Un puñado de días atrás Alberto Fernández recibió en su casa porteña a Andrés “Cuervo” Larroque. No sería un hecho atípico, sino fuera porque el ex secretario general de La Cámpora fue uno de los dirigentes que más criticaron al ex presidente durante el gobierno del Frente de Todos. Seis meses después de abandonar la gestión peronista, se volvieron a ver las caras y limaron las asperezas del pasado.
Durante el último tramo del mandato de Fernández, Larroque salía todas las semanas a cuestionarlo en forma sistemática. A marcar la postura del kirchnerismo en una interna a cielo abierto que desgastó al entonces jefe de Estado y que fue contraproducente para el oficialismo. La elección del 2023 la perdieron todos. La pelea permanente deterioró una gestión castigada por la pandemia, la sequía y el impacto de la guerra en Ucrania, además de los errores propios y la imposibilidad de controlar la inflación.
“El gobierno es nuestro, Alberto no se lo puede llevar a la mesita de luz”, fue una de las frases más recordadas de Larroque. Su voz era la voz de Cristina y Máximo Kirchner. Además lo trató de ingrato, de minimizar al atentado a la ex presidenta y de levantar la bandera de que se podía prescindir de CFK para llevar adelante la gestión. También calificó su presidencia como “una pérdida de tiempo y un desperdicio de poder”. Fue todo entre el 2022 y el 2023. Fue una guerra de poder que terminó mal.
Todas esas acusaciones quedaron en el pasado. Al menos, es lo que intentaron hacer en la reunión. Sepultar los malos viejos tiempos. Ahora la situación es diferente. Fernández pasa gran parte de su tiempo en Madrid junto a su familia y aparece esporádicamente para dar alguna entrevista. Larroque se convirtió en un puntal de la construcción política de Axel Kicillof y apunta con frecuencia contra Máximo Kirchner y La Cámpora, a los que acusa de desgastar la figura del gobernador bonaerense y de concentrar las decisiones en el armado de listas legislativas.
El encuentro tuvo lugar la semana pasada y fue porque ambos tenían intenciones de volver a verse y desintegrar los resquemores del pasado. Sepultar las batallas dialécticas del pasado y plantear las coincidencias del presente y el futuro. Borrón y cuenta nueva, pese a que las heridas no se sanan tan fácilmente. Ambos tenían la sensación de que se debían una charla y que había que limpiar las manchas de una relación que nació más de una década atrás.
Según pudo reconstruir Infobae, la reunión fue en buenos términos y ambos se quedaron satisfechos con encontrar un punto de acuerdo a mitad de camino. Se revisó lo que pasó durante la gestión de gobierno, las internas entre el kirchnerismo y la Casa Rosada, y el resultado electoral. Pero la mayoría del tiempo estuvo dedicado al presente y al futuro. Mirar hacia adelante en medio de una nueva discusión interna.
“No nos puede volver a pasar la mismo”, fue la idea en la que Fernández y Larroque coincidieron durante la conversación. Si el peronismo vuelve al gobierno en tres años, tiene la obligación de haber aprendido de la interna que destruyó al Frente de Todos y que le generó un profundo vacío de poder al ex presidente. El kirchnerismo lo atacó, lo aisló y le movió las estructuras de un gobierno que se fue debilitando con el paso de los meses. Fernández tuvo responsabilidad en la toma de decisiones y siempre priorizó mantener la unidad de la coalición. A cualquier costo. Y el costo fue muy alto.
Esa es la experiencia que quedó de la interna feroz que hubo en el gobierno anterior y que se profundizó después de que se conociera la fiesta de Olivos -lo que generó la ira de Cristina Kirchner- y las renuncias masivas de los funcionarios K luego de la derrota en las elecciones legislativas del 2021, que tuvieron como objetivo forzar a Fernández a realizar un cambio de gabinete del que no estaba convencido.
Esa jugada política para exigirlo y llevarlo al límite, desestabilizó la gestión de gobierno. Fueron varios los ministros cercanos a Fernández los que en ese momento le pidieron romper con los K, aceptar las renuncias y tomar mayor poder dentro del esquema político de la coalición. Le pedían ponerle un freno a la influencia de Cristina Kirchner. El entonces presidente nunca estuvo de acuerdo en romper la coalición. Siempre escuchó a la ex secretaria Legal y Técnica Vilma Ibarra, que era de su máxima confianza y que consideraba que el frente no se podía romper. Como lo marca la consigna radical: que se doble pero que no se rompa.
Un par de semanas atrás el ex ministro de Producción Matías Kulfas aseguró, en términos de autocrítica de gobierno, que Fernández debería haber aceptado esas renuncias. Lo que dijo el ex funcionario es lo que piensa la gran mayoría de los dirigentes que están dentro del peronismo pero en la vereda de enfrente al kirchnerismo. Algunos de esos nombres propios creen que hay que sepultar ese pasado y dejar de buscar culpables, porque ya todos saben cómo se sucedieron los hechos. En una entrevista con el canal de streaming Laca, Kulfas también dejó una frase flotando en el aire: “El “Cuervo” Larroque era el sicario de Máximo para pegarle a Alberto y sus ministros”.
En la conversación que tuvieron, café de por medio, coincidieron en que se debe evitar una nueva interna a cielo abierto que haga explotar a la fuerza política otra vez. Nadie gana, todos pierden. Sin embargo, la interna sigue existiendo, aunque ya no contra Fernández. La última discusión de la fuerza política se activó por Larroque, cuando cuestionó la conducción de Cristina Kirchner y el rol de la cúpula camporista en este nuevo tiempo como oposición. Ninguno ve en la ex presidenta a una conductora que pueda ordenar a todo el peronismo. En La Cámpora, en tanto, le apuntan al “Cuervo” por seguir dando la discusión interna.
Fernández cree que en esta nueva etapa el peronismo debe volver a abrirse y que debe existir una interna previa a la candidatura. En todos los órdenes. En el Partido Justicialista (PJ) y también a nivel electoral cuando llegue el momento. Larroque está seguro de que es momento de una renovación, de discutir liderazgos y de recuperar la discusión interna para reacomodar la fuerza política. Entiende que la falta de esas tres cosas contribuyeron para que Javier Milei llegue al poder. Y también considera que en el fracaso de la gestión anterior, la culpa no fue íntegramente de Fernández.
Pese a las quejas de La Cámpora por su desalineamiento de la estrategia mayoritaria del peronismo -de concentrar las críticas en Milei-, el “Cuervo” se niega a dejar de discutir las cuestiones internas del kirchnerismo. A los propios les dice que está desalineado de “una camarilla que está llevando al fracaso a la agrupación” y que cuestiona al presidente libertario todo el tiempo. Los apuntados de ese mensaje son tres: Máximo Kirchner, Eduardo “Wado” de Pedro y Mayra Mendoza. La agrupación es La Cámpora, de la que fue fundador pero ya no forma parte.
Fernández y Larroque coincidieron en que en el tiempo que viene debe haber una mejor convivencia dentro del peronismo y una articulación más precisa en la diversidad del armado político. Es una forma de aceptar que lo que sucedió en el pasado reciente debe arrancarse -aunque no se pueda – del libro que cuenta la historia de los cuatro años de gestión del Frente de Todos.