Este sábado se cumplieron once años de un doble crimen ocurrido en Almonte que hasta el momento no ha sido resuelto. Miguel Ángel Domínguez, de 39 años, y su hija María, de 9 años, eran asesinados en su domicilio. El asesino se ensañó con ellos, dejándoles más de 150 puñaladas, para más tarde abandonar el lugar sin ningún rastro. Unas huellas del número 44, la ausencia de pelos o sangre y que el autor volviera a la casa de madrugada para hacer la cama son algunas de las incógnitas que todavía siguen en el aire.
Era 27 de abril de 2013. Almonte se encontraba de fiesta, ya que era el último día en el que la Virgen del Rocío iba a permanecer en el pueblo, hecho que solo ocurre una vez cada siete años. Miguel estaba en proceso de separación con su mujer, Marianela Olmedo, por lo que esa noche le tocaba cuidar de su hija. El plan era llevarla a cenar a su pizzería favorita y más tarde volver a casa para ver algo juntos en la tele.
Sobre las 21:45 un amigo del padre abandonó el domicilio, por lo que él se metió en la ducha. Unos 15 minutos más tarde alguien consiguió abrir el portal, subir las escaleras y entrar en el piso, donde comenzó atacando a Miguel. Le acuchilló medio centenar de veces. La hija lo vio todo, por lo que corrió a la cocina para coger un cuchillo con el que intentar defenderse. Tras esconderse en su habitación, recibió más de un centenar de puñaladas.
El asesino tapó el cuerpo de la pequeña con una manta y en el baño limpió el arma con un toalla y se aseó. Consiguió escapar del lugar sin ser visto y en ese momento desapareció su pista. Los vecinos fueron los que dieron la voz de alarma y los que ayudaron a establecer las horas del suceso. La Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil fue la que llevó la investigación que acabó con la detención del único sospechoso.
Un triángulo amoroso
La situación de los padres de María no pasaba por el mejor momento. Ambos trabajaban en el Mercadona de Almonte y desde hace unos meses Marianela mantenía una relación sentimental con otro de sus compañeros del supermercado, Fran Medina. Al principio lo mantuvieron en secreto, pero se acabó descubriendo.
Incluso sabiendo estos hechos, ambos siguieron conviviendo en la casa durante un tiempo. Marianela no quería dejar a su marido por la hija que tenían en común. Esto a Fran no le hizo mucha gracia, ya que él si había dejado a la mujer con la que estaba antes, que mantenía una relación tóxica con la madre.
Este fue el primer indicio que sirvió a los investigadores para poner a Fran en el punto de mira. Sin embargo, la detención se produjo gracias a las pruebas científicas: Las toallas de la casa tenían su ADN, los guantes utilizados en el crimen coincidían con los que se usan en el Mercadona y la huella de la zapatilla encontrada era compatible con sus pies.
La decisión del jurado popular
Los agentes de la UCO no tuvieron ninguna duda sobre la autoría del crimen y así lo manifestaron en el juicio, que tuvo lugar cuatro años después del suceso. Sin embargo, estas declaraciones no fueron suficientes para convencer a los nueve miembros del jurado popular que le acabaron absolviendo, decisión que más tarde fue ratificada por el Tribunal Supremo.
¿Qué les llevó a esta resolución si todo apuntaba al sospechoso? Lo primero fue las muestras de ADN de la toalla. La defensa solicitó el análisis de las mismas por parte de una empresa privada, que dictaminó que podría haber llegado a las toallas por transferencia secundaria, ya que Fran había estado más de una vez en la casa anteriormente.
Lo que acabó sentenciando el caso fue la coartada horaria de Fran. Dos vecinos y las cámaras del supermercado le situaron en el mismo desde las 20:00 hasta las 20:40. Sin embargo, fue la declaración de la exnovia del acusado la que consiguió su absolución. Aseguró que le vio en la tienda a las 22:00 saliendo con Marianela y, aunque el resto de compañeros no lo recuerda, si fue suficiente para el jurado y los magistrados.