Organizar unos Juegos Olímpicos siempre es complicado: no solo cuestan miles de millones de euros -y a veces endeudan a los Estados para las siguientes décadas, como le ocurrió a Atenas-, sino que también exigen un gran esfuerzo de coordinación y construcción de infraestructuras deportivas. Por ello, antes de cada cita deportiva siempre se acelera para que todo esté listo, y es común que haya cosas importantes que se terminen en el último momento, como pasó en Río de Janeiro con la instalación de las pistas de atletismo. Sin embargo, el problema que más se está destacando a 34 del arranque de los Juegos Olímpicos de París es algo más complejo, pues no depende de las empresas de construcción: se trata del estado de las aguas del río Sena.
El río debe ser el escenario de la ceremonia de apertura, así como de las pruebas de triatlón, natación maratón (la competición en aguas abiertas) y paratriatlón. Sin embargo, la polémica ha saltado ante las dudas sobre la limpieza de las aguas, contaminadas por vertidos, residuos y bacterias fecales. Pero los organizadores y la Alcaldía de París se niegan a cambiar las pruebas de lugar, confiados en su solución para asegurar la calidad del agua cuando llegue el momento.
El propio Emmanuel Macron, al más puro estilo Manuel Fraga -que en 1966 se bañó en Palomares, Almería, para tranquilizar a la población después del accidente nuclear que se produjo en la zona, que sigue siendo el lugar con mayor radioactividad de España-, ha prometido bañarse en el Sena. “El agua del Sena estará fresca… pero limpia ¡Podré confirmárselo!”, dijo, añadiendo, un emoji helado, en Twitter el 23 de abril. Ese día se inauguró la estación de tratamiento de aguas pluviales de Champigny-sur-Marne, en el Val-de-Marne, una “etapa clave para hacer el Sena apto para el baño”, según el presidente.
Pero la situación del río depende del clima. Si hay fuertes lluvias -como las que se han producido en las últimas semanas, sobre todo en mayo-, el vertido en el Sena de aguas pluviales y residuales complica la limpieza. La alcaldesa de París, la socialista Anne Hidalgo, también tenía previsto bañarse este domingo 23 de junio en el río, pero el acto será “probablemente pospuesto”, dijo el viernes el Ayuntamiento. El equipo francés de natación en aguas abiertas, que planeaba entrenar en el Sena el lunes 10 de junio, tampoco lo hará. “Hay una corriente tremenda”, explicó Stéphane Lecat, director técnico nacional de natación en aguas abiertas, a la agencia AFP.
Sin baños desde 1923
Los baños en el Sena se volvieron populares a mediados del siglo XVII, según relata el Ayuntamiento de París, cuando a lo largo del muelle Sully la gente comenzó a bañarse desnuda. Meterse ‘en pelotas’ se prohibió poco después, pero la moda de los baños había llegado para quedarse: aparecieron barcos, piscinas flotantes, áreas para perros… Hasta que, en 1923, bañarse en el río quedó prohibido, debido a los peligros causados por la navegación fluvial y la contaminación.
En las siguientes décadas, las riberas parisinas del Sena se rodearon de carreteras y de coches que empeoraron el problema de la polución, hasta que los gobiernos dieron marcha atrás en los últimos años y emprendieron un plan de peatonalización de varias de esas zonas. Y ahora, se han presupuestado 1.400 millones de euros para limpiar el río. La idea también es abrir el río al gran público en 2025 en tres lugares específicos: el brazo Marie (Centro de París, Parque de las Riberas del Sena); el brazo Grenelle, entre el puerto de Grenelle y las riberas de la isla de los Cisnes (distrito 15); y Bercy, a la altura de la Pasarela Simone de Beauvoir, a los pies del Parque de Bercy (distrito 12).
Pero no es el primer intento. En 1988, Jacques Chirac, entonces alcalde de París y futuro presidente, declaró: “Me bañaré en el Sena delante de testigos para demostrar que el Sena se ha convertido en un río limpio”. Se puso el objetivo del año 1994. No lo cumplió.
Más de 35 años después, ese sueño está más cerca de conseguirse, pero sigue habiendo muchas dudas y habrá que esperar hasta el último momento para saber si París logra su deseo de ver a los nadadores competir en las aguas de su emblemático río.