Sandra Pettovello sabía desde hacía algún tiempo que Fernando Zseresevsky, su mano derecha y colaborador más estrecho, guardián de algunos de los principales secretos del ministerio, tenía previsto dejar la gestión en estos días para volver a dedicarse, otra vez, a la actividad privada, e irse de nuevo con Los Ratones Paranoicos. Habían resuelto avanzar este viernes con su salida, a última hora, para que pasara lo más desapercibida posible después de una semana plagada de denuncias cruzadas, operaciones y renuncias: en total, se llegaron a contabilizar unas 40 en casi seis meses de gestión, lo que convirtió a Capital Humano en un verdadero polvorín a punto de explotar.
Cuando Zseresevsky oficializó puertas adentro su salida, Pettovello, que lo había convalidado, intentó retenerlo por última vez. Fue imposible. La renuncia se hizo pública. La ministra, según trascendió, volvió a ponerse nerviosa. Había estado perturbada toda la semana, jaqueada por una gestión deficiente que intentó edulcorar todos estos meses con una batería de denuncias judiciales -muchas de ellas, bien fundamentadas- contra sus antecesores y, en particular, por el reciente reclamo, también judicializado, por la falta de entrega de toneladas de alimentos para los sectores más vulnerables que trató de justificar sistemáticamente hasta que no tuvo más salida que reconocer su impericia. Javier Milei hizo todo lo que tuvo a su alcance para contenerla. Nunca la había respaldado tanto: ayer circuló que volvió a cobijarla en Olivos durante horas. Incluso fue hasta su despacho, el pasado lunes, para convencerla de que había que seguir adelante. El jueves, en un almuerzo con empresarios de comercio y servicios, la ministra dijo que no pensaba renunciar. En un momento, se emocionó.
“Esta semana entraron las balas, es una sangría que no para”, aseguró un funcionario de Casa Rosada. En varios despachos oficiales se preguntaron si sostener a la ministra había sido una decisión correcta. Fue el propio Milei, que considera a la funcionaria una pieza importante en su esquema de relaciones humanas, el artífice de esa definición. Circuló entonces una catarata de versiones: desde desguazar el ministerio y recortarle atribuciones hasta asignarle un rol bien específico.
La crisis de Pettovello es la de todo un gabinete que en estos días alcanzó su máximo nivel de tensión y que obligó al Presidente a esforzarse como pocas veces a sostener un sistema de toma de decisiones que esta semana exhibió evidentes señales de deterioro interno y hacia finales de la semana generó una usina de rumores, en su mayoría propiciados puertas adentro.
El viernes a última hora, por ejemplo, Diana Mondino estuvo en el centro de las especulaciones por la polémica en torno a la repentina ausencia del Presidente en una cumbre con representantes de la comunidad islámica: abortó su participación a minutos de llegar al lugar cuando se enteró que, entre otros, lo esperaba el embajador de Palestina. Fabián Ankah, presidente del Centro Islámico de la República Argentina, ya había presentado varias notas para entrevistarse con Milei, sin éxito. Nunca consiguió la reunión. El pasado lunes, el secretario de Culto, Francisco Sánchez, recibió oficialmente al Gran Rabino de Jerusalén, Shelomo Amar, al presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, Monseñor Oscar Ojea, y al embajador argentino en Israel, Axel Wanish. Se había previsto la presencia de representantes islámicos, pero no fueron. Ojea fue convocado por Sánchez con la excusa de que se trataría de un encuentro interreligioso.
En la semana, el ministro de Salud, Mario Russo, también había tenido sus propias operaciones internas: hace rato que su nombre figura como fusible, no por presión del círculo rojo, como insinuaron este sábado desde Presidencia, si no por la combustión del fuego amigo. Cecilia Loccisano, que hace casi un mes se hizo cargo de la administración del ministerio, tiene un estilo de gestión apabullante que incomodó al ministro. “A nadie le gusta ser segundo”, exageró un funcionario.
Algo similar ocurre desde hace semanas con el ministro Mariano Cúneo Libarona, que conoce del poder de lobby de Sebastián Amerio, el secretario de Justicia que representa al Ejecutivo en el Consejo de la Magistratura y que responde sin escalas a Santiago Caputo, el estratega, un colaborador cada vez más decisivo: tiene incidencia en todos los ministerios, intervino el área de energía y la AFI con la designación reciente de Sergio Neiffert. Caputo y Karina Milei integran el “triángulo de hierro” -así lo definió el Presidente- junto al jefe de Estado.
