Debido a las vitales funciones que desempeña en el organismo de las personas, el cerebro es uno de los órganos más importantes del cuerpo humano. Si bien los estudios en torno suyo han derivado en avances que pueden prevenir afecciones en su funcionamiento, aún existen otros padecimientos causados por “gusanos” o parásitos que pueden ser de complicado diagnóstico previo.
Existen casos en que larvas de diversas especies pueden alojarse en el cerebro y provocar infecciones que comprometen el funcionamiento del órgano, así como de los sistemas que dependen del mismo. Si bien en algunos casos es complejo determinar la presencia de dichos organismos en el cuerpo humano y el cerebro, se ha identificado su procedencia así como los problemas que pueden desencadenar.
Hay casos en los que los parásitos cerebrales pueden llegar a dicho lugar a través de la ingesta de alimentos. No obstante, también pueden ser contraídos en la interacción con el medio ambiente y causar diversos estragos, de acuerdo con la zona del órgano en la que se alojen, así como de las características de los organismos invasores.
Estos son los gusanos que pueden invadir el cerebro humano
Existen varios tipos de parásitos que pueden alojarse en el cerebro humano, causando diversos daños que derivan en condiciones médicas. De acuerdo con Daniel Pastula, jefe de enfermedades neuro infecciosas global de la University of Colorado Medicine, en una entrevista con el New York Times, algunos parásitos son capaces de invadir activamente los tejidos y destruirlos.
Existen diversos organismos que pueden causar estragos en el tejido cerebral. No obstante, entre los más estudiados se encuentran los siguientes:
- Taenia solium
Conocido como el gusano de la tenia porcina, es el más común. Según los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de los Estados Unidos, las personas se contagian al consumir carne de cerdo infectada y mal cocinada o agua contaminada con huevos de Taenia solium, los cuales provocan la cisticercosis.
Una vez dentro del cuerpo, los huevos pueden migrar a diferentes órganos, incluido el cerebro, donde se convierten en larvas y forman quistes. Entre los síntomas se encuentran desde dolores de cabeza, problemas de equilibrio, hidrocefalia hasta crisis convulsivas.
- Echinococcus granulosus:
Este parásito es el causante de la hidatidosis o equinococosis quística, y las infecciones ocurren por ingerir alimentos contaminados con huevos procedentes de heces de perros, roedores, cabras y ganado bovino. Los quistes hidatídicos pueden formarse en el cerebro, aunque es más común que se desarrollen en hígado y pulmones.
- Echinococcus multilocularis:
Causa la equinococosis alveolar, una enfermedad más grave que la quística. Aunque es menos común, los quistes de este parásito pueden alojarse en el cerebro y su crecimiento puede ser más invasivo. Se contraen a través del contacto con perros, gatos, roedores o zorros infectados y un cuadro de la enfermedad puede ser potencialmente mortal.
- Toxocara canis y Toxocara cati:
Son parásitos presentes en perros y gatos, respectivamente. La infección en humanos ocurre al ingerir tierra contaminada con heces de estos animales que contengan los huevos de Toxocara. Aunque es más raro, estos parásitos pueden llegar al cerebro, causando toxocariasis cerebral.
- Toxoplasma gondii:
Dicho parásito unicelular es causante de la toxoplasmosis. También puede ser contraído a través de la alimentación, por ejemplo con la ingesta agua, así como de carne poco cocida y contaminada de animales como cordero, venado, cerdo o mariscos. El riesgo es el mismo si dichos alimentos fueron manipulados sin la higiene adecuada. El organismo también puede estar presente en las heces de los gatos.
- Naegleria fowleri:
Se trata de una ameba que se encuentra en el agua dulce templada en cuerpos como ríos, lagos y aguas termales, así como la tierra. Causa infección cuando una persona ingiere el agua contaminada a través de la nariz, lo cual provoca la llegada del organismo al cerebro, donde destruye el tejido cerebral.
El contagio de los parásitos tiene mayor frecuencia en regiones donde las condiciones salubres son deficientes. En ese sentido, la medida más efectiva para evitar su migración al organismo humano es la el manejo higiénico adecuado y la buena cocción de los alimentos de origen animal, así como el agua cuando no provenga de filtros.