Un grupo integrado por al menos cinco personas ingresó a la Peatonal El Ombú, una calle cerrada del barrio periférico de Montevideo Maracaná, y se dirigió a una casa que funcionaba como boca de venta de drogas. Cada uno llevaba dos armas en mano y dispararon durante varios minutos, con tiros que se sintieron en la zona como salidos de metralletas. Los 139 casquillos de bala que quedaron en la escena eran reflejo del final trágico: cuatro personas –de 40, 18, 16 y 11 años– murieron en el lugar.
“Ya está, los matamos a todos”, dijo uno de los delincuentes, según escuchó un vecino que luego sería testigo de la investigación, informó El País en base a las audiencias judiciales. Las víctimas fatales recibieron entre seis y 11 tiros cada una. Además de los cuatro fallecidos, hubo un herido grave y dos hombres resultaron ilesos.
Hasta ahora la Fiscalía ha logrado imputar a dos personas por este cuádruple crimen, pero sus responsables continúan prófugos. De la investigación surge que los asesinatos habían sido planificados un rato antes por WhatsApp.
La conversación, que fue leída en una de las audiencias por la fiscal Alana Eccher, se dio entre las 19.22 y las 22.44 del 30 de mayo. Faltaba media hora para concretar el crimen.
El diálogo es entre el dueño del celular incautado por la policía –quien era el cabecilla del grupo– y una persona que tenía agendada como Mano.
—Mano: Después si los matan a ellos y bueno… Hubiesen hecho lo que tenían que hacer.
—Dueño del celular: Hermano, yo no tengo miedo, si vos querés, lo resuelvo el problema. Están a la mano y tienen una pistola nomás.
—Mano: Nos armamos bien y rescatamos a algún otro. —Dueño del celular: yo estoy con un [arma calibre] 40. Me paro en el medio de la calle y le mando.
—Mano: Llevá un par de herramientas, no dejes huellas. Si vas a algún lado, cuidate. Ponete guantes y capucha. Si titubean, escuchá, que solo contra el mundo no podés. Ojo, cuando tiren, con cuidado, no se den entre ustedes.
En escena se encontraron casquillos de bala de un arma calibre 40, algo que coincide con lo que charlaron los delincuentes por WhatsApp.
Dos horas antes del crimen, el cabecilla del grupo dialogó con alguien agendado como Mosqui. Esta conversación fue relatada por la fiscal en una audiencia judicial de este martes e informada por El País.
—Dueño del celular: Meté a [otro de los prófugos] en la conversación.
—Mosqui: ¿Pasó algo, bo, perro?
—Dueño del celular: Sí, mosqui.
El diálogo virtual se interrumpe por una videollamada que no queda registrada.
—Dueño del celular: Tenés que venir, así me hacés el dos que tenemos que hacer algo.
—Mosqui: Ahora le mando a buscar el fono y hablamos con el pariente.
—Dueño del celular: Decile que vaya el enano también, los tres.
En las primeras horas del 31 de mayo, después del crimen, el dueño del celular registró una foto de seis personas portando 11 armas de fuego de grueso calibre, que coincidían con las del crimen. En la imagen se los ve de guantes y pasamontañas, salvo al líder del grupo.
El dueño del celular fue uno de los detenidos inicialmente, pero solo se lo pudo inculpar por porte de arma de fuego. Cuando fue arrestado le incautaron el celular y del peritaje del teléfono se obtuvieron estas pruebas. Sin embargo, el joven obtuvo el beneficio de la libertad a prueba y se fugó. Ahora es uno de los requeridos por la Justicia.
Mosquito fue imputado este martes por la Justicia por asociación para delinquir, aunque los fiscales seguirán investigando la posibilidad de que haya participado directamente en el homicidio.
Los investigadores tienen la hipótesis de que las víctimas tenían una boca de drogas y estaban enfrentados al grupo de uno de los jóvenes requeridos por la Justicia, apodado el Gordo. Pero hay dos teorías que se entremezclan.
Una de las suposiciones es que el grupo de víctimas buscó matar al Gordo en abril, cuando arremetieron a balazos a un auto creyendo que iba ocupado por él. No lograron el objetivo pese a haber gatillado al menos 28 veces.
Otra de las hipótesis apunta a que días antes del crimen uno de los imputados buscó refugio en esa casa de las víctimas mientras huía de la policía. Ya tenía una enemistad y el dueño del hogar no dejó que se escondiera allí. El prófugo también había sido herido por una de las víctimas.