Fue, justamente, esa triada la que cerró filas para ejecutar la salida de Nicolás Posse de la Jefatura de Gabinete, un episodio que aceleró el proceso de erosión interno del gobierno. Milei no terminó de reconocer públicamente los motivos de ese despido. Fuentes inobjetables dan cuenta de que, como trascendió semanas atrás, sí estuvo vinculado a una conversación privada entre el ex jefe de ministros y el Presidente, en la que le habría ventilado información sensible sobre uno de los integrantes de ese “triángulo de hierro”. Esa sería la explicación por la que Guillermo Francos fracasó en su intento de reinsertar a su antecesor en algún puesto de la administración, aún cuando se tratara de un destino fuera del país: “Nada”, fue la orden presidencial.
Posse ya había tenido una serie de encontronazos con Pettovello que, en medio de sus desaciertos de gestión, tuvo la inteligencia de aliarse transitoriamente con la secretaria General de la Presidencia y con Caputo para avanzar en bloque contra el ex jefe de Gabinete hasta propiciar su salida.
Francos es consciente del poderío de ese “triángulo de hierro”. Por eso decidió no entrar en ninguna disputa de poder: “No está para eso, quiere ser jefe de Gabinete lo que pueda, cuatro, ocho años, y terminar su carrera”, sugirieron cerca del funcionario. El ex ministro del Interior le avisó a Milei que prefería quedarse en la planta baja de la Casa Rosada. Toda una señal. El despacho de Posse podría ser ocupado en estos días por la hermana presidencial. En los próximos días, el Presidente podría, en paralelo, avanzar con algunas modificaciones en el organigrama. Aún debe decidir, por ejemplo, qué rol le asignará a Federico Sturzenegger.
Milei cambió la lógica política. Son pocas las resoluciones que se encuadran en el sistema tradicional de toma de decisiones que el círculo rojo conoció en los últimos años. En el seno del relato libertario se ufanan de este cambio de paradigma, aún cuando la gestión pareciera ingresar en un peligroso pantano.
El affaire de los alimentos a punto de vencer, la denuncia judicial por la contratación a través de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) y la salida de Pablo de la Torre del ministerio de Capital Humano representan una radiografía perfecta de ese estilo que desorienta al sistema político. El ex secretario de Adolescencia, Niñez y Familia fue despedido y querellado por la propia Pettovello en la Justicia mientras se rumoreaba que su hermano Joaquín estaba cerca de ingresar al gabinete. El ex funcionario fue eyectado de Capital Humano justo una semana después de que el ex intendente de San Miguel se reuniera con Milei en Casa Rosada.
Pero eso no fue todo. Llamó aún más la atención que, una vez despedido, y denunciado en Comodoro Py, Pablo de la Torre no se defendiera ni una sola vez públicamente. Por el contrario, agradeció por los servicios prestados y prefirió concentrarse, sin alusión directa, en la figura de Leila Gianni, la representante legal y comunicacional de Pettovello, una funcionaria que pasó por las anteriores administraciones a las que ahora demanda este gobierno.
Y más: fuentes oficiales confiaron en que, en la última semana, hubo conversaciones entre los De la Torre y el entorno presidencial para aplacar los ánimos, bajo la promesa de una eventual reivindicación pública de la familia de San Miguel una vez que el escándalo empiece a pasar bajo el radar.
En ese contexto, el Presidente pretende recuperar la iniciativa la semana próxima cuando el Senado se reúna para tratar la Ley Bases y el paquete fiscal en la sesión especial convocada para el miércoles, en momentos en que los especialistas empiezan a avizorar para dentro de un par de meses un rebote inflacionario que podría cortar con la inercia hacia la baja, el corazón del guion libertario. La Casa Rosada cree que tiene los votos, al menos para su aprobación en general. Para eso, Francos convirtió su despacho de la planta baja de la Casa Rosada en una romería: desde que asumió como reemplazo de Posse, por allí desfiló una decena de gobernadores con los que rubricó el traspaso de la obra pública de Nación a las provincias, en un intento por acercar posiciones, al menos en términos administrativos. En la semana, Gustavo Weiss, presidente de la Cámara de la Construcción, insistió en la caída de la actividad, en los 100 mil puestos de trabajo que se perdieron desde el 10 de diciembre y en el deterioro en una buena cantidad de obras por el parate. Hay gobernadores alertados por la intrusión en algunas de ellas.
En la cuestión presupuestaria, el Gobierno sigue a rajatabla con el plan trazado por Luis “Toto” Caputo cuyo principal objetivo es el equilibrio fiscal. Eso explica la dureza con la que reaccionó el oficialismo frente a la media sanción de mediados de semana de la fórmula de movilidad jubilatoria, que recompone 8,1 puntos que los haberes perdieron durante enero -adicional al 12,6% reconocido-, que ajusta mensualmente por el IPC del INDEC y que, una vez al año, otorga un aumento adicional por la diferencia entre la variación salarial y el índice de inflación siempre que los salarios hayan tenido un incremento mayor.
