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Una gimnasta brilló en el Campeonato Europeo de Budapest con un clásico tema del folclore argentino en su rutina de pelota

El Campeonato Europeo de Gimnasia Rítmica que se realizó semanas atrás en Budapest, Hungría, dejó impactado al público y la rutina de la deportista israelí Daniela Munits, quien se quedó con la medalla de bronce en la prueba con pelota, se hizo viral en las redes sociales, luego de que la gimnasta utilizara como música de su sesión un clásico del folclore argentino.

Munits, de 16 años y ganadora de la medalla de oro en la prueba de gimnasia con maza, salió a escena con una canción muy apegada al litoral de la Argentina y realizó su impactante actuación con el tema “El Cosechero”, un chamamé del cantante y compositor misionero Ramón Ayala, aunque la joven eligió la moderna versión interpretada por la cantante italiana Ginevra Di Marco.

El desempeño de la gimnasta israelí fue notable e impactó a los jurados. En la modalidad individual, se destacó en varias categorías y se llevó a casa un total de tres medallas en este certamen que se celebró en mayo pasado. En el campeonato de 2023 ya había demostrado su calibre y en la reciente competición en Budapest ratificó su excelencia. En la tabla general, Munits terminó en segundo lugar, y logró posicionarse tercera en la prueba de pelota con una puntuación de 34,250, detrás de la húngara Fanni Pigniszki (Plata) y la italiana Sofía Raffaeli (Oro).

La decisión de emplear un tema musical con tanto arraigo cultural latinoamericano no pasó inadvertida en los medios internacionales. “Es un homenaje a la rica diversidad cultural y una muestra del poder unificador de la música,” destacó el seleccionador del equipo israelí en declaraciones recogidas por El País. Esta elección del chamamé de Ramón Ayala reflejó una sorpresa en el escenario de la capital húngara.

Daniela Munits portada
Daniela Munits eligió una canción folclórica para realizar su rutina de gimnasia con pelota en el Europeo de Budapest

Durante la competencia, numerosos medios internacionales no solo destacaron la habilidad técnica de Munits, sino también la particular emotividad de su presentación. Como señaló el medio francés Le Monde en un artículo reciente, “la ejecución de Munits no solo fue precisa y técnicamente perfecta, sino que también logró conectar emocionalmente con el público, algo que raramente se ve en competencias de este nivel”.

Uno de los aspectos que más resonó fue la elección de la versión de Ginevra Di Marco de “El Cosechero”. Di Marco, una conocida cantante italiana, aportó su propia interpretación a la clásica canción de Ayala, fusionando diferentes estilos y tradiciones musicales. Esta colaboración artística entre la música y el deporte fue vista como un puente cultural entre Europa y América Latina. “La versión de Di Marco aporta una frescura y un nuevo matiz a una canción ya de por sí poderosa”, observó el crítico musical de La Vanguardia.

Numerosos expertos en gimnasia rítmica han elogiado la decisión de Daniela Munits por introducir algo innovador en su presentación. “Es un recordatorio de que la gimnasia rítmica no es solo técnica, sino también un arte,” comentó un analista de ESPN. La conexión entre la música y la gimnasia es fundamental para una rutina ejecutada con éxito y el caso de Munits subraya esta interacción perfecta entre ambas disciplinas. El papel de la música en la gimnasia rítmica es fundamental. No se trata solo de una banda sonora de fondo; la música guía la coreografía, marca el ritmo y puede incluso influir en la percepción de los jueces y del público sobre la presentación. La elección de una canción que resuena emocionalmente puede ser igualmente importante para el rendimiento de la gimnasta.

La canción “El Cosechero” de Ramón Ayala (que también interpretaron Mercedes Sosa o Pedro Aznar) es un emblemático chamamé argentino, que resalta el duro trabajo de los cosecheros en las plantaciones de algodón del nordeste argentino. La letra relata las jornadas agotadoras bajo el sol, así como el orgullo y la conexión con la tierra. Ayala usa su estilo inconfundible para capturar la esencia del paisaje y la cultura del campo, destacando tanto los sacrificios como el sentido de pertenencia y tradición que rodea a estos trabajadores. La melodía, junto con la lírica, evoca un profundo sentimiento de la vida rural y la lucha diaria de los cosecheros.

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