oficinas del Multiteatro. Ambos complejos están ubicados sobre la vereda impar de Corrientes y separados -según Google Maps- por tan solo 86 metros. El hombre había entrado por los techos en los dos teatros con diferencia de unas horas. Aún no se entiende cómo hizo. Fue por ello que lo bautizaron “El Hombre araña de la calle Corrientes”.
Los investigadores descartaron por completo el móvil del robo para explicar por qué el “Hombre araña” entró a los dos teatros. El ingreso al Metropolitan para terminar colgado del escenario no tiene explicación. La irrupción en el Multiteatro podría haber sido motivada por la intención de encontrar plata. Pero también fue descartada. Es que desde hace unos años casi el 90 por ciento de la venta de entradas se realiza mediante medios de pago electrónicos. Terminaron los tiempos del efectivo y las cajas fuertes donde se guardaban los billetes que llegaban a las boleterías en manos de los espectadores. Es decir que de haber intentado hallar dinero, al menos en el caso del Multiteatro – y en cualquier otro-, no lo habría conseguido.
El hombre que entró a los teatros fue identificado como D.M.M. Cumplió 50 años el pasado 5 de abril y no tiene un trabajo fijo. Según fuentes policiales, está en situación de calle y no pudo explicar bien qué hizo aquella noche. Por supuesto no tenía idea de por qué terminó colgado de la parrilla sobre el escenario del Metropolitan. En cambio a la hora de justificar qué hacía en el Multiteatro, dijo ser admirador de Carlos Rottemberg. Los testigos aseguran que por momentos parecía ebrio y por otros parecía sobrio. Y su estado cambiaba de acuerdo a quienes fueran sus interlocutores. El hombre fue detenido aquella noche. Pero fue liberado. No robó, no estaba armado, no actuó con violencia y no tenía antecedentes. Se le están haciendo estudios para saber si es imputable. Cuando fue indagado por el juzgado a 37 a cargo de Alejandro Litvack, se lo acusó por el delito de tentativa de robo.