El Gobierno machacó con el costo fiscal de la media sanción que prometió vetar si finalmente el Senado convalida el proyecto. Pero guardó silencio sobre los dos tercios alcanzados en la Cámara baja por la alianza transitoria entre el kirchnerismo, el radicalismo, la Coalición Cívica y el bloque liderado por Miguel Ángel Pichetto, que entendió la gravedad de esa UTE: horas después, se fotografió con José Rolandi, el vicejefe de Gabinete, y se mostró favorable a la sanción de la Ley Bases y el paquete fiscal.
Es la primera vez que en Diputados se alcanza una mayoría de este calibre, y que se fusionan la oposición y algunos de los bloques dialoguistas, un peligroso mensaje: lo que hasta ahora estaba disperso puede aglutinarse para dañar al Ejecutivo, aún cuando se trate de un proyecto puntual vinculado con los jubilados, muy perjudicados por la licuadora del plan económico de Caputo.
Los mercados tomaron nota. En el círculo rojo financiero se preguntaron por el futuro del gobierno, y el tipo de anclaje político en el que debería sustentarse. En el Congreso, el aire volvió a espesarse.
Para peor, los dos tercios se alcanzaron en medio de un proceso de amplitud del Ejecutivo, liderado por Francos, para destrabar la Ley Bases en buena parte de sus capítulos, incluido el Régimen de Incentivo de las Grandes Inversiones (RIGI), un rubro vapuleado por el peronismo y algunos gobernadores. En esa travesía, hubo marchas y contramarchas y modificaciones ambivalentes.
Solo un ejemplo: en minería, el Ejecutivo promovió un incremento en las regalías provinciales de hasta el 5%, dos puntos por encima del 3% vigente. Hay un creciente fastidio en las empresas del sector, que en oro y plata representan el 70% de las exportaciones. La Argentina hace años que no exporta cobre. El fastidio se extendió en los gobernadores. San Juan y Mendoza, por caso, ya avisaron que no acatarían el cambio. Lo hicieron públicamente. Jujuy y Catamarca también dieron aviso en privado. Según trascendió en la Cámara alta, fue una tratativa directa entre el Gobierno y el senador José María Carambia, de Santa Cruz, para eventualmente destrabar su voto. Lo paradójico es que, según fuentes del Senado, el secretario de Minería, Luis Lucero, no estuvo en la mesa de negociaciones.
Hace unos diez días, Mauricio Macri se pronunció desde sus redes en favor de la aprobación de la Ley Bases. El ex presidente apoya el proyecto y ordenó a los legisladores que le responden que colaboren con el gobierno de manera irrestricta, pero está cada día más inquieto por el rumbo de la gestión.
Es más: espera que el Congreso sancione cuanto antes el proyecto para salir a hablar públicamente y sentar posición sobre el gobierno que asumió el 10 de diciembre.
Macri cree que muchos de los errores del Gobierno vinculados a la inexperiencia en la gestión podrían haberse evitado. Está molesto porque las veces que lo conversó con Milei -hablan mucho más fluido de lo que trasciende-, el Presidente le dio la razón, anotó su impresión y lo derivó en su entorno. Es decir, en el “triángulo de hierro” en el que, por fuera del jefe de Estado, no hay ningún interés en acceder a los consejos del ex mandatario. “Al menos por ahora no quisieron nada que tenga que ver con Macri, para no intoxicar el relato”, esgrimieron fuentes oficiales.
En despachos macristas dicen que el ex presidente está, en ese sentido, con muchas ganas de hablar. Y que incluso quiere sentar posición sobre los candidatos del gobierno para completar la integración de la Corte Suprema. Comparte el mismo fastidio que su primo Jorge: el jefe de Gobierno porteño está a punto de alzar su reclamo por la decisión del Gobierno de no acatar el fallo de la Corte que lo obliga a devolverle a la Ciudad el porcentaje de la coparticipación que Alberto Fernández le recortó en su momento a Horacio Rodríguez Larreta, en septiembre del 2020, en plena pandemia.
Sin contar el goteo semanal de funcionarios que se alejan de la gestión libertaria, una realidad que intranquiliza al ex presidente.
El politólogo Pablo Salinas lleva en sus informes diarios un conteo de los colaboradores que son eyectados de la administración de Milei. Capital Humano lidera el ranking. En las últimas horas, un amigo del ex ladero del ex ministro Martín Guzmán le dijo: “Mejor empezar a contar los funcionarios que se quedan y no los que se van”.