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Viaje por el fracaso del “macronismo”

Luis Miguel Pascual

Dijon (Francia), 5 jul (EFE).- De Chambéry, en las estribaciones alpinas, a los viñedos de la Borgoña, los testimonios se multiplican entre los descontentos con las políticas del presidente francés, Emmanuel Macron, que abren la puerta a un voto de castigo en la segunda vuelta de las legislativas de este domingo.

“¿Frente republicano? ¿Ahora? ¿Para que gobierne quién?” Mathilde hace cola en una carnicería de Chambéry, en la Saboya francesa donde hace dos años las listas macronistas y la derecha tradicional se repartieron los diputados.

La opinión de esta cincuenteañera que trabaja en una empresa de transportes de la ciudad resume bien lo que muchos piensan: que la ultraderecha puede haberse ganado una oportunidad de gobernar.

“Yo no les votaré nunca, pero tengo muchos amigos que me dicen que hay que probar algo nuevo cuando todo ha fracasado”, señala Antoine, estudiante de ingeniería.

Como muchos otros franceses, este joven de 19 años, que votará por segunda vez tras haberlo hecho en las pasadas europeas, asegura que “la política no forma parte de lo que se habla entre amigos”.

“Pero es cierto que ahora se habla más y que los que van a votar a la Agrupación Nacional (RN, el antiguo Frente Nacional) se callan”, señala.

“Mucha gente ha perdido el miedo a la extrema derecha. Yo tengo amigos que me dicen que les votarán sin decírselo a sus padres”, agrega.

En un bar cerca de la estación ferroviaria la televisión difunde un canal de noticias que miran atentamente Samuel, un cliente habitual, e Isabelle, la dueña. “Son todos iguales”, coinciden.

“Si suben los salarios tendré que despedir a algún camarero”, protesta la hostelera, que confiesa que en la primera vuelta votó a Los Republicanos (partido conservador) y que ahora probablemente se abstenga.

En 2017, Lyon, la tercera ciudad del país, se convirtió en “el laboratorio del macronismo”, según muchos observadores, que veían en esta capital del valle del Ródano un dinamismo industrial único en el país.

“Yo no he visto las mejoras”, dice Martin, que se queja de que su sueldo en una industria farmacéutica de la ciudad no ha subido al ritmo de la inflación, lo que le obliga a “apretarse el cinturón”.

La izquierda ha sacado gran partido del desencanto creciente contra las políticas del presidente en esta ciudad. “Normal, si les prometen subidas de sueldo, la gente se lo cree todo”, asegura Cécile, que regenta una quesería en el refinado mercado Paul Bocuse, en la ciudad que se precia de ser la “capital de la gastronomía francesa”.

Cécile votó al RN en la primera vuelta y lo haría de nuevo si no fuera porque en su circunscripción la candidata ecologista del Nuevo Frente Popular ya logró su escaño el pasado domingo.

También se respira gastronomía más al norte, en las calles de Dijon. La mostaza es el producto más apreciado de esta ciudad de la Borgoña, pero el vino es también muy reputado. No en vano, alberga la sede de la Organización Internacional de la Viña y del Vino.

La capital del departamento de la Costa de Oro, rodeada de viñedos, es un islote en el que la izquierda acabó en cabeza el pasado domingo, mientras que en el resto del territorio la ultraderecha se impuso en un feudo macronista.

“¿Y si no gana la extrema derecha qué va a pasar? ¿Mélenchon va a pactar con Macron?”, se pregunta Raoul en un café, donde juega a las cartas con sus amigos de toda la vida.

Este jubilado, que protestó “hasta el último día” contra la reforma de las pensiones que logró sacar adelante el año pasado el presidente a costa de dejarse buena parte de su popularidad, cree que la gente está confusa y que muchos “se quedarán en casa”.

“Les han dejado el poder en bandeja”, señala, resignado este exsindicalista que reconoce que ha bajado la guardia contra la extrema derecha. EFE

lmpg/rcf/ad

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