Hace cinco años, Bloodstained: Ritual of the Night marcó un hito para la industria. Tal vez no haya sido el metroidvania que redefinió el género, pero sin duda elevó la vara para el resto de los contendientes al título. El regreso de Koji Igarashi, con todo el apoyo de la comunidad a través de una fantástica campaña de Kickstarter, y su equipo en ArtPlay, no defraudó. El resultado final fue un digno sucesor para Castlevania y una serie de spin-off que enamoraron a los fanáticos de todos los estilos de juego. Luego de la actualización gratuita 1.5, que terminó de cumplir las metas adicionales prometidas, llega un DLC de pago inspirado en las mecánicas de Castlevania II: Simon’s Quest, llamado: “Dominique’s Curse”
De buenas a primera, Dominique’s Curse se presenta simplemente en el menú de extras como “Classic Mode 2″, pero más allá de su modesto lugar en la pantalla de opciones se trata de un juego aparte. Así como el primer modo clásico nos invitaba a explorar el castillo con una jugabilidad similar al primer Castlevania, este DLC se inspira en las mecánicas de la segunda parte de la legendaria saga de cazadores de vampiros y nos brinda una historia nueva. Tras ser derrotada por Miriam en el final de Ritual of the Night, Dominique cae al Limbo y debe explorarlo para conseguir los poderes de Bael y así volver al mundo de los vivos.
En lo jugable, esto significa que tendremos un nuevo mapa para explorar, con pueblos repletos de monstruos llevando su vida cotidiana sin lastimar a nadie y calabozos temáticos protegidos por un jefe final. Como en todo classicvania, la jugabilidad se limita al desplazamiento lateral y los ataques a latigazos limpios. Eso sí, contamos con una variado arsenal de armas secundarias y un puñado de mejoras que debemos comprar en las tiendas de cada asentamiento. La física de los movimientos también adopta las características del subgénero en cuestión, algo que se siente especialmente en su parsimonioso desplazamiento y en el momentum de los saltos. Si un enemigo nos ataca en el aire vamos a salir despedidos hacia atrás y, seguramente, caeremos a un pozo perdiendo una vida instantáneamente.
La mecánica que lo diferencia es la influencia de la luna en los enemigos. Este breve ciclo, de aproximadamente 4 minutos, hace que cambien los enemigos de los niveles y salgan a la luz ciertos eventos y secretos. Bajo la luna roja los monstruos de los pueblos se vuelven agresivos y no podemos acceder a las tiendas, aparecen jefes opcionales y todo se torna más complicado. Todo esto puede resultar abrumador, en especial durante la primera hora de juego, pero a medida que vamos consiguiendo las mejoras permanentes para el látigo, los puntos de magia y de vida, el arco de dificultad se hace paulatinamente menos castigador. Aún así, cuando nos quedemos sin vida nos veremos en la disyuntiva de continuar o volver a la última partida guardada: la primera opción nos costará el 50 por ciento de nuestro oro y la segunda todo el progreso desde el último guardado manual.
El oro importa, pero eventualmente veremos que los vestigios de monstruos, la moneda más importante, no se pierden al morir y puede ser intercambiada por monedas de oro con relativa facilidad. Lo que al comienzo parece un salto de dificultad atroz, pronto se muestra como un benévolo sistema de continuación. En especial cuando estamos en medio de un calabozo o a punto de enfrentarnos al jefe. Continuar suele ser la mejor opción y, eventualmente, la luna de sangre una gran oportunidad para conseguir vestigios de monstruos. Una vez que estemos cómodos con el sistema de combate, veremos que la propuesta se centra en la exploración y en nuestras habilidades para encontrar secretos como solíamos hacer en los classicvanias de antaño.
Dominique’s Curse se desarrolla en niveles con caminos ocultos que, a su vez, nos llevan a nuevas locaciones. A veces un pueblo, otras un lugar aparentemente vacío o a la entrada de un calabozo. Éstos son temáticos y suelen ser muy desafiantes, especialmente en lo que respecta a las secciones plataformeras. Como era de esperar, la dificultad está a la orden del día pero en realidad nunca se siente injusta. De hecho, una vez que hayamos conseguido varias mejoras y un par de habilidades de desplazamiento, veremos que la protagonista se convierte en una máquina de derrotar demonios. Aún así, los jefes presentan un buen desafío y tienen patrones divertidos de aprender, siendo tal vez Bael el menos inspirado por su parecido con el enfrentamiento original en Ritual of the Night.
Lo más interesante de este DLC es su énfasis en la exploración y el hecho de tener, al menos, 3 finales distintos según nuestro desempeño. Tras ver los créditos finales nos mostrarán una pantalla con un detalle de cuánto tardamos en completar cada calabozo y un puñado de cifras a tener en cuenta para una próxima partida, también nos dirá qué final conseguimos. Es genial poder cargar la última partida y seguir explorando con todas las mejoras obtenidas hasta el momento y la certeza de que todavía quedan secretos por descubrir. Sin embargo, conseguir el “verdadero final” requerirá de paciencia y una habilidad especial para poder ver “más allá de lo evidente”. ¿La recompensa? Saber qué paso canónicamente con nuestra villana favoritas de cara a los eventos de la recientemente anunciada secuela a Ritual of the Night.
Dominique’s Curse se siente como un juego independiente y, si pretendemos conseguir todos sus secretos, podríamos demorar más de diez horas entre combate y exploración. Se trata de un classicvania de pura cepa y un digno homenaje al genial Castlevania II: Simon’s Quest, ¿y cómo no serlo con la producción del mismísimo Koji Igarashi? Es una experiencia que nos transporta directamente a la edad dorada del gaming y, si bien estéticamente puede no estar a la altura de los tiempos que corren, en cuanto a lo jugable y a su apartado sonoro no tiene nada que envidiarle a los mejores exponentes del género. Sus mejores cualidades son su énfasis en la exploración y un cuidado ritmo de progresión que garantiza una experiencia desafiante y divertida.