En 2019 los habitantes del barrio González Chaparro convocaron una asamblea general para definir qué hacer con el terreno donde funcionaba una antigua cancha de bolo criollo.
La idea que convenció a la mayoría fue la de construir desde cero la capilla comunitaria. Así que con unos ahorros precedentes de bazares y demás actividades, se compró material para iniciar con el proyecto.
Además, poco a poco distintos miembros de la comunidad apadrinaron columnas, otros donaron material y hasta se consiguió un patrocinio por el exconcejal de Floridablanca, Junior Sequeda, quien aportó dos mil bloques de ladrillos.
El 7 de mayo de ese mismo año inició la obra y como dice la palabra de Mateo: ‘sobre una gran roca’ edificaron la iglesia. No obstante, el inmenso tamaño de los ‘pedregales’ fue un inconveniente de gran costo: siete millones de pesos valía el uso del taladro industrial.
Como la construcción se realizó ‘con las uñas’, los residentes no podían darse ese lujo y por eso encontraron una solución práctica y de pura física. Someter las rocas a altas temperaturas y luego hacer que el choque térmico del agua helada las fragmentara.
Finalmente el ingenio dio sus frutos y la capilla de San Pedro Apóstol se volvió una realidad para el González Chaparro.
Redacción y fotografía: Felipe Jaimes Lagos. (X)
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