[”La metamorfosis”, de Kafka, se puede descargar gratis de Bajalibros clickeando acá.]
El hombre un día se despierta y ya no es humano, es un insecto. Todo va a cambiar, quién es, cómo lo tratan, si lo quieren. Pero lo que le preocupa es.. que va a llegar tarde al trabajo. Esto es el argumento de La metamorfosis, lo escribió el checo Franz Kafka.
El hombre -otro hombre, otro libro- es arrestado una mañana y no sabe por qué. No hay por qué. Entra en un proceso judicial absurdo, demencial. Se tiene que defender de algo que no sabe qué es. También lo escribió Kafka en El proceso.
¿Qué hay en común? La burocracia, el poder arbitrario, la alienación y la impotencia del individuo frente a sistemas opresivos.
[”La metamorfosis” se puede descargar gratis de Bajalibros clickeando acá.]
“La condena de Adelkhah es producto de un ‘juicio kafkiano’ carente de la menor lógica judicial”, decía una nota de Infobae de 2020. Arbitrariedad, impotencia. Un sinsentido que cruza la vida de alguien y la transforma. ¿De eso hablamos cuando decimos “kafkiano”?
“Se aplica a lo que es trágico, inquietante o absurdo”, dice el diccionario Larousse. Pero vamos más lejos.
El término “kafkiano”, derivado del apellido del escritor checo Franz Kafka (1883-1924), ha trascendido las barreras del tiempo y la literatura para convertirse en un adjetivo universalmente reconocido. Efectivamente, a través de su obra, Kafka exploró temas como la alienación, la burocracia opresiva, la frustración existencial y la absurda complejidad de las sociedades modernas. Hoy, “kafkiano” se emplea para describir situaciones que reflejan estas mismas sensaciones de irracionalidad, sin sentido, y deshumanización por parte de sistemas incomprensibles, ya sean burocráticos, legales o sociales.
La popularización del término se debe en gran medida a la influencia perdurable de Kafka en la cultura global. Sus novelas como El Proceso y La Metamorfosis ilustran individuos atrapados en laberintos burocráticos y transformaciones incomprensibles, respectivamente. Estas obras no solo resuenan por su calidad literaria sino también por su capacidad para reflejar el desasosiego ante instituciones y estructuras aparentemente arbitrarias y opresivas que muchos individuos experimentan.
En América Latina y España, el adjetivo “kafkiano” se utiliza frecuentemente para describir situaciones que parecen sacadas de una de sus novelas. Ejemplos de su uso en estos países abarcan desde la descripción de trámites administrativos interminables hasta la sensación de impotencia frente a sistemas judiciales o gubernamentales percibidos como absurdamente complejos o injustos.
En Argentina, por ejemplo, el proceso de importación y exportación puede ser percibido como kafkiano debido a la complejidad y la cantidad de trámites burocráticos requeridos. En España, las largas esperas y el papeleo para conseguir citas médicas en el sistema de salud pública pueden ser descritos con este adjetivo. En Perú, los esfuerzos para registrar una propiedad o iniciar un negocio a menudo se topan con un laberinto de requisitos y procedimientos que recuerdan a los escenarios descritos por Kafka. México y Colombia no son ajenos a este fenómeno, con sus propias versiones de sistemas legales y gubernamentales que a veces parecen trabajar más para confundir y desalentar a las personas que para asistirlas.
La relevancia contemporánea del término kafkiano” radica en su capacidad para encapsular la desorientación y la desesperanza ante sistemas que deberían servir al individuo pero que a menudo terminan alienándolo. A pesar de que Kafka escribió hace un siglo, la universalidad de sus temas permite que su obra siga siendo un espejo en el que muchas sociedades se ven reflejadas hoy en día.
La obra de Kafka, y el adjetivo que de ella deriva, continúan siendo relevantes en la medida en que nos obligan a reflexionar sobre la complejidad de nuestras sociedades y la experiencia humana dentro de estas estructuras a menudo incomprensibles.