En las 48 horas previas a la elección de Río Cuarto, en el peronismo cordobés había cautela con una importante dosis de optimismo. Sobre todo por la variedad de encuestas que habían sido leídas en la gobernación de Córdoba en los últimos quince días. La mayoría planteaban un escenario de tercios que el último viernes ya se había convertido en un duelo mano a mano.
De un lado, el crédito local del oficialismo: Guillermo De Rivas. La continuidad con cambios después ocho años de gestión de Juan Manuel Llamosas, el encargado de desbancar al radicalismo en el 2016. El candidato de Hacemos Unidos por Córdoba empezó a la carrera electoral en enero de este año con una intención de voto cercana al 5%. Ayer se convirtió en intendente de la segunda ciudad más poblada de la provincia con el 37,15% de los votos. La maquinaria electoral del peronismo cordobés funcionó sin contratiempos.
En la otra esquina se paró el radical Gonzalo Parodi. Los sondeos de opinión le dieron chances hasta el final. La sensación de que podía dar el golpe se generó cuando en las encuestas pasó por encima de Adriana Nazario, la candidata que presentó una oferta alternativa al oficialismo, lo que generó la fractura del peronismo local.
Además de una referente local, Nazario es la última pareja de José Manuel de la Sota. Natalia, la hija del ex gobernador, hizo campaña y llamó a votar por De Rivas. El entramado familiar del pasado generó cierto morbo en la pelea electoral. Lo cierto es que Parodi jugó a fondo en la campaña. Terminó denunciando clientelismo político y compra de votos. En la noche del domingo se quedó con el 24,29% de los votos y la chapa de ser el referente opositor local.
De Rivas se quedó con la medalla de oro en el municipio, pero Martín Llaryora se llevó a su casa el segundo premio electoral en su nueva etapa como gobernador de Córdoba. Después de un ajustado triunfo ante Luis Juez en junio del año pasado, había jugado fuerte para que Daniel Passerini sea intendente en la Ciudad de Córdoba. su continuidad en la gestión. Y lo logró.
El mandatario cordobés jugó su primer pleno en Río Cuarto, una ciudad influyente en términos electorales, además de ser el corazón productivo del distrito y la capital alterna de la provincia, donde el Gabinete se reúne una vez al mes. Lo hizo en un contexto donde las encuestas no le daban buenas noticias y logró, apoyado en la estructura electoral del peronismo cordobés.
En el peronismo cordobés sabían con absoluta certeza que una derrota en Río Cuarto iba a implicar un golpe inesperado para Llaryora, que a nivel nacional hace equilibrio en una compleja relación con Javier Milei, y que construye lentamente su proyecto político para llegar a la presidencia. ¿Cuándo? ¿Cómo? Esa es otra discusión que no tiene resolución hasta el momento. Pero ni a Llaryora ni a Hacemos Unidos por Córdoba le daba lo mismo ganar que perder en el Imperio del Sur, como se la conoce a la ciudad.
Si perdían, la culpa iba a caer deliberadamente en Llamosas, que tuvo grandes dificultades en el armado político territorial para mantener el peronismo unido y ágil. Por lo bajo le achacan a él la incapacidad de evitar el quiebre de la fuerza política en el municipio, que le podría haber costado en términos electorales. Nazario jugó su propio partido y sacó 21,18%. Fueron 15.632 votos que podrían haber puesto en crisis al peronismo local. No pasó. Ahora De Rivas tendrá que reconstruir el armado político en el municipio. Es una deuda pendiente con la que inicia la gestión.
En rol de líder y poniendo sobre la mesa el discurso central de su construcción política, Llaryora le pidió a De Rivas sumar propuestas y dirigentes de otras fuerzas políticas a la nueva gestión. Replicar su idea del partido cordobés pero en Río Cuarto. Edificar, de bajo hacia arriba, una estructura que solidifique su incipiente liderazgo en el territorio cordobés. Fue su primer mensaje después de conocer el triunfo. Todo un síntoma de hacia dónde quiere caminar.
Con esta contundente victoria el gobernador cordobés fortaleció su liderazgo en el peronismo del interior. Un sector de la fuerza política que lo mira cómo una vía de renovación después de 20 años del kirchnerismo en la cúpula del poder partidario. El gobernador cordobés aparece en el mapa como una opción posible para la tan hablada renovación peronista. Lo miran desde las provincias cercanas, pero también desde el corazón del conurbano. Está en el radar.
Nadie lo niega en Córdoba. Nadie le pone el sello de un caso cerrado. Pero todos saben que el ex intendente de San Francisco tiene intenciones de ser la punta de lanza de un cambio profundo en el peronismo. Y que esa renovación debe empezar desde el interior hacia la provincia de Buenos Aires, el territorio donde el kirchnerismo conserva su poder e influencia para ganar elecciones. La barrera más difícil de atravesar para cualquier peronista que tenga su base de sustentación política lejos del conurbano bonaerense.
Al mismo tiempo, el dirigente cordobés pegó otro ladrillo sobre la base de poder que construyó durante su intendencia en la capital provincial y que se amplió con la llegada a la gobernación. Aunque después sufrió algunas grietas de un inicio de gestión conflictivo en el ámbito nacional y un andar político que lo llevó a exponerse más de la cuenta. Vaivenes de una carrera política ambiciosa, dinámica y con más triunfos que derrotas.
Llaryora advirtió que la elección en Río Cuarto iba a ser complicada y salió a respaldar a De Rivas con un discurso atado al voto útil. Mejor votar al intendente, que es la continuidad de una gestión de ocho años, que propone cambios y que está en sintonía política con el Gobernador. Un equipo más alineado y entrelazado. Una formación que lo tiene a él y a Juan Schiaretti – ambos con imagen positiva cercana al 60% – al mando de un proyecto político.
La gente le compró la propuesta, además de respaldar las dos gestiones de Llamosas. Es imposible pensar que en un triunfo de casi 13 puntos de diferencia no haya influido el pasado y la valoración de la calidad de vida de los riocuartenses. El mandatario delegó en su ministro de Gobierno, Manuel Calvo, la coordinación de la campaña. Fue el nexo entre la intendencia y la gobernación. Saltó a la cancha, jugó a fondo y le salió bien.
El mandatario cordobés tiene por delante la tarea de hacerse fuerte en su provincia. Es el tercer eslabón de un proyecto político que inicio José Manuel de la Sota y que siguió Juan Schiaretti. Es el responsable de que el peronismo cordobés siga siendo sólido y ganador. Y es, además, el tercer nombre propio de esa dinastía política que tiene en su cabeza un proyecto nacional. Quizás la elección de ayer – chica y local – sea la primera piedra de esa construcción.