Los paralelismos se disparan este curso en el baloncesto europeo cuando de Real Madrid y Olympiacos se trata. La final de la Euroliga que disputan este domingo parece estar hecha a medida para ambos equipos, puesto que bien se podría decir que los separaron al nacer la presente temporada: una liga regular en la que apenas les distanció una victoria, sendas eliminatorias a cinco partidos en los playoffs, representación en el Mejor Quinteto de la Euroliga (el MVP Sasha Vezenkov en Olympiacos y Walter Tavares y Dzanan Musa en el Madrid)… Pero, sobre todo, una querencia casi masoquista por las remontadas. En el presente más inmediato, sí, pero también con vigencia en el pasado. Está visto que madrileños y griegos siempre vuelven.
La épica es la compañera de viaje más recurrente de los blancos desde que empezó el tramo decisivo del año en la máxima competición europea. Todavía están muy recientes los 18 puntos de renta que llegó a amasar el Partizan de Belgrado ante el Madrid en el quinto partido a todo o nada de cuartos en el WiZink Center. El equipo más laureado del Viejo Continente no sólo vio muy cercana la eliminación entonces: unos días atrás, los serbios, ante su público y en el tercer encuentro, gozaron de un +15 que les habría clasificado para la Final Four de haberse mantenido su renta. Pero jugar sin red acabó por hacer mejores a los integrantes del conjunto merengue, el primero de la historia del Viejo Continente cestista en remontar un 0-2 en la postemporada.
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Por si esas tres victorias consecutivas no eran ya suficiente alegato en pro del alma y la casta, el Madrid volvió a imponerse tras remar contracorriente ya en la Final Four. Al igual que sucediera en 2022, el Barça vio cómo la ventaja de la que llegó a gozar en cuanto a sensaciones y marcador (+9 este viernes) se diluía sin remedio ante el mayor empuje del eterno rival. Ni siquiera hizo falta cambiar de protagonistas: Walter Tavares y Sergio Rodríguez, como ocurrió frente al Partizan, lideraron la nueva acometida de una escuadra que bien podría ser la personificación en el baloncesto de aquel Séptimo de Caballería del Salvaje Oeste.
Esa comparación la resiste con garantías un Olympiacos que también viene de resurgir cuando peor le iban las cosas y dar un golpe sobre la mesa letal para el equipo contrario. En las filas del Mónaco todavía estarán preguntándose qué demonios pasó para que el +12 que señalaba a su favor el electrónico al descanso fuese tan efímero. Dio igual que los helenos no hubiesen dado pie con bola, corbatas de escándalo incluidas, en la primera mitad: de repente y sin previo aviso, rompieron su semifinal con un 27-2 de parcial en el tercer cuarto. Una salida en tromba de la que Mike James y compañía jamás se recuperaron.
Por supuesto, los pupilos de Georgios Bartzokas ya hicieron gala de que se les da muy bien apretar los dientes en su eliminatoria previa contra el Fenerbahçe: levantaron 11 puntos a los turcos para llevarse el tercer partido en Estambul. Aunque nada comparado con lo de hace unas horas, justo homenaje a un pasado repleto de resurrecciones casi milagrosas. Uno compartido, de nuevo, con su próximo adversario.
Un aniversario muy oportuno
Acaban de cumplirse 10 años de la segunda de las tres finales de la Euroliga en las que Real Madrid y Olympiacos han medido sus fuerzas, la única perdida por los merengues. A diferencia de lo que ocurrió en 1995 y 2015, ni siquiera la ya seria pujanza de la era Laso pudo evitar que los de rojo se llevasen su segundo título europeo consecutivo en 2013 (100-88). Todo esto después de que el conjunto de la capital española llegase a contar con un +17 a su favor a los 10 minutos de juego. Por Londres andaba un tal Vassilis Spanoulis (22 puntos merecedores de MVP aquella noche). También Kostas Sloukas y Kostas Papanikolaou, que repiten junto a su entrenador entonces y ahora, Bartzokas.
Intentarán tomarse la revancha de aquello Sergio Rodríguez, Rudy Fernández y Sergio Llull. Los dos últimos están especialmente curtidos en las lides de los apaños imposibles durante la época reciente. Acaban de acceder a su sexta final con el Madrid en 10 años, cosa que ya sabemos que les ha costado lo suyo. Casi tanta sangre, sudor y lágrimas como en 2018, cuando los playoffs contra el Panathinaikos (griegos también, por cierto) empezaron con una derrota por 28 puntos en el primer partido. ¿Cómo acabó aquello? Con la décima Euroliga madridista.
Otro momento épico donde los haya se produjo en el segundo partido de la final de la ACB de 2019, con 7 puntos en menos de un minuto para acabar con el Barça mediante el icónico triple de Carroll. Tampoco fue nada sencillo, ese mismo año y en el baloncesto de selecciones, afrontar un Mundial ya sin los júniors de oro. Pero se hizo y de qué manera, puesto que España se llevó el oro y Rudy y Llull fueron piezas clave.
No menos loable fue lo sucedido de nuevo en el ámbito madridista en 2021: hubo quinto partido contra el Efes, a la postre campeón de Europa, tras un 2-0 en contra en la eliminatoria e ir perdiendo por 13 tanto en los minutos finales del tercer partido como en los del cuarto. El cuento del resurgimiento se prolongó en 2022: finalistas europeos, con opciones de levantar la copa hasta los últimos instantes después de 17 derrotas en 28 partidos, y campeones de liga. Todo esto con los dos baleares de pro del Madrid presentes.
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En el bando heleno, las proezas dignas del ave fénix también son multitud, con el CSKA como víctima predilecta. En la final de 2012, Olympiacos se sobrepuso a un +19 ruso en un último cuarto salvaje, ganando el partido gracias a una canasta de Printezis casi sobre la bocina. En las semifinales de 2015, la ventaja recuperada fue de 9 puntos, en otro final de infarto en el que Spanoulis resultó capital. Kill Bill fue precisamente la peor pesadilla de los moscovitas en las semifinales de 2017, cuando los de El Pireo llegaron a ir 13 abajo. Más atrás en el tiempo, en 2010, sobrevivieron a una prórroga contra el Partizan para ser finalistas.
En definitiva, la que ha sido catalogada como la Euroliga más igualada de todos los tiempos puede tener un colofón extraordinario para hacer honor a su nombre en esta final. Los aficionados ya se frotan las manos con los malabarismos susceptibles de producirse entre dos equipos tan dados a las idas y venidas como Real Madrid y Olympiacos. Un espectáculo que no será tan apetecible a pie de cancha, donde se espera una batalla sin cuartel. Aunque, cueste lo que cueste, todo habrá merecido la pena si el trofeo cae en el bando propio.
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